Viajero en la noche (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

A la semana siguiente, Memo se dirigió hacia la dirección que Gerardo le dejó el otro día. Su elegante terno hizo juego con el moderno edificio al que entró para su entrevista. El joven de recepción le dio un número de identificación y subió por el ascensor hasta el quinto piso.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, pudo ver que había muchos módulos pero pocas personas. “Será que aún es muy temprano, pensó en sus adentros y miró su reloj. Son las ocho y cinco minutos, así que tiene sentido. A los pocos segundos apareció Gerardo para saludarlo.

“Ven vamos, es por aquí”, dijo su amigo y lo dirigió hacia la derecha. ambos caminaron hasta la puerta doble de una oficina. Gerardo tocó la puerta con respeto. “Pasen”, se escuchó desde adentro y ambos ingresaron. Una mesa larga se extendía antes ellos y, al otro extremo, un señor de unos cincuenta años los observa con la debida atención.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Memo quedó intrigado por la respuesta, así que Gerardo le contó que su trabajo lo había llevado a conocer gran parte del mundo durante los últimos años. “Pero, como todo en la vida, este empleo tiene un límite para mí. Tras tantos años disfrutándolo, he decidido dejarlo”, señaló su amigo con sobriedad.

Memo está absorto. Si el trabajo es tan bueno, ¿por qué lo deja?, le preguntó por curiosidad. “Tan simple como que me cansé”, dijo Gerardo algo resignado para luego agregar, “pero no puedo renunciar aún porque necesito un reemplazo”. Los ojos de Memo parecían no salir de su asombro. ¿Será acaso qué…?

“Por eso te he buscado. Sí, estoy pensando en ti para el puesto”, afirmó Gerardo con una sonrisa bonachona. Aún sorprendido, Memo estuvo a punto de decir que sí de inmediato. “¿Será que lo puedo pensar un par de días antes de responderte?”, dijo Memo con cautela. “Claro, no hay problema. Me avisas”, dijo Gerardo sin dejar de sonreír.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

“¿Por qué Nicole?”, preguntó Alfredo tratando de entender esa absurda situación. Nicole se pone incómoda por algunos segundos. “Quiero castigar a mi mamá por lo que ha hecho”, es la dura respuesta que deja intrigado a su cita. Alfredo sequeda pensado qué podría ser tan grave como para que ella esté en contra de su progenitora.

“Ella es muy egoísta, sólo piensa en su vida. No me quiere”, se quebró Nicole mientras sus ojos se llenan de lágrimas. Alfredo pidió un vaso con agua, el mismo que la joven aceptó y bebió con prontitud. Él espero que se calmara para poder hablar con mayor distensión. Una vez que la vio más tranquila, se propuso conversar con ella.

“Sé que no conozco en detalle lo que ha sucedido entre ustedes pero, quiero que sepas, seré tu apoyo para que superes este momento”, fue el discurso con el que Alfredo se ofreció amable para interceder entre ellas. Nicole se mostró algo reticente y decidió evitar el tema por ahora. “Puede ser. Por ahora déjame disfrutar de tu compañía”, señaló la joven y se dispusieron a cenar.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

Alfredo se quedó pensando durante algunos días si era conveniente llamar a Nicole. Al final, se dijo que no tenía nada que perder y la llamó. El celular timbró dos veces antes que ella contestara. Alfredo se identificó y ella sonrió cuando oyó su nombre. “Pensé que habías perdido mi número”, fue su gracioso comentario.

“Hay que mantener algo de misterio”, respondió él también riéndose. Luego le preguntó si quería salir a cenar. Nicole aceptó y quedaron encontrarse en el parque cercano a su casa. Con la cita acordada, Alfredo se alistó y luego se despidió de su madre. “No vuelvas muy tarde”, le dijo Arminia en un alegre reproche. Alfredo asintió y fue al garaje para llevarse el auto.

Luego de un rato, el auto ingresó por el parque. Ella lo espera sentada en una de las bancas. Alfredo baja y saluda cortésmente a Nicole. Ambos suben al auto y se dirigen hacia una zona costera. La brisa marina entra por las ventanas mientras avanzan por el camino. Unos minutos después, llegan a un lujoso restaurante.

Sentados en una mesa pequeña mientras esperan que traigan su orden, Alfredo aprovecha para preguntarle por qué ella no quiso que la recogiera en su casa. Nicole hizo una mueca de disgusto, se quedó pensativa unos segundos. “Es por mi madre, piensa que salí con una amiga”, fue su breve respuesta.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo tres)

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(viene del capítulo anterior)

Había llegado un nuevo fin de semana. Memo sale por la puerta de la oficina de lo más despreocupado. Un amigo suyo lo ha invitado a la inauguración de un nuevo bar a unas cuadras de allí y camina darle el encuentro. Finalmente le da el alcance en una esquina.

Gerardo lo saluda con afecto. Es la primera vez que se ven luego de un par de años separados por los compromisos personales de cada uno. Bajan por un par de calles y entran en una espacio amplio. Varias mesas hay por escoger. A un costado, hay una barra donde un barman espera por los clientes.

“¿Qué se les ofrece señores?”, dijo un cortés mozo que se acercó a atenderlos. Ellos pidieron un par de chelas para empezar. “Por la amistad”, dijo Gerardo e hicieron un brindis con el primer sorbo de la bebida. Memo le preguntó a su amigo qué había hecho todo este tiempo que no se habían visto. “Estuve de viaje, un largo viaje”, señaló su amigo con aire de misterio.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

“¿Te conozco?”, preguntó Memo algo atemorizado. “No lo creo, pero hay algo que puedo proponerte”, señaló el desconocido con aire de suficiencia. En parte por el alcohol, en parte por la sorpresa, Memo soltó una carcajada que cubrió el ambiente por unos segundos.

“No sé por qué te ríes si te estoy hablando en serio”, habló el hombre con no tanta amabilidad. Este cambio desconcertó a Memo, quien miro a los costados para ver si había alguien cerca. Vio que un sereno camina por allí y quiere avisarle. “Sereno, ayuda”, gritó el joven. Rápidamente, el sereno se acercó y vio como el desconocido se iba a correr por una estrecha calle.

Memo también corrió para encarar al sujeto. El desconocido fue más rápido y dobló la esquina antes. Para cuando los otros dos llegaron no vieron a nadie en la calle. “Es como si se hubiera desvanecido”, comentó Memo mientras veía al sereno y no entendía qué había sucedido.

Unas calles más abajo, el desconocido camino hacia una banca donde otro hombre vestido con terno lo espera. “Quién diría que un señor de la noche no debe ser sutil”, saludó al recién llegado. Lo miró medio enojado pero recuperó luego la compostura: “No se volverá a repetir. Esta vez será distinto”.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo cinco)

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(viene del capítulo anterior)

El auto avanzó sin prisa por la avenida. Arminia y Alfredo no se hablaron durante largo rato. Alguien pensaría que es porque se quedaron tan satisfechos por el almuerzo que no había nada más por decir. “¿Qué piensas de Nicole?”, preguntó finalmente la señora rompiendo el incómodo silencio. “Mamá, ¿qué quieres que te diga?”, fue la respuesta retórica y ambigua que lanzó el joven intentando zafar del momento.

Como se quedara callado, Arminia siguió con su avance: “Se parece mucho a su mamá. ¿La llamarás?”. “No lo sé, madre, sólo le acepté el papel”, fue la breve contestación de Alfredo. Como quiera que vio algo molesto a su hijo, la señora no insistió durante el resto del trayecto. Llegaron a su casa y Alfredo guardó el auto en el garage del primer piso.

Para cuando subió al segundo nivel, se encontró a su madre descansando en un sofá de la sala. “No te molestes conmigo hijo. Tú sabes que soy una persona que, tal como comenta una cosa, comenta de otra”, señaló Arminia como disculpándose por lo ocurrido. Alfredo aceptó las disculpas y dijo que  Nicole le parece una chica interesante. “Entonces, deberías llamarla”, comentó Arminia con mirada de agrado.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Alfredo se quedó asombrado al ver a Nicole. La adolescente de diecisiete años tiene un extraordinario parecido con su madre. Quizá un poco más alta, quizá un poco más hermosa. “Definitivamente es tu hija”, comentó Arminia riendo un tanto, haciendo que el ambiente se aligere. Lorena saludó a Nicole con una beso en su mejilla y le presentó a sus invitados.

La joven se dirigió de forma educada hacia la señora y su hijo. Arminia apreció la amabilidad de Nicole, mientras que Alfredo no dejó de mostrarse sorprendido. En seguida, ellos se sentaron mientras que Lorena fue a la cocina para traer los platos servidos. El almuerzo transcurrió de lo más tranquilo, matizado por las anécdotas de la señora.

Tras unas horas de entretenida sobremesa, los invitados decidieron que era hora de retirarse. Lorena les abrió la puerta y se despidió de ellos. Se excusó por Nicole, imaginando que había ido hacia el jardín interior. A poco de entrar en el auto, la joven apareció en la puerta de la casa. Se despidió de Arminia y, al llegar donde Alfredo, dejó un papel en su mano derecha. “Para que me llames pronto”, dijo ella con una sonrisa pícara.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo tres)

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(viene del capítulo anterior)

Como quedó prometido, Alfredo condujo a su madre hasta la casa de Lorena. Por el camino ambos reían de todos los recuerdos que tenían de su anfitriona. Luego de manejar por cerca de una hora, Alfredo llegó hasta la entrada de una elegante cochera. Bajó para cerciorarse de que sea la dirección correcta y tocó el timbre de la puerta a lado de la cochera.

“¡Qué bueno verlos!”, se emocionó Lorena al verlos llegar. Abrazó a Alfredo y alzó su mano para saludar a Arminia. Luego Alfredo ayudó a su madre a bajar del auto y la acompañó dentro de la casa. Madre e hijo se adentraron por la sala hasta que llegaron al comedor, donde su anfitriona había dispuesto los cubiertos para al almuerzo.

Un agradable olor provenía de la cocina. “¡Huele tan bien!”, expresó Arminia ya entusiasmada por los platillos que ha de probar. En tanto, Alfredo se fijó que en la mesa había cuatro pares de cubiertos. Preguntó curioso si estaban esperando a alguien más. “Mi hija, Nicole, está por bajar de su habitación”, señaló Lorena con una sonrisa. En ese momento unos pasos se escucharon bajando por la escalera que da hacia la sala.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo dos)

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(viene del capítulo anterior)

Arminia lamentó que el encuentro terminase así, pero espera que puedan seguir reuniéndose. “Apunta mi número”, le dijo Lorena y sacó su celular para que anote. Alfredo se adelantó y apuntó en su teléfono: “no te preocupes mamá, ya lo tengo”, señaló con absoluta seguridad.

“Qué bueno, espero que pronto vengas… vengan a mi casa a visitarme”, dijo Lorena complacida con el encuentro. Se despidió y caminó hasta el lugar donde estacionó su camioneta. Una vez que se retiró, madre e hijo se fueron caminando por la vereda hasta al auto de Alfredo.

Una vez que subieron al auto, la madre insistió que debían ir a verla. “¿Quince años? Creí que habían pasado quince minutos”, dijo Arminia sobre la sensación de ver de nuevo a Lorena. Alfredo asintió: “No parece haber cambiado nada”. “Por eso espero que me acompañes el próximo sábado a su casa”, dijo la madre muy entusiasmada.

(continuará)