Diez años después

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Parece desconcertante decirlo pero un 26 de noviembre del 2008 se inició este blog. Aquella vez, un impulso me animó a escribir por primera vez en este espacio virtual que es Internet. No imaginé que aquellas ganas se mantendrían por tanto tiempo. Tú sabes que, cuando eres un joven, no te proyectas a largo plazo. muchas veces lo común es pensar en el día a día o pensar en la semana siguiente.

Y de pronto todo acaba. Termina el mes y pasas a otra cosa. A otro asunto, a otro tema, a otro amor. No puedo precisar en qué momento ese impulso se convirtió en algo más y, a pesar de todas mis virtudes y defectos, a pesar de todas las alegrías y tristezas, este blog siguió su marcha. A veces tan frecuente, últimamente tan pausado.

No sé si te habrás dado cuenta de todo el tiempo que pasamos, yo escribiendo y ustedes leyendo mis posteos. Sólo quiero decirte “Muchas gracias” por estar allí todos estos años.

Nos vemos en la próxima publicación.

La puerta que cruzas (capítulo once)

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(viene del capítulo anterior)

Nicole se quedó pensando por qué su madre había salido a esperarlo a Alfredo y por qué demoran para hablar. “Si hay suficiente espacio aquí”, señala mientras se aburre sentada en su cama. Luego de unos minutos, se da cuenta que el auto se acerca de regreso a la casa. Lorena y Alfredo salen con premura del auto y entran en la casa.

La joven bajó por la escalera y les dio el encuentro entrando al comedor. Su madre se acercó a ella y tomó sus manos entre las suyas. “¿Hay algún problema?”, preguntó Nicole con ansiosa intriga. “Pues no, ve ya que Alfredo te espera”, dijo la madre esbozando una sonrisa.

La alegría de la joven fue completa al saber que no tendría peros en sus salidas con Alfredo. Fue otra vez a su habitación a buscar unos accesorios. Mientras los encuentra, Alfredo se queda esperando sentado en una silla de la sala. “No sé por qué lo hice”, dijo en voz baja para que Lorena no lo escuche.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo diez)

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(viene del capítulo anterior)

Alfredo comprendió bien si Lorena quería castigar a su hija. A pesar de ella no dejó de llamar a Nicole ni tampoco responderle cuando ella lo llamó. Pensó en ir otra vez a la casa para hablar con Lorena intentando calmar las aguas pero Nicole lo disuadió de hacerlo.

“Ya se le pasará”, le comentó ella luego de algunas semanas. Confiando en ello, Alfredo esperó con cierta tranquilidad. De hecho, fue la misma Lorena quien, unos días después, lo llamó para decirle que levantó el castigo y su hija puede volver a salir.

Aquel fin de semana, Alfredo llegó contento hasta la casa para ver de nuevo a Nicole. Sin embargo, Lorena lo espera en la puerta con una mirada extraña. “Hay algo que quiero hablar primero contigo”, dijo y subió a la camioneta. Aunque lo tomó por sorpresa el pedido, el joven condujo hasta dos cuadras lejos de la casa.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo diez)

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(viene del capítulo anterior)

Aún aturdido por lo ocurrido, Memo alistó su ropa en la maleta sin mucha demora. Bajó hacia el estacionamiento y se quedó esperando que su jefe aparezca con el auto. Y aunque Aníbal llegó con el conductor del auto a la hora acordada, Memo sintió como si esperase años parado al costado de una columna.

“¿Por qué has esperado tanto? Sube ya”, dijo el jefe todo imperativo. Memo se despertó de su distracción y entró en el coche. En el asiento de atrás, la ansiedad lo carcomía. Mientras tanto, la noche se le hacía corta a Aníbal. De hecho, le ordena al conductor que vaya más rápido, que van a perder el avión. Sin prestar atención a Memo, enciende un habano para disipar su mal humor.

Llegados al aeropuerto, tomaron las maletas como pudieron y se dispusieron a subir al avión, ya que eran los últimos pasajeros en llegar. “Cambia esa cara, que ya nos vamos”, le dijo Aníbal muy confiado al ver asustado a su empleado. Memo no dijo nada y decidió cerrar sus ojos y virar al otro lado del asiento para no hacerle caso.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Memo tiemble un poco al ver el arma en sus manos. Trata de decirle algo a Aníbal, pero él ya se adelantó y entró en la cabaña. Los minutos pasan sin que su jefe le haga algún tipo de señal o ruido desde adentro. Memo sigue al costado del auto dando algunos pasos de nerviosismo, desde y hacia el auto, ya que no quiere estar allí.

Finalmente, luego de media hora, Aníbal sale con tranquilidad de la cabaña. En sus manos, lleva un libro forrado que carga cuidadosamente. “Es hora de irnos”, dice el jefe, suben al auto y se retiran del lugar. Memo se queda pensando qué puede ser aquel libro. “Debe ser un libro muy importante”, dice a su jefe esperando su respuesta.

Aníbal no le responde y el tedioso silencio se impone hasta que llegan al hotel. Una vez que están por entrar en la habitación, su jefe pone una mano sobre su hombro. “Alista tu maleta lo más pronto posible, nos vemos en el estacionamiento en una hora”, fue su escueta orden. Memo, sorprendido por el cambio de planes, se quedó unos segundos sentado en la cama antes de reaccionar.

(continuará)

 

Viajero en la noche (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

Memo estaba fascinado. Para ser su primer viaje al exterior, realmente lo está disfrutando. Sobre todo los paseos fuera del hotel le dan una hermosa vista de los atardeceres, esos paseos que realiza a solas. Y es que su jefe prefiere pasar durmiendo en su habitación o estar llamando a sus contactos para finiquitar sus negocios.

Para ser sinceros, Memo no entiende bien qué hace allí en París más de diez días. Sin embargo, eso cambió en la noche de ese décimo día. “Alístate que vamos a salir de la ciudad”, fue lo que le dice Aníbal escueto. Sorprendido por lo rápido del pedido, Memo tardó un poco de tiempo en vestir una camiseta y una chaqueta.

Luego de cinco minutos, salieron del hotel y un auto los espera. Aníbal le habla en francés al conductor y éste asiente sin chistar. Media hora después, avanzan por la carretera en medio de un campo desolado. En ese momento, el auto gira a la derecha y avanza por el campo hasta divisar una pequeña luz.

Aníbal le pide al conductor que se detenga. Ellos bajan y se dirigen hacia donde proviene la luz. Memo se da cuenta que hay una cabaña iluminada. Antes de llegar, su jefe le entrega una franela que envuelve algo. “Por si es necesario”, dice el viejo hombre. El joven mira dentro de la franela: una pistola aparece reluciente.

 

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

Una semana después, Memo se siente mejor adaptado a la oficina. Quizá lo raro es la frialdad con la que lo tratan los otros integrantes de la empresa. Pero entiende que no hay por qué preocuparse tanto. “La primera semana es así, de desconfianza”, se dice a sí mismo intentando encontrarle el sentido.

Estaba ordenando algunos recortes de destinos turísticos a donde lo enviarán prontamente, cuando recibe una llamada de Gerardo. Se apresta a saludarlo y decirle que ya se deben un par de tragos. “Cómo me gustaría amigo, pero estoy medio enfermo. Igual te anoto la palabra”, dijo Gerardo con voz débil.

Memo le preguntó si era algo grave pero su amigo señaló que sólo se trataba de un resfriado. Le pidió que se cuidara y quedaron para otro día. En ese momento, Aníbal salió de su oficina y le pasó la voz. Una vez frente a su jefe, Memo le preguntó qué encargo le pediría. “Vamos a viajar mañana. Hay un trato que cerrar en Europa”, dijo Aníbal con una sonrisa convincente.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

Memo avanzó con Gerardo hacia el hombre y se sorprendió por la excesiva reverencia con la que su amigo saluda al jefe de la empresa. El señor se levantó de su asiento y se acercó a Memo. “Mi estimado amigo, me llamo Aníbal y me gustaría preguntarte algo”, se identificó y entró en confianza con el recién llegado.

Aníbal le preguntó si quería trabajar para él. “Sí”, fue la respuesta convencida que dio Memo sin dudar, animado por todo lo que su amigo le había contado previamente. Gerardo, por su parte, suspiró aliviado. “Bien dicho, estás dentro”, y dirigiéndose a Gerardo, le pidió que le indicara cuál sería el plan para la próxima semana.

Los amigos se despidieron de Aníbal y salieron rápido de la oficina, sobretodo Gerardo, que tenía una prisa increíble. Mientras le conducía a uno de los módulos, Memo le preguntó por qué la premura de todo esto. Gerardo se quedó callado unos instantes, la tensión le había ganado.

“Tengo que ordenar mis cosas. Mañana hago un último viaje para la compañía”, se excusó su amigo, regresando a explicarle otra vez las funciones que va a realizar.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Aunque le gustó el beso, Alfredo se contuvo sobre el final. Sabe que Lorena podía salir en cualquier momento. “¿Te parece si la seguimos otro día?”, dijo el joven con una sonrisa algo chueca. Como quiera que ya había obtenido su objetivo, Nicole aceptó y bajó del auto.

Apenas tocó la puerta, unos pasos presurosos se escucharon del otro lado. Lorena salió apresurada ante lo que consideró una desobediencia. “Nicole, pasa de inmediato”, dijo la mujer con tono firme. Esto molestó a la joven pero no quiso decir nada y entró con su muda rabieta. Mientras Alfredo trató de disculparse, señalando que la demora fue culpa suya.

“Más allá si la demora fue tuya o no, ella sabía a qué hora debía volver”, sentenció Lorena ya molesta. Alfredo le tomó suavemente de puño que ella había formado en su mano. “Se lo pido señora, fue mi culpa y esto no volverá a ocurrir”, dijo él intentando contenerla.

Lorena se calmó un poco y fue entonces que Alfredo se separó para subir otra vez al auto. Mientras se iba, vio cómo Lorena se quedó mirando su salida hasta que estuvo lejos de la casa.

(continuará)

La puerta que cruzas (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

Luego de comer y conversar con amenidad, Alfredo y Nicole salieron del restaurante y se fueron al auto rumbo hacia la casa de la joven. sin embargo, en el camino, ella dijo que quería pasear por la ruta de la playa. “Es un poco tarde, no sé si sea buena idea”, intentó sugerirle Alfredo, pero ella insistió en su capricho.

Alfredo decidió hacerle caso y se dirigió hacia allí. Aunque algo oscuras, las playas podían verse hermosas con el vaivén de las olas estrellándose contra la orilla. A Nicole le gusta el escenario que ve ante sus ojos, aunque cierto recelo se le nota cuando ya su acompañante le dice que tienen que regresar.

Tras media hora de un recorrido sin mayores emociones, Alfredo llega a la casa de Lorena. “Bueno, ya hemos llegado”, señala él como si hubiera cumplido una misión. Sin embargo, Nicole no parece dispuesta a bajar del auto. “¿Hay algo más que quieras contarme?”, señala el joven al ver sus ojos tristes. Nicole no duda un instante: se lanza sobre él y lo besa.

(continuará)