Página en blanco

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Es que será tan difícil

encontrar un momento

donde te vea valiente,

donde te vea libre.

Y es que a pesar del esfuerzo,

no me alcanza

para extrañarte ya,

para recordarte bien.

Mi memoria se ha perdido

en un blanco inexorable

que me obliga a olvidarte,

que me empuja a borrarte.

Y quizá cuando vuelva

a verte otra vez,

seré incapaz de reconocerte

en un lugar cualquiera.

No entiendo los contextos

ni veo tu cara,

sólo una página en blanco

que me niego a rellenar.

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Tatuajes y sombras (capítulo cuatro)

[Visto: 604 veces]

(viene del capítulo anterior)

Durante los tres días siguientes, Flores observó cómo Laura iba plasmando en varias hojas los rasgos distintivos del hombre tatuado. En varios de los dibujos, no lo dibuja por completo sino un rasgo o parte de su cuerpo que recuerda demasiado. Pero no tenía forma de avanzar con su  investigación porque, cada vez que le pedía prestado el cuaderno, ella se lo negaba con la excusa de poder terminar bien las imágenes.

Al cuarto día, el detective Flores se encontró con Silva en la tarde. Lepreguntó si Laura se había podido expresar a través de los dibujos. “Por supuesto, ha logrado expresar algunos de los tatuajes y gestos que recuerda”, señaló emocionado el detective. Iba a continuar con la descripción con recibió una llamada en su celular.

Su alegre semblante cambió a un tono de preocupación y salió muy rápido de la oficina. Silva apenas pudo alcanzarlo antes que se fuera en el patrullero y le preguntó que es lo que pasó. Flores le abrió la puerta del auto y, una vez Silva se acomodó, le contestó: “Laura se escapó del hospital, pero dejó el cuaderno.

Una vez que ambos llegaron hasta el nosocomio, encontraron una realidad más desconcertante. Laura fugó del hospital y las cosas de su habitación están totalmente desordenadas. Flores preguntó a los enfermeros si habían encontrado un cuaderno de dibujo. Uno de ellos se lo entregó y el detective comenzó a hojearlo: las hojas estaban tarjatas y las imágenes desaparecen bajo las sombras del lápiz negro.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo cuatro)

[Visto: 440 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, Eduardo duerme plácidamente en su alcoba, cuando los guardias tocan a su puerta con firmeza. El rey se levanta y abre la puerta del aposento. “Mi señor, los regimientos de las comarcas han venido a unirse”, dijo el mensajero dejando notar cierta alegría. “Háganlos pasar al salón principal. Bajaré en unos minutos”, respondió conun gesto severo.

Pero, apenas cerró las puertas, no pudo ocultar su entusiasmo: tener el apoyo de los pueblos de la comarca equivale a tener el número de soldados suficiente para derrotar a Azul. “Por fin, ya no tendré que preocuparme de los rebeldes”, se dijo el rey para sí, mientras ordena a sus criados para que lo ayuden a vestirse.

Los señores de las tres comarcas lo esperaron con cierta ansiedad durante más de media hora. Finalmente, Eduardo apareció en el salón principal, ataviado con ricos ropajes de seda y oro, y una gran sonrisa en el rostro. Los tres señores reverenciaron al rey, quien se mostró supremo y les pidió que se paren rápidamente.

Entonces Petreos, el mayor entre los tres, se dirigió hacia Eduardo con estas palabras: “Hemos decidido aliarnos contigo. Iremos a ganar esta guerra juntos”. Tras esta declaración, el rey agradeció el apoyo y pidió  que comieran juntos el banquete que se está preparando. Petreos y los otros dos se miraron unos a otros, y aceptaron gustosos.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo cinco)

[Visto: 445 veces]

(viene del capítulo anterior)

Un par de semanas más tarde, las turbulencias parecen haber pasado. Luis siente que la relación está pasando por un buen momento pero no se habían detenido a hablar mucho. Consideró que es una buen oportunidad para consolidarse como pareja, así que decidió invitarla a cenar el sábado.

Él fue a buscarla a su casa y ambos fueron a un concurrido centro comercial. Empezaron a pasear alrededor de las tiendas, sobretodo Mónica viendo las ropas y accesorios novedosos en las vitrinas. Esto incomodó un tanto a Luis, porque el restaurante al que quería llevarla se repleta de público los fines de semana.

“Que no esté lleno, que no esté lleno”, él se decía para sí, pero su cara de decepción se hizo evidente cuando llegó a la entrada: habían cinco personas haciendo cola para esperar mesa. En un primer momento, se sumaron a la lista de espera pero, luego de diez o veinte minutos, Mónica comenzó a desesperarse.

“Cómo tardan”, “¿por qué demoran?” o el molesto movimiento de sus zapatos, hizo que Luis se resignara ante lo sucedido. “Nos vamos”, dijo y ellos se fueron a buscar algo qué comer de vuelta hacia la casa de Mónica. Finalmente, llegaron hasta la puerta comiendo unas empanadas y gaseosas que compraron en una panadería cercana.

Ella lo besó y sintió la frialdad de su despedida. “¿Te pasa algo?”, le preguntó la joven sabiendo de antemano la respuesta. “Pues sí. Pero no quiero discutirlo ahora”, fue la escueta respuesta de Luis, quien se retiró caminando lento.

(continúa)

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Ilusión rota

[Visto: 416 veces]

Si te dijera que esperaras,

que no vayas tan rápido,

te darías cuenta

que no soy quien se aparece.

Bajo la sonrisa encandilante

y las palabras empalagosas,

vas pasando por alto

mi extraña indiferencia.

Llamas, no contesto;

me escribes, no respondo;

y si en la esquina me encuentras

la conversa suele ser muy breve.

Mas vives enamorada

con pajarillos revoloteantes,

los ojos brillosos

y el corazón henchido.

Que pena decirte,

que no va más, que esto ya fue:

apelo a mis peores muecas

y me alejo en silencio.

Al inicio no lo entiendes,

después ya te resignas,

sola te vas a llorar

por tu ilusión rota.

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Tatuajes y sombras (capítulo tres)

[Visto: 503 veces]

(viene del capítulo anterior)

Flores siguió visitando a Laura cada día en el hospital. A veces conversaron algunas cosas, pero ella se muestra reacia a contarle sobre lo vivido ese día. Flores siente que la joven se ha bloqueado y, a pesar de haber sido paciente, comienza a desesperarle su silencio. Uno de esos días sin resultados, volvió a la comisaria con el rostro ofuscado.

Se sienta en su silla y mira hacia sus papeles tratando de direccionar su frustración. De otro lado del escritorio, el detective Silva, su compañero y amigo, se acerca a él. “¿Es por el hombre de los tatuajes?”, preguntó retóricamente. Flores le comenta lo infrucuoso de las visitas al hospital y lo poco que puede avanzar con la investigación.

“Entiendo tu desazón, por eso quiero darte esto”, dice Silva y le alcanza un cuaderno de dibujo. En tono sarcástico, Flores le dice si acaso quiere que se dedique a la pintura. Silva sonrie un poco y luego se lo explica: “No es para ti. Es para ella, para que dibuje cuando pueda. Seguro tiene alguna sensibilidad artística”.

Silva se retiró. “Gracias”, dijo Flores con muy poco convencimiento. Luego lo pensó mejor: “Si he pedido ayuda, lo lógico es que lo intente”. Esa misma noche volvió al hospital. Era la hora justa en que ella se iba a dormir. “Hola Laura. Te he traido un regalo”, dijo y le dio el cuaderno de dibujo en sus manos. Una sensación de alegría se manifestó por su ser. “Gracias”, agradeció ella con una elocuente sonrisa.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo tres)

[Visto: 493 veces]

(viene del capítulo anterior)

En el castillo, el rey Eduardo mira desde lo alto de la torre que corona la estructura de defensa. Uno de sus consejeros, sorprendido por su actitud, se le acerca a saber sobre su ánimo. “Mi señor, ¿está todo bien?”, pregunta el consejero con cierto temor. Eduardo se queda unos segundos callado, gira la cabeza para ver quién le habla y vuelve a mirar la noche.

“La guerra llegará a su fin pronto, pero algo aun me inquieta”, respondió Eduardo de forma ambigua. El consejero le inquirió qué asunto lo tenía tan desconcertado. “Sé que ganaré la guerra, pero no sé si mi gemelo vivirá”, señaló el rey y miró a su interlocutor con cierta tristeza. Se siente perdido: no es fácil que aquel con quien has crecido, de pronto se oponga a tus ambiciones.

“El príncipe se rebeló a tu deseos y es un traidor a la causa…”, argumentó el consejero para preparar su recomendación, “sin embargo, te sugiero prepares una comitiva para que los que quieran rendirse puedan volver a sus casas”. El rey agradece la sugerencia y el consejero se retira. Eduardo se toma la cabeza entre sus manos y enuncia compungido: “ay Azul, hermano, si me hubieras sido leal…”

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo cuatro)

[Visto: 392 veces]

(viene del capítulo anterior)

Apenas terminó la llamada, Luis se cambió rápidamente y salió de su casa. Ya se le había hecho costumbre caminar hasta allá porque era cercano a su casa. Pero esta vez el esfuerzo se le hizo enorme: parecía que las calles eran muy largas y el cansancio se le acumula a mil. Finalmente, luego de un rato, llegó y se pidió un café con un sánguche.

Quince minutos más tarde, Mónica llegó al local. Como nunca antes, su rostro refleja el gran enojo que le hiere por la supuesta no respuesta de su enamorado. Luis la ve y le pide que se siente. Al inicio ella no está dispuesta a ceder, pero él comienza a hablar con sutileza. “Por favor, vamos a conversar”, le dice Luis con delicadeza y ella suaviza su gesto y se sienta.

Él le explica que no fue su intención no responderle, que se había quedado muy dormido y que el fin de semana sería otra historia. “Te lo pido, perdóname, no volverá a suceder”, fue la forma en que Luis cerró la conversación: disculpándose por algo lo que no actuó mal. Mónica se le acercó y lo abrazó por el cuello. Él acepta su saludo con ternura; ella tiene en su mirada una sonrisa que no es alegría sino de manipulación.

(continúa)

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Lo confieso de veras

[Visto: 379 veces]

Ese silencio incómodo

que se respira

en el aire envolvente

que a los dos rodea.

Una mesa, dos sillas,

las preguntas que atacan,

las miradas que rehuyen

y el sudor que aparece.

Cómo parecer inocente

si a tu lado he vivido

mil delitos innombrables

que muy hondo me condenan.

Al fin me rindo

abrumado por las pruebas,

lo confieso de veras:

Culpable, sí, culpable soy.

Hoy nos separan,

hoy nos alejan,

yo cargando la culpa,

tú ocultando el dolor.

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El rey Azul (capítulo dos)

[Visto: 372 veces]

(viene del capítulo anterior)

Edoren y Azul montaron sus caballos y cabalgaron bosque adentro hasta encontrar el claro donde acampa la mayor parte de su ejército. Edoren desmontó y se dirigió a los líderes para conversar en la carpa del campamento. Ellos esperaban una decisión final sobre la guerra: han combatido durante más de tres años y era obvio que, a pesar de algunos éxitos, no consiguieron la victoria final.

De hecho, su pensamiento se inclina más por la disolución del ejército y el éxodo hacia otras comarcas. Además, Edoren compartía esa misma opinión. Por eso se sorprendieron cuando Azul enunció su veredicto. “Pasaremos a la ofensiva y ganaremos la guerra”, señaló el impetuoso y joven caballero. Los líderes comenzaron a reir ante lo que consideraron un desvarío de Azul.

Edoren lo llamó aparte. “¿Qué carajos estás diciendo?”, le recriminó  con dureza al no entender lo que acaba de escuchar. Azul rió, desconcertando aún más a su segundo, y se dirigió a los presentes: “Eduardo el Rojo cree tenernos acorralados… pero eso no es así. Dentro de tres días se los demostraré”, dijo el caballero totalmente convencido.

Los líderes se miraron uno a uno intentando tener un consenso: levantaron sus espadas en señal de respaldo a Azul. Entonces, el joven miró a Edoren con gran confianza y le respondió: “Hagamos la estrategia”.

(continúa)

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