Distinto es

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Qué distinto que es

el vaivén del péndulo,

en su ritmo se mantiene,

en su transitar constante.

Quisiera parecerme a él,

estar en equilibrio,

avanzar seguido

y en el mismo nivel.

Pero no puedo:

muchas emociones

me sublevan del suelo,

me desconectan del piso.

Algunas de ellas

son porque sueño contigo,

será por eso que me tienes

en constante vaivén.

Durante el tercer año (capítulo diez)

[Visto: 411 veces]

(viene del capítulo anterior)

Sofía llamó a su amiga para decirle que pasaría a recogerla a su casa en taxi “como a las nueve”.  Mónica aceptó y decidió alistarse con tiempo para no hacerla esperar. Ya vestida para la ocasión, y sentada sobre el sofá de la sala, ella esperó que ella apareciera por la puerta.

Al final esperó más de una hora y, para cuando tocó el timbre y miró por la ventana, vio que Sofía no había llegado sola: un apuesto muchacho la acompaña. “Hola amiga”, la saluda la recién llegada con harta efusividad y le pregunta a continuación, “¿te acuerdas de Pedro?”.

Y Mónica sintió que el mundo se le venía encima: Pedro fue su “ilusión de cole”, aquel chico con quien siempre le había gustado estar pero que, por su entonces notoria timidez, no logró hablarle. Y ahora él está parado en su puerta, y Pedro la saluda con mucha alegría.

“Me alegra verte después de tanto tiempo”, reconoció Pedro con una sonrisa. Mónica no pudo pensarlo de otra manera: quizá éste era el momento de su segunda oportunidad.

(continúa)

Tatuajes y sombras (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Flores avanzó en medio de los jóvenes, y no tan jóvenes, que se encuentran dentro del local que está tenuemente iluminado por una luz rosácea. Las botellas de cerveza y los vasos de whisky aparecen como por arte de magia en las bandejas que las anfitrionas se encargan de repartir.

“Hola guapo”, se acerca una de ellas a preguntarle si desea un trago. Flores con aplomo deja un billete en su bandeja y le pide un whisky. Ella le guiña un ojo y se va por su pedido, mientras el detective se acomoda en una de las mesas que se ha desocupado.

Mira la sombra que proyecta la iluminación: parece describir una espacio de escenario algo estrecho. Dos luces blancas aparecen de repente e iluminan por completo la tarima. Los hombres comienzan a vitorear: es la hora del baile, y la primera chica del night club va a salir a deleitar.

(continúa)

El rey Azul (capítulo nueve)

[Visto: 538 veces]

(viene del capítulo anterior)

Eduardo sale con toda pompa del castillo y empieza a revisar a la tropa, que ya lo está esperando desde hace una hora. Los soldados parecen mirarlo con harto recelo, hasta que Petreos se pone al frente y les ordena con dureza: “Hacia el frente, ¡avancen!”.

Las columnas del ejército salieron de la villa y comenzaron a asentarse sobre el terreno. Luego de unos minutos, alcanzaron el borde del bosque. El rey se sorprendió de que sólo un pequeño grupo de cincuenta rebeldes se encontrara para impedirle el paso. Eduardo le pide a la tropa que descanse y se acerca hacia Azul.

Los rebeldes observan con cuidado su actitud pero, a poco de ser alcanzados, dan media vuelta a sus caballos y cabalgan adentrándose en el bosque. Queriendo que no se le escape una victoria digna, el rey ordena a Petreos que lance  los soldados a perseguir a los rebeldes. Se dirige al líder de la columna central y da la orden que avancen sobre los rebeldes.

Los caballeros de la columna central cabalgan en dirección a los fugados, lo cual anima a Eduardo a liderarlos, mientras que Petreos se queda esperando en la retaguardia con las columnas diestra y zurda. Eduardo y sus soldados se adentran en el bosque con poco cuidado y no saben por dónde avanzar. En ese momento, varias flechas empiezan a cortar el aire: ha comenzado la emboscada.

(continúa)

Durante el tercer año (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Luego de despedirse de su amiga, Mónica llamó a su enamorado. Le pidió que fuera esa noche a su casa, que necesita hablar con él. Luis pensó que ella se había enterado de algo grave, así que le dijo que estuviera tranquila y que iría esa noche. Mónica se sintió más aliviada con la respuesta y se fue a cambiar de ropa.

Cuando Luis llegó, Mónica lo recibió con un abrazo muy cariñoso, de esos que no recibía hace mucho tiempo. Sintió su ansiedad y le preguntó qué la tiene así. “Sofía no sólo me llamó por una taza de té, también me invitó para un reencuentro”, explicó la joven con algo de miedo. “¿Y cuál es el problema con el reencuentro?”, preguntó él más intrigado.

Mónica le explicó que es para que solamente asistan los integrantes de su promoción. “Anda, ve al evento. Si es por eso, recuerda que yo también tengo mis reencuentros así”, respondió Luis totalmente relajado. Ella quedó agradecida por las palabras de su enamorado, pero igual le dijo que le llamaría ese día para que la recogiera.

(continúa)

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Tatuajes y sombras (capítulo ocho)

[Visto: 541 veces]

(viene del capítulo anterior)

El taxi avanzó por varias cuadras hasta que se detuvo junto a una puerta enrejada que se encuentra a medio abrir. Ella bajó e ingresó en el local, del cual provenía una estruendosa música. Flores, que se había quedado dentro de su auto a algunos metros del lugar, observó la escena con mucho cuidado, intentando comprender qué era aquello.

Dos minutos después, salieron de allí dos hombres. Estaban vestidos de saco y corbata y tenían graves problemas para mantenerse en pie. Se alejaban del local balbuceando canciones con grandes gritos y hacían comentarios obsenos sobre unas mujeres que vieron. “Típico: oficinistas saliendo de un night club”, reconoció el detective a juzgar por su facha y extrovertida actitud.

Se le hacía raro tener que esperar que se retirara del club, así que Flores salió del auto, se desarregló algo la corbata que tenía puesta desde la mañana y caminó decidido hacia el local. Tras cruzar la reja, entró en un jardín principal. Varios hombres, parecidos a los que recién se habían marchado, pululaban en cada rincón del césped.

Pero el estruendoso sonido no proviene de allí, sino de la entrada al primer piso de un edificio, entrada que dos intimidantes vigilantes custodian con indiferencia. Flores se acercó decidido a entrar, y los vigilantes lo detuvieron. “Son cincuenta”, dijo uno de ellos, y el detective actuó muy presto en colocar el billete en su mano.

(continúa)

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El rey Azul (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

La noche le fue inexplicablemente tensa para el rey. Eduardo nunca antes imaginó que Azul llegaría al extremo de matar a un súbdito de su corte. Se paso la noche paseando por su aposento hasta que el cansancio lo venció y se quedó dormido. No tardó en venir un sueño a su cerebro. Se veía a sí mismo cabalgando por el prado muy rápidamente.

No podía decir con certeza si persigue o es perseguido, hasta que su caballo se encabrita. Pierde el equilibrio y cae al verde pasto que cubre el llano. Siente brotar de su cabeza la sangre que emana. Está presto a recuperarse cuando un hombre desconocido lo ataca con una espada. Intenta defenderse pero es golpeado con mucha fuerza.

El rey extiende su mano para alcanzar al desconocido, quien alza su espada y dice: “Un solo gemelo”. La espada cae sobre Eduardo, quien despierta sobresaltado de su sueño. El rey recobra el aliento mientras se da cuenta que aún sigue en su aposento. La mañana empieza a apoderarse del recinto.

Petreos entra presuroso en el lugar, disculpándose por entrar así de no ser por los gritos que el rey lanzó en el sueño. “Mi señor, ¿qué sucedió?”, fue lo primero que preguntó el líder del ejército. “Fue un grito de guerra: hoy escribiremos una nueva historia”, señaló Eduardo y le pidió a sus vasallos que lo alisten para la batalla.

(continúa)

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Durante el tercer año (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

La salida al cine fue un éxito y Luis y Mónica vivieron las siguientes dos semanas con una sensación renovada de que las cosas están mejor que nunca. O quizá fue exceso de confianza que lo dijeran. Lo seguro es que nunca imaginaron que una invitación pondría, una vez más y para siempre, su mundo de cabeza.

Sofía, una de las mejores amigas de Mónica, la llamó antes del fin de semana. Quería verla para compartirle sus entretenidos planes. Mónica aceptó de buen gusto y se encontró con su amiga en un café cerca de su casa. “Amiga, ¿cómo has estado?”, fue lo primero que ella dijo luego de verla llegar y darle su respectivo abrazo que le quita la respiración.

Luego de beberse unos sorbos de su café, Sofía fue directo al tema: “Pues estoy juntando a la gente del cole para un reencuentro”. Ahora la emocionada era Mónica, quien le dijo que contara con su asistencia. Y casi de inmediato sacó su celular de su cartera. “¿Qué haces?”, le preguntó su amiga al ver que digita un número.

Mónica señaló que quería avisarle a Luis para que la acompañara ese día. “No amiga, es una fiesta sólo para la promo”, señaló Sofía algo severa. La cara de Mónica dejó en claro que los problemas iban a surgir.

(continúa)

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