Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie dos)

Relatos literarios escritos por fascículos

Pacto de necesidad (capítulo cuatro)

[Visto: 405 veces]

(viene del capítulo anterior)

Llegaron a la cola pero no tuvieron mucha suerte: sólo quedan entradas para una película de terror. Si bien César no tenía problemas en ver una, sí tenía la duda que fuera del gusto de Camila. “Sólo queda esta peli, si te parece…”, empezó a decirle cuando ella le respondió. “Sí, vamos a verla”, contestó ella con cierta ansiedad. César confió en la palabra de su amiga y compró las entradas.

Se dirigieron hasta la sala. Había tantas butacas vacías que prefirieron sentarse cerca de la salida por si el miedo fuera muy chocante. La película comenzó y observaron el espacio más oscuro que lo normal. La película transcurre sin sobresaltos. La ansiedad de Camila se ha desvanecido y César siente que, después de todo, ha sido una buena decisión.

De pronto, el asesino se esconde detrás de un arbusto. Su víctima camina por el sendero algo despreocupada. Quizá no se ha dado cuenta que comienza a oscurecer. Camila sí. Su ansiedad va en aumento. El asesino sale con cautela y avanza por detrás. Su víctima voltea de repente. El asesino se aprestar a dar la puñalada y…

Camila le está apretando el brazo a su amigo con sus manos muy firmes. “Tranquila Cami, ya pasó”, dice César pero ella oculta el rostro contra el brazo y no lo deja. Él decidió acariciarle su rostro y su cabello, hasta que sintió que ella se sintió un poco más segura. Camila levantó la mirada y lo vio con un poco de tristeza.

“Lo siento”, dijo ella apenada por lo sucedido. “No te preocupes amiga. ¿Nos vamos?”, dijo César y ella asintió. Los dos se pararon y salieron hacia la calle. Ella sintió algo de frío y sus manos tomaron el brazo de César. Esta vez la suavidad del gesto le hizo a César esbozar una sonrisa.

(continuará)

Pacto de necesidad (capítulo tres)

[Visto: 381 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aquel sábado, César demoró en alistarse. Había pasado tanto tiempo desde su última cita (porque esto se parece mucho a una cita, ¿no? pensó) que demoró varios minutos en encontrar una camisa que considere “decente” y un pantalón que le proyectara “personalidad”.

Y cuando se vistió, no estuvo conforme. “¡Huevadas! Me pongo lo que yo quiero”, dijo mientras se sacaba la camisa y la tiraba por el suelo. En ese ajetreo, se le pasó la hora y llegó a la casa de Camila como a las siete y media. Ella apareció con un polo bien suelto y unos jeans bien gastados. “¡Que bien amigo!, Veo que hemos coincidido”, comentó ella al verlo llegar con la misma facha.

Se rieron mutuamente por la feliz coincidencia y caminaron hacia la avenida. César pensó que en algún momento iban a dirigirse al parque cercano pero sus pasos los acercaron cada vez hasta el centro comercial. “Vamos al cine”, dijo Camila y él asintió con la cabeza. A lo lejos, parecía como si se formaran muchas personas para la función. “Hay que apurarnos”, señaló su amiga y comenzó a correr.

(continuará)

Pacto de necesidad (capítulo dos)

[Visto: 403 veces]

(viene del capitulo anterior)

Ellos caminaron hasta el paradero. Camila se sentía más tranquila y eso hizo pensar a su amigo que sólo quería un poco de consuelo. César se disponía a irse cuando ella lo detuvo. “Te parecerá un poco loco pero quiero pedirte algo”, señaló ella mirándolo con algo de tristeza y algo de esperanza. César se mostró afirmativo y quiso saber cuál era su pedido.

“¿Te parece si salimos el sábado a pasear?”, preguntó ella. “Sí, tengo la tarde libre”, señaló él muy convencido. Camila le dijo que la fuera a buscar como a las siete. Él estuvo de acuerdo y se despidió de su amiga con el beso en la mejilla. Ella cruzó la avenida y volteó a mirarlo sólo para despedirse alzando su mano. César respondió de la misma manera a su saludo y sonrió un poco.

Subió a un bus y se dirigió a su casa. Durante el trayecto, se preguntó por qué ella lo buscaría ahora. “Sé que antes no me trató mal, pero tampoco fue muy cercana. ¿Por qué le hago caso?”, pensó para sus adentros, intentado comprender la extraña solidaridad de su alma. “Lo sabré el sábado”, se respondió de forma ambigua, queriendo no razonar de más.

(continuará)

Pacto de necesidad

[Visto: 292 veces]

César recibió una llamada a las once de la noche. Camila, su amiga de la universidad, es quien se comunica a tan extraña hora. Él responde y lo primero que nota son los sollozos que emite su amiga. “Dime Camila, ¿qué pasó?”, preguntó preocupado por su llanto. “Ven pronto a mi casa, tengo algo que decirte”, fue lo que dijo antes de cortar.

Él se lo pensó un par de minutos, pero al final decidió ir. Poco importó que mañana tuviera clase a las nueve, o que la casa de su amiga quedara a diez minutos en auto. Salió de su departamento rápidamente, con la esperanza que ella no hubiese cambiado de opinión por no verlo llegar a tiempo. Quizá al final demoró veinte o veinticinco minutos hasta que llegó a la puerta de la casa.

Tocó el timbre y oyó cómo unos pasos presurosos se acercan detrás de la puerta. “¿Quién es?”, pregunta ella para asegurarse. “Soy yo, César”, confirma él y la puerta se abre despacio. Él quiere saludarla pero ella se adelanta. Lo abraza con mucha ansiedad y él demora un poco en darse cuenta que su abrazo no es solo protección, también consuelo. “Ya estoy aquí”, dijo César transmitiéndole seguridad.

(continuará)

Y otra vez (capítulo final)

[Visto: 365 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Pucha, lo sentimos man”, dijo uno de sus compañeros poniendo una mano sobre su hombro. “Sí pues, ya quisiera que sólo hubieran sido Lidia y Sofía”, respondió Gonzalo y dejó estupefacto a todos. “¿Acaso hay más?”, repreguntó uno de ellos sin creer lo que dijo.

“Por supuesto”, comentó el desafortunado oficinista y mencionó sus casos emblemáticos: Clara, la estudiante de su curso de italiano; Miriam, la bella estilista de la peluquería; Cintya, la chatita de la tienda; Sonia, su mejor amiga de la universidad…

Uno de ellos alzó la mano y pidió la presencia del mozo. “¿Desea más chelas?”, preguntó casi de forma retórica. “Sí joven, dos cajas más por favor”, señaló el amigo poniendo un billete de cien en sus manos. Estaba seguro que la noche sería larga, muy larga…

Y otra vez (capítulo ocho)

[Visto: 381 veces]

(viene del capítulo anterior)

“¡Dos más por favor!”, pidió uno de los compañeros al cantinero al ver que el relato los había dejado con los vasos vacíos. Las dos chelas aparecieron lo más rápido posible en la mesa y el relato pudo continuar…

Lidia se bajó del bus sin mirarlo y Gonzalo la siguió, esperando poder darle sus explicaciones. Sin embargo, ella parece absorta en llegar a su casa. “Lidia, por favor, escúchame”, fue el pedido que, como un ruego, el pobre muchacho hace muy a su pesar.

De pronto, Lidia se detiene. Gonzalo, ya preocupado porque sentía que desfallecería de un momento a otro, la miró a la cara. “Lo siento Gonzalo, yo ya quiero a otro”, se lo dijo con total frialdad. Él se quedó congelado mientras la chica, su chica, se va sin ningún remordimiento.

(continuará)

Y otra vez (capítulo siete)

[Visto: 349 veces]

(viene del capítulo anterior)

Lidia aún no sale de su asombro. Mira a Gonzalo con cierta repulsión por lo que hizo y por qué lo hizo. “¿Qué estás haciendo? ¡Pudiste haberte matado!”, fueron sus frases de reclamo a quien había subido de esa manera.

“Sí, lo siento, pero tenía que hablar contigo”, respondió Gonzalo dándose cuenta del peligro al que expuso a todos. “Bastaba con que me hubieras llamado”, le retrucó ella viéndolo ya como una seria amenaza de la que se tiene que deshacer.

“Lidia, disculpa pero ya estoy aquí. Hablemos”, fue su débil argumento de convencimiento. Lidia le lanzó una mirada de estupor y esa fue toda su contestación. Para Gonzalo fueron los treinta minutos más largos de su vida… y los pasó en silencio.

(continuará)

Y otra vez (capítulo seis)

[Visto: 425 veces]

(viene del capítulo anterior)

El pobre Gonzalo no sabe qué hacer. Cómo es posible que otro esté hablándole de la forma en que lo hace él. “No… tiene que haber una explicación”, exige despechado por lo que está viendo y decide caminar más rápido.

El ímpetu le gana y sus piernas empiezan a correr más deprisa, al darse cuenta que Lidia se despide de su amigo con un beso demasiado apasionado, y se dispone a subir en el bus que la lleva a su casa. Gonzalo se esfuerza al máximo por llegar cuando el bus arranca.

Lidia había conseguido un cómodo asiento y, cuando saca su cuaderno para leer unas anotaciones, escucha un ruidoso golpe que estremece a todos los pasajeros. Nadie entiende lo que ha pasado hasta que ella mira a la puerta de subida: Gonzalo se ha arrojado sobre la escalinata y, de a poco, se salvó de morir arrollado.

(continuará)

Y otra vez (capítulo cinco)

[Visto: 386 veces]

(viene del capítulo anterior)

Lidia lo saluda por cortesía. Y eso le extraña a Gonzalo porque la semana pasada todo estuvo muy bien. Él le preguntó cómo se sentía, pero ella solo atinó a decir que no había dormido bien y que se sentía algo cansada.

“Bueno, te veo a la salida”, fue la escueta respuesta de Gonzalo y se despidieron. Al besarla en la mejilla notó otra vez esa infame frialdad. Cuando volvió al aula luego del recreo, se preguntó si sería buena idea insistir en el por qué de su actitud. Para cuando llegó la hora de salida, él se apresuró en salir primero del colegio.

No la vio en el portón y se puso hablar con el vigilante de la institución para saber si la había visto. “Sí, ya está en dirección al paradero”, fue la contestación del hombre. Gonzalo agradeció y se apresuró en llegar al paradero. Grande fue su sorpresa al verla caminar acompañada de otro muchacho.

(continuará)

Y otra vez (capítulo cuatro)

[Visto: 351 veces]

(viene del capítulo anterior)

“¿Que no es la primera vez?”, preguntó uno de sus amigos aún sin creer lo que había oído. “Hace muchos años de esto, yo ni los conocía”, respondió Gonzalo como introducción a su desventurado relato. Él mira hacia la calle, que se le hace conocida.

Se mira así mismo, sólo que unos años más joven. Aún es un adolescente asistiendo al colegio. Y a pesar de que sólo quisiera estar pendiente de los estudios, hay alguien que le quita su atención. Una chica un año menor que él es quien lo tiene distraído buena parte de la mañana.

Y es que su pensamiento lo pone ansioso hasta que llega la hora del recreo. El timbre resuena por todo el colegio y Gonzalo se apresura en guardar el cuaderno en su mochila y salir hacia el patio lo más rápido que puede para poder verla. “Hola Lidia”, la saluda alegremente al tenerla cerca.

(continuará)