(viene del capítulo anterior)
Llegaron a la cola pero no tuvieron mucha suerte: sólo quedan entradas para una película de terror. Si bien César no tenía problemas en ver una, sí tenía la duda que fuera del gusto de Camila. “Sólo queda esta peli, si te parece…”, empezó a decirle cuando ella le respondió. “Sí, vamos a verla”, contestó ella con cierta ansiedad. César confió en la palabra de su amiga y compró las entradas.
Se dirigieron hasta la sala. Había tantas butacas vacías que prefirieron sentarse cerca de la salida por si el miedo fuera muy chocante. La película comenzó y observaron el espacio más oscuro que lo normal. La película transcurre sin sobresaltos. La ansiedad de Camila se ha desvanecido y César siente que, después de todo, ha sido una buena decisión.
De pronto, el asesino se esconde detrás de un arbusto. Su víctima camina por el sendero algo despreocupada. Quizá no se ha dado cuenta que comienza a oscurecer. Camila sí. Su ansiedad va en aumento. El asesino sale con cautela y avanza por detrás. Su víctima voltea de repente. El asesino se aprestar a dar la puñalada y…
Camila le está apretando el brazo a su amigo con sus manos muy firmes. “Tranquila Cami, ya pasó”, dice César pero ella oculta el rostro contra el brazo y no lo deja. Él decidió acariciarle su rostro y su cabello, hasta que sintió que ella se sintió un poco más segura. Camila levantó la mirada y lo vio con un poco de tristeza.
“Lo siento”, dijo ella apenada por lo sucedido. “No te preocupes amiga. ¿Nos vamos?”, dijo César y ella asintió. Los dos se pararon y salieron hacia la calle. Ella sintió algo de frío y sus manos tomaron el brazo de César. Esta vez la suavidad del gesto le hizo a César esbozar una sonrisa.
(continuará)