Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie dos)

Relatos literarios escritos por fascículos

Viajero en la noche (capítulo seis)

[Visto: 308 veces]

(viene del capítulo anterior)

Memo avanzó con Gerardo hacia el hombre y se sorprendió por la excesiva reverencia con la que su amigo saluda al jefe de la empresa. El señor se levantó de su asiento y se acercó a Memo. “Mi estimado amigo, me llamo Aníbal y me gustaría preguntarte algo”, se identificó y entró en confianza con el recién llegado.

Aníbal le preguntó si quería trabajar para él. “Sí”, fue la respuesta convencida que dio Memo sin dudar, animado por todo lo que su amigo le había contado previamente. Gerardo, por su parte, suspiró aliviado. “Bien dicho, estás dentro”, y dirigiéndose a Gerardo, le pidió que le indicara cuál sería el plan para la próxima semana.

Los amigos se despidieron de Aníbal y salieron rápido de la oficina, sobretodo Gerardo, que tenía una prisa increíble. Mientras le conducía a uno de los módulos, Memo le preguntó por qué la premura de todo esto. Gerardo se quedó callado unos instantes, la tensión le había ganado.

“Tengo que ordenar mis cosas. Mañana hago un último viaje para la compañía”, se excusó su amigo, regresando a explicarle otra vez las funciones que va a realizar.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo cinco)

[Visto: 324 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la semana siguiente, Memo se dirigió hacia la dirección que Gerardo le dejó el otro día. Su elegante terno hizo juego con el moderno edificio al que entró para su entrevista. El joven de recepción le dio un número de identificación y subió por el ascensor hasta el quinto piso.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, pudo ver que había muchos módulos pero pocas personas. “Será que aún es muy temprano, pensó en sus adentros y miró su reloj. Son las ocho y cinco minutos, así que tiene sentido. A los pocos segundos apareció Gerardo para saludarlo.

“Ven vamos, es por aquí”, dijo su amigo y lo dirigió hacia la derecha. ambos caminaron hasta la puerta doble de una oficina. Gerardo tocó la puerta con respeto. “Pasen”, se escuchó desde adentro y ambos ingresaron. Una mesa larga se extendía antes ellos y, al otro extremo, un señor de unos cincuenta años los observa con la debida atención.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo cuatro)

[Visto: 327 veces]

(viene del capítulo anterior)

Memo quedó intrigado por la respuesta, así que Gerardo le contó que su trabajo lo había llevado a conocer gran parte del mundo durante los últimos años. “Pero, como todo en la vida, este empleo tiene un límite para mí. Tras tantos años disfrutándolo, he decidido dejarlo”, señaló su amigo con sobriedad.

Memo está absorto. Si el trabajo es tan bueno, ¿por qué lo deja?, le preguntó por curiosidad. “Tan simple como que me cansé”, dijo Gerardo algo resignado para luego agregar, “pero no puedo renunciar aún porque necesito un reemplazo”. Los ojos de Memo parecían no salir de su asombro. ¿Será acaso qué…?

“Por eso te he buscado. Sí, estoy pensando en ti para el puesto”, afirmó Gerardo con una sonrisa bonachona. Aún sorprendido, Memo estuvo a punto de decir que sí de inmediato. “¿Será que lo puedo pensar un par de días antes de responderte?”, dijo Memo con cautela. “Claro, no hay problema. Me avisas”, dijo Gerardo sin dejar de sonreír.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo tres)

[Visto: 332 veces]

(viene del capítulo anterior)

Había llegado un nuevo fin de semana. Memo sale por la puerta de la oficina de lo más despreocupado. Un amigo suyo lo ha invitado a la inauguración de un nuevo bar a unas cuadras de allí y camina darle el encuentro. Finalmente le da el alcance en una esquina.

Gerardo lo saluda con afecto. Es la primera vez que se ven luego de un par de años separados por los compromisos personales de cada uno. Bajan por un par de calles y entran en una espacio amplio. Varias mesas hay por escoger. A un costado, hay una barra donde un barman espera por los clientes.

“¿Qué se les ofrece señores?”, dijo un cortés mozo que se acercó a atenderlos. Ellos pidieron un par de chelas para empezar. “Por la amistad”, dijo Gerardo e hicieron un brindis con el primer sorbo de la bebida. Memo le preguntó a su amigo qué había hecho todo este tiempo que no se habían visto. “Estuve de viaje, un largo viaje”, señaló su amigo con aire de misterio.

(continuará)

Viajero en la noche (capítulo dos)

[Visto: 312 veces]

(viene del capítulo anterior)

“¿Te conozco?”, preguntó Memo algo atemorizado. “No lo creo, pero hay algo que puedo proponerte”, señaló el desconocido con aire de suficiencia. En parte por el alcohol, en parte por la sorpresa, Memo soltó una carcajada que cubrió el ambiente por unos segundos.

“No sé por qué te ríes si te estoy hablando en serio”, habló el hombre con no tanta amabilidad. Este cambio desconcertó a Memo, quien miro a los costados para ver si había alguien cerca. Vio que un sereno camina por allí y quiere avisarle. “Sereno, ayuda”, gritó el joven. Rápidamente, el sereno se acercó y vio como el desconocido se iba a correr por una estrecha calle.

Memo también corrió para encarar al sujeto. El desconocido fue más rápido y dobló la esquina antes. Para cuando los otros dos llegaron no vieron a nadie en la calle. “Es como si se hubiera desvanecido”, comentó Memo mientras veía al sereno y no entendía qué había sucedido.

Unas calles más abajo, el desconocido camino hacia una banca donde otro hombre vestido con terno lo espera. “Quién diría que un señor de la noche no debe ser sutil”, saludó al recién llegado. Lo miró medio enojado pero recuperó luego la compostura: “No se volverá a repetir. Esta vez será distinto”.

(continuará)

Viajero en la noche

[Visto: 331 veces]

Memo alza su brazo para mirar su reloj. Son las dos de la mañana y aún no ha terminado el vaso de cerveza que sostiene en la otra mano. Bebe un par de sorbos y deja el vaso casi vacío sobre la barra. Se despide de algunos amigos y sale a caminar en dirección al parque cosmopolita.

Una fría y suave brisa lo acompaña en su caminata mientras las luces de los faroles iluminan la senda que recorre. No se siente triste, la noche fue buena. “Aunque, tal vez”. Entonces recordó que Luisa, aquella amiga que le prometió desde el lunes que iría, no llegó a su fiesta. “Quizá se le olvidó, se lo preguntaré después”.

Veinte minutos más tarde, empieza a notar la vegetación del parque, esa que parece tan alegre tras una fina garúa que humedeció las calles. Se dispone a avanzar hasta la esquina donde paran los taxis. De pronto, una persona se para frente a él. A pesar de tratarse de un muchacho bien vestido y de contextura mediana, algo en su mirada le provoca a Memo una súbita incomodidad.

Pacto de necesidad (capítulo final)

[Visto: 455 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, César llamó a Camila para saber cómo se encuentra. Ella se disculpó con él, no había sido su intención dejarlo plantado. “Tu tía me comentó que habías tenido un problema familiar, por eso saliste de pronto”, preguntó el joven.

Ella se quedó en silencio un rato. Luego suspiró y le contó lo ocurrido. Sus padres se habían reunido con Camila para anunciarle que viajarían en un par de días al extranjero. “Me voy a vivir con ellos, siempre lo habíamos deseado”, dijo Camila estas últimas palabras como si no las sintiera cercanas. Como si una pesadilla hubiera surgido frente a ella.

A pesar del impacto de la noticia, César se contuvo y la felicitó por la noticia. “Pues espero que te vaya muy bien”, fue la breve respuesta del joven, quien cortó la llamada porque no podía contener la tristeza. Sintió que, para Camila, sólo había sido una situación temporal de su vida, un actor secundario de un breve momento.

Ya no tenía por qué estar más. Ya Camila consiguió lo que le era suficiente. Y, definitivamente, el pacto de necesidad se ha roto.

Pacto de necesidad (capítulo siete)

[Visto: 422 veces]

(viene del capítulo anterior)

Jadeando por el esfuerzo, César llegó a la puerta del departamento de Camila. Se dio un momento para recuperar el aire y luego tocó el timbre. Sin embargo, ella no estuvo cuando se abrió la puerta. Mas bien una señora cuarentona se plantó frente a él.

César preguntó qué había pasado con Camila. “Disculpe joven, pero mi sobrina tuvo un problema familiar y salió de urgencia”, señaló la señora brevemente y le dio un papel. En este, había un número de teléfono para que la pudiera llamar.

César agradeció a la señora por el mensaje y se retiró al paradero. Prefirió no llamar ese día, seguro que Camila no le respondería. “Será mejor mañana”, dijo para sus adentros. Espero en el paradero hasta que llegó el bus, al que subió lentamente y con cierta decepción.

(continuará)

Pacto de necesidad (capítulo seis)

[Visto: 322 veces]

(viene del capítulo anterior)

Son las siete de la noche y César aún se nota preocupado. Es verdad que ya se encuentra en camino hacia donde Camila. Lo malo es que ya ha salido hace más de media hora y, a pesar de haber conseguido asiento, el tráfico le carcome la paciencia.

“El reloj que avanza y este bus que no”, se lamenta César. El tiempo transcurre y él se siente cada vez más impotente ante la incómoda circunstancia. Mira por la ventana ansioso. Siente que si camina desde ese momento, podrá llegar a tiempo.

Se decide y baja del bus. Comienza a caminar con cierto apuro pero esperanzando en que verá tranquila a Camila. Así pasan varios minutos, en los que cree estar ya muy cerca, hasta que llega a la esquina y ve otra cuadra por pasar. “Creo que calculé mal”, se dice internamente, al tiempo que comienza a correr para llegar temprano.

(continuará)

Pacto de necesidad (capítulo cinco)

[Visto: 328 veces]

(viene del capítulo anterior)

César acompañó a Camila hasta la puerta de su departamento. Ella le agradeció por la salida. “¿Te parece si salimos otro día?”, le preguntó antes de que él se vaya. César contestó que sí y que le llamara la próxima semana para confirmarlo. La joven sonrió de nuevo y se sintió contenta al cerrar la puerta.

Durante la semana, a César se le nota un cambio de actitud. De lo calmado que había estado en sus estudios, de pronto se muestra muy ansioso ante la llamada que no llega a su negro celular. Distraído y aburrido, su mirada rehuye las páginas de los libros porque, por culpa de esa ansiedad, no los entiende.

Todo cambió cuando llegó otra vez el fin de semana: Camila lo llamó en la tarde y le preguntó si estaría libre esa noche. César respondió afirmativamente y, sin esperar un minuto más, recogió sus libros y anotaciones, los colocó dentro de su mochila y fugó de sus clases rumbo a su casa.

Sabía que ya eran las cuatro de la tarde y le quedaría poco tiempo si quería llegar a la hora acordada. “Con fe”, dice para sus adentros mientras para el bus y sube esperanzado pensando en la cara de Camila.

(continuará)