Malena empezó aquella misma noche la tarea de revelar las invisibles palabras. Cogió un lápiz de su escritorio, y empezó a sombrear las páginas del cuaderno para resaltar los hundimientos del escrito de Alberto. Cuando empezó a leer los trazos descubiertos, sus ojos volvieron otra vez a humedecerse.
“No entiendo a Malena. Hasta hace un mes era una enamorada normal. Ahora, hay días que está alegre, vivaz. Hay otros en que anda malhumorada, cerrada. No sé si tenga que ver con la cita que tuvo con el médico. Esa vez, al preguntarle sobre el diagnóstico, me evadió. Tras mucho insistir, sólo me dijo, con los párpados bajos, que era culpa del cansancio. Y no le creo”, se leía en uno de los párrafos.
Sentada en el sofá de su sala, lloró amargamente durante unos minutos por ese cruel secreto. Tras secar sus lágrimas, llamó a Gerardo. “He descubierto algo. Ven a mi casa”, dijo ella al gemelo con cierto aire de tristeza…