Poco es lo que sientes. Viendo con los ojos en medio de la oscuridad que se baña en luces multicolores, el cuerpo bailando casi por inercia, la risa desternillada provocada por una broma monse. Ya no te queda aliento, pero ni te inmutas porque poco sientes.
Fabi mira desconcertada la actitud de Enrique. “Kike, ¿cuánto has tomado?”, le pregunta haciendo muecas de desaire. Pero él no le hace caso. Son las tres de la mañana y quiere divertirse un rato más. Aunque no lo sienta.
Dos horas después, sin embargo, despierta y… ya no hay nadie. La discoteca está cerrando, las mesas están vacías y apenas una pareja en la pista, coreografiando una danza que poco importa. Levanta el brazo para ver el reloj. “¡Por las!”, exclama, levantándose de la silla con desgano.