Quince minutos les tomó el trayecto restante hasta Ciudad Tejeda. Al entrar en ella, vieron que los restaurantes y bares se manifestaban muy activos, tal vez demasiado. “Es el Festival de Marzo”, empezó a explicar Jano recordando viejos tiempos: son los días donde las personas aprovechan el último ímpetu del verano, para derrochar la energía corporal que, dicen, viene del sol.
Él paró la camioneta a media calle y salió. “Voy al teléfono, cuídense de no decir nada”, les recomendó antes de caminar hacia la cabina pública de la esquina. “¿Conoces a alguien aquí?”, le preguntó Mirella intrigada a Neto. “A nadie”, contestó él igualmente desconcertado.
Al poco rato, volvió Jano. Su rostro denotaba extrema atención y cuidado, mientras la calle se llenaba poco a poco con más gente. “Vamos al bar de enfrente”, afirmó. “¿Y qué haremos con él?”, preguntó Neto, señalando al conductor. “Tengo una idea”, sonrió Mirella y les contó rápidamente su plan.