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La noche me ampara
bajo su fría cubierta
siendo amiga cómplice
y amante sincera.
Vueltas y más vueltas
doy por su extraña ruta
que invita a perderme
por lugares siniestros.
Es el camino que me llama,
que insistente me busca
en la ciudad salvaje
donde no mora el silencio.
Un ruido infernal
que destroza mis oidos
se acumula violento
en mi intranquilo cerebro.
Me somete y me sofoca,
me hace daño demasiado
y me acoge con dureza,
me convierte.
Ya no soy yo,
soy algo nuevo,
más que noche,
más que ruido.
Espíritu nocturno
envuelto en el sonido,
que se desvanece pronto
en el amanecer.