Indiscretos

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Es un viernes por la noche. Para Alberto, no es una noche cualquiera. Después de mucho tiempo, espera a una amiga. Casiopea llega a la puerta del restaurant. Mira adentro para ubicarlo. Sus ojos se mueven de derecha a izquierda hasta encontrarlo leyendo en una céntrica mesa. El libro parece tenerlo muy interesado, tanto que ella debe poner sus dedos sobre el relato para presentarse.

Ella se rie al percatarse del gesto de sorpresa de su amigo. Alberto amablemente se disculpa por su desatención, “pero no sabes cómo me atrpan estas historias”. Ella se volvió a reir y le dijo que se lo perdonaba, luego de lo cual se sentaron y llamaron al mozo para que les abriera una botella de vino mientras esperaban la cena.

Cuando Casiopea habla, Alberto la escucha atentamente. Cuando Alberto habla, tiene la necesidad de ser breve. O incluso de ser interrumpido: no concibe a Casiopea en silencio. Prefiere escuchar su voz y mirar su sonrisa aunque a veces se le escape un  comentario controvertido. Quizá porque no va en plan de amigo, quizá porque busca algo más.

Terminada la cena y pagada la cuenta, ambos paran un taxi. Se dirigen a una librería donde ella dejó encargado un libro nuevo. Alberto le ha preguntado por el libro y ella le contesta con mucho entusiasmo. Pero al final, el libro sólo es excusa para seguir escuchando a Casiopea.

(continúa)

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