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Se te nota en la cara
lo que has caminado
bajo el sol abrazador,
entre arbustos muy secos.
Pero tu enorme sacrificio
te parece muy poco
pues sigues al Maestro
que predica con su ejemplo.
Y sientes que no continuarás
si no pruebas bocado,
buscando inquieto te pones
por algo de comer, de beber.
Es cuando te avisan
que el Maestro dará de comer,
pero no saben el alimento
ni tampoco el requerimiento.
“Cinco panes y dos peces”,
murmulla la angustiada gente
esperando una respuesta
de forma impaciente.
Cristo bendice
y a repartir empieza:
a cada uno le toca
y todos se alimentan.
Saciado el forastero,
sorprendido se pregunta
si esto fue una ilusión,
si no fue tan simple.
Escucha una cálida voz,
es Cristo quien le dice:
“No tendrás más hambre
pues este es pan de vida”.