(viene del capítulo anterior)
Eduardo y sus más leales soldados enfrentaron la carga de los dos ejércitos que, luego de algo más de dos horas de lucha, lograron romper su resistencia y conseguir su rendición. El rey fue tomado prisionero y conducido hasta la carpa principal de los rebeldes.
Petreos se encargó de conducirlo hasta la presencia de Azul, quien mostró su beneplácito al ver al capturado. “Mi señor, has conseguido la victoria”, dijo el viejo líder y se abrazó con el príncipe gemelo. “¡Traición, traición!”, gritó Eduardo contemplando con estupor la escena.
Azul se acercó ante el capturado rey y le dijo lo siguiente: “No hubo traición porque Petreos siempre fue leal a mi”. Mientras a Eduardo se le hacía difícil comprender esa idea, Azul recompensó a Petreos por su actuación en la batalla y le pidió que lo viera más tarde. Petreos se retiró de la carpa, quedando los dos hombres en la incómoda situación.
(continúa)