(viene de capítulo anterior)
Apenas ubicó a Silva en la comisaría, Flores le entregó las hojas dibujadas. Con mucha cuidado, el detective borró varios de los rayones hasta que pudo descubrir dos figuras que se le hacían conocidas. Las miró más de cerca con una lupa y luego revisó las fotos de la piel de la víctima. Poco a poco se sorprendió de lo que fue encontrando.
“Quiero que mires con detenimiento estas figuras”, dijo Silva y le mostró los dos tatuajes que Laura se imprimió en su piel. Flores tomó la lupa y empezó a examinar las fotos. Luego miró con mayor detalle los símbolos que Laura había dibujado. No tenía ninguna duda: eran totalmente idénticos.
“¿Pero cómo es posible?”, se preguntó Flores intentando armar un argumento. “Es muy simple: ella armó una historia para despistarnos de su responsabilidad”, respondió Silva, dejando en claro que Laura no sólo había sido víctima sino también ocasional verdugo. Flores se sintió como un tonto y decidió poner todos sus esfuerzos en capturar a la fugitiva.
(continúa)