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Es tan sólo otro día
en el mismo paradero,
subiendo al mismo bus,
pagando igual pasaje.
Y todo aquello tan trivial,
tan cotidiano y terreno,
se vuelve relevante
cuando te veo allí.
Sentada o parada,
con anteojos o sin ellos,
me alegra el día ver
tus ojos tan bellos.
Esperé sentarme a tu lado
para verte, admirarte,
quizá una palabra,
una sonrisa arrancarte.
Y de fortuna lo logré
pero ¿para qué?
Sólo para encontrarme
cobarde y silente,
pues se trató de un simple gusto,
un acercarme y por gusto.