Antes de los 28 (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

Al verlo, Nico no sabía si ignorarlo o pretender llamar la atención bajando del bus. Sin embargo, Dante lo miraba muy tranquilo y sólo esperaba que pronunciara alguna palabra. El joven le preguntó qué hacía allí. “Dirigiéndote hasta tu destino”, afirmó Dante con una faz sin rastro de alegría ni de tristeza.

Como quiera que Dante no dijo nada más durante el viaje, Nico se quedó dormido inclinando la cabeza en la ventana. Fueron los viente minutos más largos de su vida, cuando sintió que unos dedos le golpean en el hombro. “Ya es hora de bajar”, señala Dante apresurándolo. Medio somnoliento, Nico se levanta del asiento y sigue al hombre vestido de negro.

Nico se da cuenta que han llegado a su calle favorita, aquella donde se encuentra el pequeño bar donde los tres amigos celebraron su cumpleaños veintisiete. A medida que avanza por la acera, las lágrimas escapan de sus ojos y discurren por las mejillas. Finalmente, sus pasos paran delante de la entrada del bar que, a pesar de ser viernes, está cerrada.

“Entremos a darle un vistazo”, dijo Dante y, dando un chasquido, movió las puertas.

(continúa)

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