A pesar de los esfuerzos de Alejandro y Baker, no lograron separar aquel día el ADN de los cristales. Cerca de la medianoche, ambos estaban totalmente fatigados. “No ganamos nada con este cansancio, vamos a dormir”, dijo Baker retirándose a su habitación.
El investigador se quedó dormido luego de unos minutos, pero sólo para tener inesperados sueño. “He vuelto aquí, he vuelto aquí”, volvió a escuchar… y de pronto se sintió transportado hacia una tierra extraña. Un suelo yermo con una atmósfera gris era todo su horizonte.
Observó una especie de casas junto a unas montañas. Volvió a escuchar esa letanía detrás de él y miró en esa dirección. Un hombre vistiendo algo parecido a un traje espacial se agachó hasta el suelo y luego se alzó con las manos al cielo. Baker se le acercó y le preguntó qué era este lugar. “Rasunia, mi hogar”, dijo el extraño mirándolo con una serena paz.
(continuará)