Comitiva en Jarumarca (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Camilo y el joven Sifuentes se miraban cara a cara a una distancia de treinta pasos. “Chico, aún te queda vida, esto no tiene por qué terminar así”, reflexionó el pistolero mientras su mano esperaba tocar su revólver. “Se lo debo a mi padre”, respondió el joven sin ningún temor.

Camilo quedó conmovido por la respuesta de Sifuentes. Dejó caer una lágrima mientras decidía en qué segundo actuar. El tren apareció en el horizonte y se escuchó su clásico pitido. Un viento inusitado sopló en el lugar y los dos hombres desenfundaron sus revólveres…

El joven Sifuentes cayó de rodillas a tierra y finalmente se desmayó boca abajo: otra vez la mano más rápida y el viejo revólver habían hecho un disparo perfecto por última vez.

La comitiva de jarumarquinos entró en la estación y algunos de ellos se llevaron el cadáver aún caliente. El tren paró y hombres y mujeres despidieron entre vítores y lágrimas a su héroe. Camilo caminó pausado hacia el estribo y, una vez allí, se despidió agitando el sombrero con su diestra.

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