Archivo por meses: abril 2013

Disputa en Los Robles (capítulo nueve)

[Visto: 742 veces]

(viene del capítulo anterior)

Constanza abrazó al muchacho con demasiada intensidad. Él la miró con ternura y acercó sus labios para poder besarla. Ella se fijó en sus intenciones y, tras al inicio, le dio un suave y breve beso. Lucho iba a darle otro beso, pero ella se negó. “Uno por vez”, le indicó Constanza con una sonrisa.

Ella le ayudó a levantarse, le secó las lágrimas y lo acompañó hasta la casa grande. Al llegar a las habitaciones se despidieron y cada uno se fue por su lado. Lucho continuó con su faena en el campo, hasta que Rodolfo lo volvió a llamar varias semanas después.

“Necesito que me acompañes a la ciudad, ve con González para que te dé tus instrucciones”, fue lo poco que dijo el patrón al ver entrar al joven en su oficina. Se dirigió donde González, el capataz, con el recado del patrón.

“Primero que nada, necesito que me ayudes a cargar esta bolsa”, y le señaló la bolsa negra que estaba a sus pies. Ambos llevaron el pesado bulto y un par de palas hasta una zona distante de la casa grande. “Hora de cavar”, dijo González soltando la bolsa y horadando la tierra alrededor.

(continuará)

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Comitiva en Jarumarca (capítulo ocho)

[Visto: 708 veces]

(viene del capítulo anterior)

Camilo no sólo rezaba: mientras lo hacía, recordó el día que mató a José Sifuentes. Prácticamente capturado, el villano, ya herido en una pierna, se quiso refugiar en la casa de sus hijos. El pistolero logró disparar hacia su revólver, desarmándolo y haciéndole caer al suelo.

Camilo recogió su arma y apuntó hacia Sifuentes. “Por favor, déjame ir, por mis hijos”, imploró el villano, señalando a sus vástagos, quienes asomaban la mirada por la puerta y la ventana. El pistolero los miró a los chicos, y se llenó de compasión. Bajó su revólver y dio media vuelta en dirección a la plaza.

 José Sifuentes se levantó y desenfundó otro revólver que tenía escondido en el tobillo. Pero Camilo, siempre confiado en el rabillo del ojo, se percató del ardid, giró sobre su eje y descerrajó un balazo que quebró el cuello del villano. Luego miró hacia los vástagos. “Lo siento mucho niños”, se dijo en voz baja y se retiró del lugar.

Al rezar otra vez, recordó que no había tenido otra opción, pero que los hijos de Sifuentes nunca lo entenderían así. Se levantó del reclinatorio y avanzó hacia la puerta del templo, la misma que abrió de par en par. Fue recibido con el sonido de varios balazos…

(continuará)

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Corazón de fuego

[Visto: 551 veces]

Enterado estaba de tu despedida,

la misma que no intentaba

ni por un segundo reclamar,

por más que el dolor causado

se anidara muy adentro.

Cansado ya de todo,

tan sólo quería digerirlo,

entenderlo y seguir tranquilo,

pero mi corazón no acepta,

se pone rebelde, se subleva.

Y mi corazón se crece

ante tu penosa partida,

a mil palpita

como caballo desbocado

que libre siempre quiere ser.

Y mi corazón se enciende,

se convierte en fuego

que me quema el pecho,

mientras poco a poco

en cenizas quedo.

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Ecos desde Rasunia (capítulo nueve)

[Visto: 669 veces]

(viene del capítulo anterior)

“He vuelto aquí. He vuelto aquí”… la frase se repitió en la cabeza de Baker durante buena parte de la noche. Al levantarse por la mañana, sintió como si un tambor golpeara en su cabeza. Se dirigió al comedor para tomar una taza de café y un pan.

Alejandro ingresó allí y lo saludó muy entusiasmado. “Debe venir a ver esto”, fue su lacónico mensaje. Aún fastidiado por el dolor, Baker bajó a la sala de reuniones y Alejandro le entregó un folder con un reporte.

“Hice un análisis de espectro del elemento: aparecieron dos sustancias desconocidas”, resumió así su experimento. Esto emocionó a Baker, pues comprobó la existencia del ‘cronofobio’ y la denominada ‘sustancia siete’. “Pero eso no es todo”, señaló el joven con mucha sorpresa, “también encontré restos de ADN”.

(continuará)

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Disputa en Los Robles (capítulo ocho)

[Visto: 620 veces]

(viene del capítulo anterior)

Habían pasado unas tres semanas desde que su padre lo dejó en la hacienda, y Lucho seguía pensando en él como el primer día. Más aún porque no recibió ninguna comunicación suya en ese tiempo. Él sólo se había dedicado a arar los campos para la próxima siembra.

Tras una agotadora jornada, donde incluso regresó ciertamente magullado a eso de las ocho de la noche, su tío Rodolfo lo invitó a conversar a la sala. Lucho, que ya se había aseado, vestido y cenado un suculento plato, aceptó la plática con cierta extrañeza.

“Hablé con tu padre antes de que se fuera… y no creo que vaya a regresar”, habló Rodolfo con cierta ambigüedad. El joven le reclamó el porqué de sus palabras. “Recibí esta carta ayer”, dijo su tío entregándole el sobre con la misiva, la misma que estaba dirigida a su nombre.

Rodolfo se retiró de la sala y lo dejó a solas. Lucho abrió la carta… pero no terminó de leer. A mitad de texto, salió corriendo de allí en dirección al establo. Se encogió a un lado y comenzó a llorar amargamente frente a los caballos.

Constanza, que estaba cerca de allí, al escuchar el llanto se dirigió al establo. Vio a Lucho y se arrodilló ante él. “¿Qué es lo que te pasa?”, le preguntó ella intentando comprender. “Por favor, sólo dame un abrazo”, pidió el muchacho muy dolido de enterarse que su padre está muriendo.

(continuará)

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Comitiva en Jarumarca (capítulo siete)

[Visto: 589 veces]

(viene del capítulo anterior)

Una vez echada la tierra sobre el féretro, antes de marcharse, los últimos presentes dieron el pésame a Camilo y su primo. Eran ya las tres de la tarde, y el sol, con sus potentes rayos, no parecía dar descanso al curtido pistolero.

Los dos hombres salieron del cementerio y se dirigieron hacia la casa del difunto. Al llegar a la plaza central, Camilo se detuvo y Eleuterio trató de convencerlo de ir a la casa. “Aún nos queda media hora para evitar este pleito, olvida este asunto primo”, intentó razonar Eleuterio, pero fue en vano.

Camilo miró hacia las dos entradas de la plaza: estaban custodiadas por los hijos de Sifuentes. “Ve tú, déjame terminar mi pelea”, respondió Camilo con desgano, y su primo, aún temeroso, le hizo caso. El pistolero caminó hacia el frente, en dirección a la pequeña iglesia de Jarumarca.

“¿A dónde crees que vas?”, le reclamó el primer hijo de Sifuentes viendo que Camilo empujaba la puerta de la iglesia. “Voy a orar por el alma de su padre… y por sus almas”, contestó con severidad el pistolero antes de cerrar la puerta.

(continuará)

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Ecos desde Rasunia (capítulo ocho)

[Visto: 649 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Los Ancianos observaron mi descubrimiento, la ‘sustancia siete’. Ellos determinaron que podía usarse. Mi persona, Yarod, fui comisionado hasta la última zona de resistencia de los perennios. Una vez allí, la “sustancia siete” reaccionó contra el ‘cronofobio’, produciendo pequeñas explosiones por todo el lugar.”

“Pero no era suficiente. Debía llegar hasta el recipiente principal, que era resguardado por Eroldo y Eufrocio. Junto con un pequeño grupo de perennios, logré acercarme hasta la caverna de los nefrios. El feroz ataque de los guerreros, liderados por Eroldo, nos hizo retroceder varios metros.”

“Eroldo logró herirme con la daga del honor, pero se escuchó una gran explosión que venía hacia nosotros lentamente. Eroldo gritó llamando a su hermano, lleno de desesperación, mientras mi persona, satisfecho por mi estrategia de distracción, desaparezco en medio de la extraña atmósfera de ‘cronofobio’ y ‘sustancia siete’…” (Fin de la transmisión)

Baker escuchó en la grabación un ruido espeluznante que se mantuvo durante unos cinco minutos. Cansado por el arduo día de trabajo, se echó en su cama a descansar. No tardó mucho tiempo en tener extrañas sensaciones.

(continuará)

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¿Quién (realmente) soy?

[Visto: 529 veces]

Ahora que he sido vencido

por la palabra de tu adiós

me quedo sin algún sentido

y me pregunto: ¿quién soy?

Nunca antes me cuestioné

sobre mi vida y mi persona

porque todo eso quedaba a un lado

al disfrutar nuestros días contigo.

Ahora no entiendo mi ropa,

no comprendo la música,

las películas son insípidas

y me aburren mis paseos.

Es que me definías a cada paso,

en todo tiempo y todo aspecto,

es por eso que de mí dudo

y me pregunto ¿quién soy?

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Disputa en Los Robles (capítulo siete)

[Visto: 688 veces]

(viene del capítulo anterior)

Todos ellos se dirigieron hasta la entrada de la hacienda. Ya Santiago estaba por irse, cuando su hijo le contuvo y convenció de quedarse hasta mañana. Santiago aceptó. “Menos mal, porque ya te tenía un cuarto preparado”, sonrió alegre don Rodolfo y pasaron dentro de la casa.

Una vez en la sala, Rodolfo se despidió de su hermano y su sobrino y se fue con Constanza a dormir. Jacinta guió a Santiago y Lucho hasta su habitación y les deseó buenas noches. “Buenas noches”, dijo Santiago a su hijo una vez que estuvo dentro de su cama.

En la otra cama de la habitación, Lucho no podía dormir pensando en las palabras de Constanza. Finalmente lo venció el sueño y sólo se percató de la mañana cuando sintió unos rayos de sol entrando por la ventana alta. Miró a su diestra pero su padre ya no estaba en la otra cama.

A la carrera, el joven se cambió de ropa y se dirigió al comedor. Sólo encontró a Jacinta, quien le indicó la entrada de la hacienda: alcanzó a su padre y su tío que ya esperaban el bus interprovincial. “No te preocupes hijo, veré al médico y volveré en unas semanas”, lo calmó Santiago y lo abrazó con una honda emoción, antes de subir al bus.

(continuará)

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Comitiva en Jarumarca (capítulo seis)

[Visto: 779 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Ya despierta primo, es de mañana”, le pasó la voz Eleuterio como si sintiera que Camilo no se levantaría. El pistolero le hizo caso y, antes de que pasara una hora, ya se encontraba listo para partir. A diferencia de cómo llegó, esta vez vestía muy fúnebre: saco y pantalón negros, botas del mismo color, la camisa blanca y el cintillo también negro.

Tan sólo resaltaban su viejo y único sombrero y el cinturón donde fulgura con su brillo su fiel revólver. Camilo se acercó al féretro, rezó unos segundos y besó a su padre en la frente. Luego de cerrado, los ocho hombres designados alzaron el féretro para, junto con el cortejo, dirigirse hasta el cementerio municipal.

Camilo Estrada cargó el ataúd todo el tiempo, pues quiso estar cerca de su padre estos últimos momentos. Pero sus ojos tampoco estaban tranquilos: de rato en rato miraba hacia el gentío y, cada vez que lo hacía, uno de los tres hijos de Sifuentes aparecía dirigiendo su vengativa faz.

Alcanzado el cementerio, el cortejo avanzó hasta la última morada de Nicanor Estrada. Respetuosamente, los Sifuentes se quedaron en la entrada y no avanzaron con ellos. El párroco hizo las oraciones y el ataúd fue bajado a la tierra. Camilo se acercó al límite del hueco labrado y le prometió a su padre: “Hoy termina todo”.

(continuará)

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