El monstruo de Huarumarca (capítulo tres)

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(viene del capítulo anterior)

Los demás trataron de seguir sus pasos, pero Higinio les sacó buena ventaja. Luego de un rato, Tomás y los demás hombres llegaron hasta un claro. Higinio, sentado en el piso, abrazó el cuerpo ya sin vida de su hijo. Sus lágrimas de tristeza caían abundantes sobre la cara fría del pequeño. “Ya estás con papá, ya estás con papá”, se repetía Higinio en su dolor para no volverse loco.

Los demás hombres también empezaron a llorar lágrimas de indignación ante lo ocurrido, pero nadie se le acercó. Alrededor de una hora después, Tomás se adelantó y puso su mano sobre el hombro de Higinio. “Compadre, ya no hay nada que hacer aquí, volvamos al pueblo”, dijo en tono triste pero cálido.

Higinio no le dijo nada pero se levantó y, cargando a Rodrigo en brazos, se puso a caminar en dirección al pueblo. Los demás lo siguieron, avanzando lento monte abajo. Cuando llegaron, algunos de ellos tuvieron que contener a la esposa de Higinio, quien se desmayó al percatarse que su pequeño ya no estaba vivo.

Tomás y los demás hombres volvieron cada uno a sus casas para cambiarse de ropa. Una vez que se bañó y se vistió se encontró con sus hijos. En la puerta del cuarto, Lila lloraba desconsoladamente mientras Juanito no comprendía lo que sucedía. “¿Es verdad que encontraron a Rodrigo?”, preguntó el niño.

– Sí, Juanito, lo encontramos.
– ¿Y podré volver a jugar con él?

“Me temo que no”, le respondió su papá, lo abrazó con fuerza y rompió a llorar.

(continúa)

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