El rostro de Paul (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

Nina no se mostraba muy de ganas de estar allí, pero Paul la convenció: “Estás muy tensa, necesitas relajarte un poco”. Le invitó un trago y luego se pusieron a bailar. Así siguieron durante varias horas, hasta que ella no pudo más.

“Estoy cansada, llévame a mi casa”, dijo ella con cierta dificultad. Él ni se hizo de rogar: “vamos, pediré un taxi”. Salieron hacia la esquina y subieron en un auto. “Esta no es mi casa”, le reclamó Nina cuando vio que estaban justo en la entrada del hostal donde murió Elisa.

“No, pero no querrás que tus padres te vean así”, le respondió Paul convincente. Ella se dejó llevar al interior por su amigo. A la hora de pedir cuarto, el encargado los reconoció y se puso un poco pálido y demoraba en encontrar una llave.

“El 303”, le dio el encargado la llave, no sin antes mirar otra vez a Paul con temor. Como haciéndose el desentendido, empezó a mirar a otro lado: fue así como pudo apenas divisar que algo en la cara de Paul parecía surgir.

“Oh, Dios mío, es cierto”, exclamó una vez que los jóvenes subieron por la escalera. Consciente que debía actuar rápido, fue a la puerta contigua a su recibidor. En su cuarto, fue directo a un baúl y lo abrió. Mirando dentro de él, dijo: “Esto servirá”.

(continúa)

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