“Jano, hay que ir a buscarlo”, le indicó Neto. “Sé que quieres vengarte ya”, le dijo su amigo, “pero primero vamos a mi casa a buscar más armas”. “Estás bien”, asintió Neto. Luego de llegar a la casa, Jano notó que su amigo estaba sangrando en una pierna. “Estás herido”, le señaló el joven, “déjame curarte”.
“No es nada”, le dijo neto, pero cuando le presionó en la zona afectada, el dolor era tal que lo hizo gritar. Así que aceptó que lo curara y vendara. Mientras lo hacía, Jano le preguntó a su amigo si estaría dispuesto a morir por su tío. “Absolutamente”, dijo Neto mirando convencido al otro. “Bien, entonces déjame mostrarte mi escondite”, le señaló Jano mientras volteaba su amigo.
Neto caminó y entró en el cuarto. De pronto, una gasa con un líquido adormecedor apareció sobre su nariz y lo dejó sin conciencia. “Lo siento amigo”, se disculpó Jano, “me importa mucho que sigas viviendo”. Lo colocó a Neto sobre su amigo y se puso la capucha sobre los hombros. Luego retiró unos metros el armario, dando paso a una escalera rumbo a su arsenal de municiones y armas…