Era un día cualquiera en el metro de Moscú. De pronto, dos explosiones en cuarenta minutos terminaron por romper la calma en una ciudad abatida por el dolor y el miedo. Hasta ahora se han registrado cerca de 40 muertos y poco más de 100 heridos en el transporte de la capital moscovita. Las condenas por el ataque no han tardado en ser expresadas por los gobiernos internacionales, y el servicio secreto ruso ha identificado a un posible responsable.
Para los encargados de la seguridad rusa, dos mujeres musulmanas, integrantes de un grupo independentista islámico de la región norte del Cáucaso, serían las que detonaron los artefactos explosivos. Tanto el presidente Medvedev como el primer ministro Vladimir Putin han señalado que harán todo lo necesario para castigar a los culpables y acabar con los terroristas.
Y si bien una organización civil de esta región ha considerado “inadmisibles” los actos de estas atacantes musulmanas, eso no descarta que pueda en los próximos días desplegarse una operación por las fuerzas de seguridad rusas para acabar con los elementos terroristas en dicha área, lo que llevaría a una nueva escalada de violencia que, ojalá por el bien de unos y otros, no llegue a suceder.
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