Hoy más que nunca, se acaban una serie de espejismos y dudas que me creé en forma absurda. Al terminar este escrito, me libraré de un gran peso pero no el todo; se abrirá una nueva etapa para mí en la que trataré de cumplir con todo lo que me propuse desde el inicio para este año.
Sé que el camino es realmente intrincado y lleno de obstáculos. Al final, si sé manejar la situación, el triunfo estará en mis manos; sin embargo, debo decir que para eso falta esfuerzo y tiempo, y puede suceder “que en la puerta del horno se me queme el pan”. Los acontecimientos del ayer demuestran, una vez más, que eso puede llegar a ocurrir. Sólo necesito concentrarme y pensar más en el presente, que ni siquiera está seguro, para por fin planear de la mejor manera un buen futuro.
Ya no es hora de errores infantiles ni excusas vanas. Es tiempo de reconocer estos y no volverlos a cometer. Las ideas sobran y el tiempo es oro, mas pienso que muchas veces el talento y la aptitud se quedan “dormidas” y hay que darles una inyección de motivación, esfuerzo y la cuota de sacrificio. Considero que es mejor darle a este escrito un final con mensaje de esperanza, en la letra de una canción:
“De saber que hay un mañana cada día,
por la fe, por la esperanza y el amor,
cómo no, creer en Dios”. (17-08-1999)
(Aquellos espejismos de los cuales hablé por primera vez hace casi 10 años, he descubierto horrorizado que se han convertido en barreras que relativizan todo lo que siento. Una vez reconocido estar enfermo del alma, es hora que quebrar estos muros, muros de soledad e indiferencia.) (11-02-2009)