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Obra ganadora en el I Concurso de Cuento de las Mil Palabras
Complace saber que Luis Suárez Galarza es el ganador del Primer Concurso de Cuento de las Mil Palabras que organizó el Club Jauja en Lima. Este evento fue realizado, con mucho acierto, para estimular y premiar la creatividad del hombre jaujino y, además, rendir homenaje al 476 aniversario de la Fundación Española de nuestra ciudad.
El cuento ganador “Chano” no sólo es un homenaje a un danzante de nuestra fiesta del “20 de Enero”, sino que, además, es el reconocimiento a un hombre que en cada feria jaujina trasuntaba por ella voceando, en lenguaje jocoso, su mercadería cucharera que adornó muchas mesas xauxas. Como un homenaje al jaujino de hoy, antes y después, va esta entrega con generosidad y compromiso xauxa.
I CONCURSO DE CUENTO DE LAS MIL PALABRAS
ORGANIZADO POR EL CLUB JAUJA – LIMA (abril de 2010)
AUTOR: Luis Sebastián Suárez Galarza
SEUDÓNIMO: Don Gonzalo González de la Gonzalera
CHANO
Tranquila la tarde. Los peloteros sudan tras el balón. La canchita de fulbito del jirón Sucre, añejo patio del Glorioso Colegio “San José”. Cuántas vidas de alumnos y profesores habrán pisado este lugar.
-¡Sin nadie, casi, profe!¡Sin nadie! ¡ El Chano, está muy mal, profe, muy mal! ¡Anda a verlo!
La voz de color ceniza de Carlos Muñoz disturbó mi plática con alguien que no era alguien. Estaba mirándome tan de cerca como si su nostalgia estuviera pegada a mi costado.
No se titubea. Se llega rápido, corriendo, a la casa de don Raymundo Espinoza Camarena. Barrio Bellavista. Jirón Cusco. Unas vacilantes manos abren el añoso zaguán.
Su hija Victoria y su nieto Raúl a su lado. Sobre una camita, el Chano. Quietecito, mirando lánguido el aire de sus ojos. Cubre su frente un gorro de lana de un celeste muy peculiar, como de ese alegre cielo que orna una añeja nube.
-Chano- le digo al oído.- Chano, ¿cómo estás?
Sus ojos miran atentos, con una ternura que abunda en la sala para aquellos que lo acompañan.
-Palito- dice con voz de ave pequeñita-. Palito, aquí estoy… como todos… en los Veintes, ¿te acuerdas? –la fiebre lo hace delirar-. Pero a mí no me gana nadie. A mí, al Inventor del susto, no le gana nadie. Ni la muerte. ¿Sí o no? La tunantada seguirá a la orquesta hasta el final… bailando hasta en el barro por Tayta Chapa y Tayta Fabián…
Otra vez, un tiempo como escarchado en su propio ser se sienta a mirar desde un rincón de la habitación donde no se escucha ningún palpitar, de nadie. Solo se sabe a ternura inefable. Tu ternura, Chano. Chano de sangre y de tunantada.
-Quiero, dice de pronto, naranjas-. Su voz se aviva como leño que recuerda su labor. Sus anhelantes ojos repiten sin hablar otra vez su inmediato y urgente deseo.
Corriendo. Otra vez corriendo. Creo la vida es eso: correr, correr, para que no te alcance lo que no amas. Correr, correr, para alcanzar lo que sí amas. ¡Naranjas para mi pata, el Chano!, grito en las calles que a esa hora, hora lánguida de la noche, resuenan con cada eco de mis pisadas. ¡Naranjas, Chano, naranjas!
Feria de Jauja. Los pequeños toldos con diferentes colores palpitan en la Plaza de Armas, en los jirones Grau, Junín. Gentes de los distritos ferian domingos y miércoles. Gelatina de patita, chicha de jora, chicha de maní, panes de huevo, bollitos, panes kusay, panes de semita, pan mishti, molletes; ¡oh! ágape de dioses; los riquísmos bocaditos: aldabitas, rosquitas de yema, unas blanquitas y otras rosaditas (como boquita de niña recién enamorada y que recibió el primer beso); las guatemalitas, los alfajorcitos con mermelada de piña o con manjar blanco, el pan de maíz (tan delicado y deleznable como amor de mujer), las rosquitas de manteca, las lágrimas. Delicias tan a la mano en las festividades del Veinte de Enero, en los Tumbamontes de Carnavales y en el homenaje a la Virgen del Rosario y a la Virgen Chapetona. Y, claro, cómo no, calienta la mañana la viva voz de alguien que se abre paso entre los feriantes gritando Cucharas, cucharas, lleve sus cucharas para celebrar su matrimonio y no prestarse de la vecina, compre sus cucharas, señora, lleve sus cucharas, Verdad, dice una mujer de linda pollera y con su quipe a la espalda, dame tu cuchara, tayta Chano, media docenita nomás por ahora, Tenga, caserita, este producto es importado, cucharas de alpaca,caserita, un lujo para su casa, eso es lo que vendo yo: el Inventor de susto, Gracioso el casero, ya, ya, agarra la plata, mañoso, “Inventor del susto”, ¿no?, Claro, caserita, tan conocido en todas las ferias, pero eso sí: no hay como mi Jauja y mi Veinte de Enero .
Había que ver sus divinos pasos de watrila tras la orquesta, con su chullo de lana, su camisa y su chalequito de bayeta, sus mangas muy andinas, su uwishkata, su misterioso y prójimo wallki, su honda que es su cayado de lana; su holgado watrila, sus llankis de cuero de res que cubren sus bastas medias, y su careta que contiene en su ícono de ancestral telurismo nuestra vivencia de batán mortero collota bicharra poyo lluvia granizo hielo escarcha tulumanya puquio pirca piedra tierra humus; el olor de la tierra en mis manos, su humana humedad… Y el alma del watrila con su dialecto shausha dulce profundo misterioso irónico señorial festivo sensualmente amoroso… watrila, watrila, dueño de los danzantes arcoiris…
El pizarrón a mis espaldas. A través de los vidrios miro el Cerro de Huancas. Pienso en el Chano. Señorita Martha, usted es vecina del señor a quien llaman Chano, Sí, profesor, Vé, por favor a su casa, averigüe cómo está y regrese de inmediato, ¿puede?, Sí, profesor.
El tiempo que todo lo ordena, que todo lo borra, que todo lo corrige, dicen, está ahora escarchado en su propio cauce. Y, de pronto, descongelado el impasible tiempo, de modo raudamente atroz, y oí entonces lo que jamás hubiera querido oír de aquella lastimera y quebrada voz. Profesor…, Sí, señorita, Su amigo, el Chano… el señor Espinoza… ha muerto. Quieto el día quieto el tiempo quieto el aire quieta el aula quietos los alumnos quietas las carpetas quietos los cuadernos quieto el escribir quieto el mirar quieto el respirar quieto el ver quieto el oír quieto el palpitar quieto el sentir quieto el ser quieto el vivir quieto el todo quieto el quieto el quieto quieto…
“Con inefable fruición sorbía el jugo de la naranja suasada por su hija. ¿Adónde habrán ido las músicas de tus sueños? El silencio se posa ahora en el alar de la casona viuda. Viento suave en el cementerio de Yauyos. La mishkipa danza en el alma de cada quien. Ojos que se alzan tras del ataúd. Se cierra el incorpóreo telón de la tarde. El silencio vuelve a caminar en silencio…”
Suena a lo lejos una orquesta … la tunantada…
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