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JAUJA-HUANCAYO: UN ENFRENTAMIENTO VACUO

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Darío A Núñez Sovero

Desde tiempos seculares, jaujinos y huancaínos nos encontramos ocupando orillas opuestas en cuanto a posiciones de exacerbado nacionalismo que, en algunos casos, linda con el chauvinismo, emulando otros enfrentamientos que a lo largo del país observamos cuando vemos cómo trujillanos y chiclayanos hacen lo mismo, o camanejos y arequipeños, huamanguinos y huantinos, etc. En nuestro caso, es bueno mencionar que esta, aparente, confrontación  ha reverdecido  con el tema del aeropuerto, ya que en tiempo reciente se ha reinventado una iniciativa huancaína para contar con uno propio, situación que, de darse, opacaría la vigencia del aeropuerto “Francisco Carlé” de Jauja.

En este subyacente enfrentamiento, existen lamentables olvidos que llevan a ignorar que ambas nacionalidades ocupamos idéntico espacio geográfico: el Valle del Mantaro, anteriormente denominado Valle de Jauja. Se suma a ello el hecho de que todos los estudios explican que ha existido, con algunos matices, una unidad histórica en el devenir de nuestra cultura que, en tiempos prehispánicos, se conocían como Cultura Wanca-Xauxa, segmentada en espacios Hanan Wanca, Lurin Wanca y Hatun Xauxa. En tiempos de la colonia, los pueblos del valle del Mantaro hemos sido obligados tributarios de las mitas y los obrajes impuestos desde el gobierno del Virrey Toledo. Cuando nace la república, tanto Jauja como Huancayo hemos pertenecido a la Intendencia de Tarma. Los primeros intentos de la independencia nos sorprenden (en nuestro valle) como una unidad geográfica tanto que, por ejemplo, el 20 de Noviembre de 1820 se Jura la Independencia, primero en Huancayo y por la tarde en Jauja. A este respecto, el profesor Luis Cáceres Osorio me explica que, dicho día,  en Jauja se juró la independencia dos veces, aludiéndome que en ese entonces Huancayo pertenecía a Jauja, pues como provincia cobró autonomía a partir del 18 de Noviembre de 1864 en que fue creada según proyecto de ley que presentó el senador jaujino José Jacinto Ibarra. Para la historia ha quedado este registro: “…En 1864 Huancayo, pues, dejó de pertenecer a Jauja, justo por gestiones de un parlamentario jaujino que no quiso ni pudo tolerar que un Distrito y una Ciudad, como Huancayo tan populosa y tan activamente comercial, mucho más que la propia Capital de la Provincia, continuara en un estado de injusta y artificiosa dependencia geopolítica. Dicha ley fue dada cuando era Presidente del Senado el General Ramón Castilla, de la Diputados don José Rufino Echenique, y cuando ejercía la presidencia del Perú Juan Antonio Pezet…” (1). Pero, volviendo al tema de la Jura de la Independencia, es importante remarcar que, en Huancayo, este hecho estuvo alentado por los mismos jaujinos, a saber: el año de 1820 el gobernador político y militar del distrito de Huancayo era el coronel miteño don Marcelo Granados, y el párroco, el licenciado jaujino don Estanislao Márquez. Significa que las dos autoridades más importantes de dicha ciudad eran jaujinos (sin olvidar que Mito pertenecía a Jauja por entonces). Las citadas autoridades, conjuntamente con el General Álvarez de Arenales acordaron redactar el acta y jurar la independencia. Ya por la tarde del 20 de Noviembre, el mismo sacerdote Márquez y esta vez con la compañía del insigne patriota jaujino Alejo Martínez Lira y el enfervorizado pueblo, jurarían la Independencia en la ciudad de Jauja. Como se advertirá, en ambas circunstancias (la Jura de la Independencia de Huancayo y la creación de su provincia) han sido jaujinos los que han alentado, sin mezquindades,  el avance de dicha ciudad.

Hay un hecho complementario que, me parece, fue el definitivo para consolidar las distancias. Ocurrió el año de 1931 y es de carácter político. Por ese entonces, la capital del Departamento de Junín era la ciudad de Cerro de Pasco, Por razones climáticas y a pedido de las propias autoridades, el gobierno del General Sánchez Cerro decidió su traslado (Decreto Ley Nº7001 del 15-01-1931). Por su importancia, le correspondía  a Jauja ser la nueva capital, pero como los responsables del gobierno estimaron que nuestra ciudad era el bastión del leguiísmo y Huancayo era bastión del sanchezcerrismo, con el apoyo del prefecto se decidió que la capital fuera Huancayo (“Poder y Conflicto Social en el Valle del Mantaro” Alberti Giorgio y Sánchez Rodrigo. p.47). Leguía había caído en desgracia y sufría cárcel, por tanto sus simpatías por Jauja no estaban en estima. Un hecho confirma esta aseveración: el año 1922 se bendijo la construcción de la Capilla de Cristo Pobre en Jauja y fue designado padrino el Presidente de la República, don Augusto B. Leguía, quien fue representado por su hija Lola (así figura la placa recordatoria de mármol a la entrada de dicho templo). Este acto evidencia las buenas relaciones de Jauja con dicho presidente, lo que era mal visto en Huancayo. Lo real es que  la nueva capitalidad del departamento de Junín, sumado a que, según Alberti y Sánchez, el crac de 1929 llevó a la ruina los comercios más prósperos de Jauja y a que, el mismo año, la terminación de  la carretera central fuera en Huancayo, llevaron a que dicha ciudad iniciara un período de prosperidad aparejada a que Jauja sufra un lamentable postergación. Las brechas, en vez de cerrarse se han ido profundizando, tanto que, en el fondo nuestras distancias carecen de sentido.

Hay en la historia de Jauja una serie de acontecimientos que han tratado de limitar su desarrollo y he querido resaltarlos con la mejor buena fe. Las nuevas generaciones deben asumirlos como referentes para iniciar nuevas jornadas que le permitan a nuestra provincia lograr llegar al lugar que por justicia le corresponde.

(01). ESPINOZA S., Waldemar. Enciclopedia de Junín, t.I. Huancayo, Ed. San Fernando, 1973. P. 330