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JUAN BOLIVAR: EL ZORZAL QUE SE ENAMORÓ PARA SIEMPRE DE JAUJA

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Darío A. Núñez Sovero

En una casa de Jauja, cuadra 4 del jirón Bruno Terreros, vibrante, colorida e intensa, se muestra la figura de Juan Bolívar Crespo, el bardo jaujino que hizo de sus sentimientos un supremo altar para esta sosegada Jauja que lo viera nacer. Los caminantes, presurosos unos y reflexivos otros, no pueden ocultar su curiosidad y dirigen su mirada al ícono que se muestra risueño y festivo en una pared celeste mimetizada con el azul luminoso del cielo jaujino.  Deberían saber que allí yace el recuerdo del heredero de la musa Erato que desde el Acrópolis helénico fue enviado a esta pródiga tierra para cantarle con el lirismo más refinado que puede inspirar su acogedora belleza. Es que Juan Bolívar amó a Jauja con el más puro eros griego, ese que se inspira en la acuarela del paisaje infinito y del embovedado cielo que envuelve el cosmos que abriga nuestros días. Fue enviado para cantarle con el sentimiento que los predestinados guardan en esa misteriosa arca de su vibrante y maravilloso verbo. Solo así podemos explicar el feliz y luminoso día en que, sentado en las cumbres de Ataura Jasha y dirigiendo su mirada hacia el norte del valle, exclamó desde sus interiores y mirando a nuestra longeva ciudad,  “ Jauja ¡Qué dulzura!/ rinconcito de mi valle/ que yo quiero/ Pedacito de cielo/ alegría del corazón. Eres por tu clima/ el orgullo de mi patria/ ¡Qué fortuna!/ En el mal un consuelo/ en la vida una esperanza…”.

Canto sencillo pero de una terrible profundidad terrígena que conmueve el espíritu más pétreo del cristiano que haya visto la luz en estos andinos parajes jaujinos. Canto que, finalmente, corona nuestros labios como un obligado himno que perenniza -cual un sello de tinta indeleble- nuestra orgullosa condición de ser xauxas. Ésta y las numerosísimas canciones de la autoría de Juan Bolívar Crespo, tienen la virtud de recoger de modo alguno la vida de este juglar del pueblo nuestro. Repasando pasajes de su vida, por ejemplo, el huayno “Juan Porongo”, es el lastimero canto que desde el interior de su humanidad gritan impotentes sus vísceras ante el cadáver de su madre, en recuerdo lejano al mote de cómo ella solía llamarlo de niño. Este hecho trágico marcó su derrotero artístico porque a partir de allí la temática de sus inspiraciones van a conjuncionarse con la no menos triste melodía tunantera. Aquella melodía que, como lo dice Ernesto Bonilla del Valle, es como si un llanto o todos los llantos de la tierra te cayeran sobre el alma. Una expresión de ello es el himno que todos los tunantes ensayan: “Jara Arteaga”, que es la exaltación al amigo y pariente ausente, al compañero con el que se compartió, en las fiestas de Yauyos-Jauja,  las experiencias más insólitas e inolvidables del trasuntar moceril que tenemos todas las personas. Composiciones en recuerdo de festividades jaujinas, compañeros de ruta tunantera,  barrios y pueblos de la región, con sus pintorescos paisajes y plazas, serán los motivos que encienden su fabulosa y prolífica creación. Juan Bolívar es el cantor de la exultante vida y la alegría plena; su sobrina Nilda  -en este acápite del repaso de su vida- no por gusto nos dice “lo veía como un trovador, todas sus composiciones son poemas a la vida, el amor a la tierra que nos vio nacer, el amor entre las personas, el amor entre las parejas, todas son bellas y hermosas entregas; ese es el Juan que admiro y del que, como jaujina, me siento orgullosa”.

Juan Bolívar y su cuñado Juan Arteaga, en la plaza de Yauyos, en un 20 de Enero. A la izquierda aparece Epifanio Sánchez Yupanqui.

Por toda la obra desplegada en su provechosa vida, Juan Bolívar, fue merecedor de justificados reconocimientos, tanto en la capital de la república como en su tierra xauxa. Tuve la feliz ocasión de participar en uno de ellos cuando en enero del año 1995, durante la gestión del abogado Luis Balvín Martínez como Alcalde de la Municipalidad Provincial de Jauja, fue reconocido como Hijo Predilecto de Jauja y galardonado con un plato de plata, conjuntamente con otros ilustres jaujinos como Hugo Orellana Bonilla y Teófilo Jorge Aliaga Osorio. Ocurrió que, luego de la ceremonia protocolar, por encargo del mismo alcalde, hubo un momento de tertulia íntima en un apartado del jirón Sucre –detrás del local del municipio- del cual lamento no haber estado portando una grabadora para registrar los hermosos momentos compartidos. Sin embargo, recuerdo con exactitud y nitidez los pasajes narrados por cada uno de ellos (Hugo Orellana recordaba su vida en París donde tuvo la oportunidad de recibir las visitas de Mario Vargas Llosa y su esposa Patricia, las reuniones en cafés parisinos con el “negro” Lobatón y cómo se fueron germinando las guerrillas de Pucutá donde apoyaría Luis de la Puente Uceda, las reuniones que furtivamente tenía con Víctor Raúl Haya de la Torre en hotelitos parisinos donde iba acompañado del acollino Víctor Ladera Prieto. Jorge Aliaga comentaba sus experiencias en laboratorios de la Universidad de la Molina con la muña y sus maravillosas propiedades para conservar los alimentos, sus intentos de forjar el INDA –Instituto Nacional de Desarrollo Alimentario- en Jauja, para lo cual empezaron a construir el local donde hoy se ubica el Instituto “Pedro Monge” luego de ser inconsultamente invadido y, Juan Bolívar, comentaba la temática de sus composiciones ensayando “a capela” algunas melodías de ellas). Esta reunión, totalmente distendida y sin ataduras de ninguna índole fue la última en que se juntaron quienes con su obra han posibilitado incrementar la grandeza de Jauja.  Esa grandeza forjada por los iluminados como estos tres prohombres de nuestra querida tierra. ¡Bienhadado el momento que me tocó vivir con ellos y justificado el homenaje a quienes engrandecen a nuestra Jauja!

Juan Bolívar, como producto de su larga y continuada actividad vernacular, tuvo una fluida relación con conocidos personajes del mundo cultural y folklórico nacional y con quienes alternó en cuanto escenario hay en el país. Conocidas son sus relaciones con músicos de renombre como Tiburcio Mallaupoma, Julio Rosales, Zenobio Daga, Pedro Pastor Díaz; con notables intérpretes del cancionero regional como Víctor Alberto Gil Mallma “Picaflor de los Andes”, “Pastorita Huaracina”, “Jilguero del Huascarán”, entre otros. Pero, de todas, las relaciones más visibles fueron las que tuvo con la gran compositora e intérprete Alicia Maguiña, para quien ejerció docencia y le enseñó a adentrarse en el cantar local mediante quiebres y modulaciones típicas de nuestras mulizas y hauynos jaujinos, lo que ella reconociera cuando en su libro “Mi vida entre Cantos” (Lima, 2018) escribiera “El enorme autor y compositor Juan Bolívar Crespo “El Zorzal Jaujino” cuyas canciones están registradas en mi repertorio y en mis discos” (p. 214). Este aprendizaje, para la cantautora Alicia, inspiró curiosidad y compromiso en ella para participar luego en nuestras fiestas tunanteras y de carnavales, llegando a ser una asidua visitante y cultora de estas festividades, pues en su primer disco de larga duración –sabemos- incluyó los temas “Jauja” y la muliza “Súplica de amor” de Juan Bolívar, apareciendo, además, en la carátula con vestido típico de jaujina (por ello, recordar las muertes de Juan Bolívar y Alicia Maguiña, son motivos de profunda tristeza para los jaujinos).

Alicia Maguiña y Juan Bolívar bailando en un cortamonte jaujino realizado en la Universidad Ricardo Palma (foto extraída del libro “Mi vida entre Cantos” editado por la Universidad San Martin de Porres).

Humano él, con todas las formidables fortalezas que le impelían como autor e intérprete del cancionero jaujino, Juan Bolívar tuvo las debilidades que tenemos todos y ello lo llevó a asumir nuevas responsabilidades frente a la vida, lo que le obligaba a seguir bregando para proteger y apoyar a los suyos. Es así que, en reconocimiento de su grandioso apoyo a la construcción de la identidad jaujina, la Municipalidad de Jauja, acordó entregarle un subsidio mensual y estaba ad- portas de que el estado peruano le otorgue una pensión de gracia del Congreso (año 1997) cuando el 13 de Junio de 1998 una neumonía fulminante -que lo sorprendió de madrugada- le arrebató la vida en su vivienda de Chaclacayo. Los denodados  esfuerzos por reanimarlo que le prodigaron sus parientes más próximos fueron inútiles, Juan Bolívar expiraba en brazos de su sobrina ante el estupor de quienes los rodeaban en ese aciago momento. Luego vendrían las sordas disputas del sepelio: la Municipalidad de Chaclacayo quiso que se enterrara allí en mérito a ser uno de sus vecinos más notables, otro sector de sus familiares más próximos pugnaban por sepultarlo en esta Jauja que tanto amó, pero al final se impuso el criterio de sus hijos que decidieron enterrarlo en Surquillo donde finalmente descansa, luego de que –enterados- sus colegas del arte como Eusebio “Chato” Grados, los Tres de Junín, Amanda Portales, entre otros insistieron en darle sepultura al estilo de Jauja: llevando el ataúd en hombros y danzando hasta su tumba bajo las melodías de tres orquestas típicas que llegaron para este efecto. En medio de una dolida multitud y con el coro de sus huaynos y mulizas Juan Bolívar fue despedido de este mundo. En recuerdo de esa fecha memorable y para que los jaujinos que residimos en esta nuestra Jauja lo tengamos siempre presente, la familia Rojas Bolívar, decidió mandar hacer el mural que encabeza este artículo.

Juan Bolívar acompañado de su hermano menor Roberto, en la mocedad de su juventud.

La heredad de Juan Bolívar Crespo, para el universo xauxa, es grandiosa. Interpretó con mucha sabiduría, a partir de la sensiblería del poblador jaujino, sus delicados afectos y lo dotó de ricas melodías que entonamos diariamente. No hay un solo comprovinciano que en sus momentos de lejanía y larga ausencia evoque y musite con nostalgia entre sus labios “Jauja”. Y evoque, con singular recuerdo, que esta nuestra Jauja es  el pedacito de cielo que diariamente retorna a nosotros porque es “…en el mal, un consuelo/ en la vida, una esperanza” .

Jauja 13 de Enero del 2021

 

 

El Chano de “Palito” Suárez Galarza

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Huatrila

 

Darío A. Núñez Sovero

El domingo 19 de Enero último, bajo el techo acogedor del local de la Sociedad Unión Artesanos de Jauja que rebotaba la sonoridad de una persistente lluvia, Luis Sebastián Suárez Galarza, nuestro poeta de gitana figura, presentó al concierto de asistentes su reciente creación “Chano”, que es un compendio de relatos y poemas sobre un pintoresco personaje de Jauja de la segunda mitad del siglo anterior, de quien fuera su entrañable y admirado amigo.

“Chano” era un conocido personaje de la ciudad que solía recorrer los pueblos de la región portando y ofreciendo a los viandantes la conocida mercancía de las cucharas al que alude, poéticamente, como “cucharero vital/de interminables bocas/de ambulantes hambres./Cucharero del pueblo”. Este mismo personaje solía tranformarse cuando llegado la fiesta costumbrista de nuestro “20 de Enero” cerraba el compás de la cuadrilla de tunantes como un “watrila” de elegantes y delicados compases. Cuando, luego de una fatal enfermedad, falleció, la fiesta quedó con la infausta oquedad de su recuerdo.

Es, en honor a ese doloroso recuerdo, que nuevamente Luis Sebastán Suárez Galarza regresa al escenario de nuestra atención para regalarnos esta entrega cargada de perfume, inciensos y nostalgias. Nuevamente vuelve este autor jaujino que, en el decir de José Guillermo Vargas Rodríguez Presidente de la Casa del Poeta Peruano, es “alucinado y quijotesco. Este hombre incendiado, que arde en lo que cree, capta el verdadero sentido de lo maravilloso, la paz, el sentimiento”. Y qué mejor que en este tiempo, justo para devolvernos el recuerdo del amigo, de aquel personaje multifacético que deslumbraba multitudes agolpadas en la plaza de los Yauyos para admirar la exquisitez de su arte tunantero y, en la vida diaria, se convertía en el itinerante que cargado de punzante humor recorría cuanta feria pueblerina había lugar vocinglerando su metálica mercadería. El “Chano” no era un hombre común. Por encima de eso, era un gran dispensador de voluntades, un amigo que solía hacer de la camaradería una praxis viva, y que (llegada la fiesta del 20) desbordaba garbo y donaire con sus menudos pasos que acompasaban músicas lastimeras que lasceraban sentimientos, justo detrás de esos músicos insomnes. Por ello es que la obra de Luis Sebastián Suárez recoge magistralmente esta evocaciones nostálgicas y convierte a nuestro personaje, el “Chano”, en un fiel intérprete de la cosmogonía del hombre xauxa.

En el interior de la obra hay, además, y con un verbo directo y contundente sentidos homenajes a la “María Pichana”, mujer del pueblo que acompaña al “watrila” en el recorrido sonoro por la plaza de la fiesta. Una evocación, también, a un tunantero de los grandes como lo fuera en vida don Lorenzo Mucha cuyas composicioes todavía entonan antiguos danzantes de cuadrillas.

La variedad de relatos y poemas presentes en “Chano” nos recuerdan a Javier Heraud de quien, parafraseándolo, quisiéramos repetir que gracias a Suárez Galarza los jaujinos recordamos que nos pertenecen para siempre la María Pichana, el “Chano”, la tunantada y Jauja.

Foto: Martín Valenzuela Gave

 

 

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Claudio: El desconocido más celebrado

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CEB - Francia

Camilo Espinoza Beas

Estaba en la biblioteca de la Universidad de Granada, revisando unos textos de Camus y  Sartre, y un mensaje llegó a mi ordenador: “Tiene un mensaje nuevo”, con mediana displicencia abrí el mensaje; dejé por unos minutos que el mensaje estuviera expuesto porque tenía la vista sobre L’étranger. Aún sumergido en aquel texto, eché un vistazo al mensaje y mi sumersión y encanto, mutaron súbitos. Edgardo Rivera Martínez y Rodolfo Hinostroza obtienen el Premio Nacional de Cultura 2013. “Jolines”, fue lo primero que dije alterando el statu quo y la orden imperativa colonizadora de: Guardar silencio, que se hallaba en letras grandes y de negro intenso, decorando el mundo de la imaginación y la creación. Apoyé mi humanidad sobre el respaldar de la silla, y mi ser se concentraba y satisfacía por aquel acontecimiento. Seguramente las gentes que estaban por mí alrededor, habrán juzgado y sentenciado mi actitud y la palabra que dije, que no es precisamente una palabra que ayude a la interacción con otras gentes, sino más bien, altera las normas mínimas de convivencia pacífica. Pero qué importaba, estaba listo para que me pidieran que abandonara el mundo del silencio, con su acostumbrado vale, al final de cada resolución imperativa de los celadores de ese mundo. Pero no sucedió.

Me tomó un lapso reincorporarme. Deseaba responder el mensaje; sin embargo, me contuve y le di click al buscador de la biblioteca. Escribí el nombre de ERM y la búsqueda arrojó los resultados. De una manera indiferente y quizá absurda, digo quizá, abandoné a monsieur Meursault y el telegrama del asilo: « Mère décédée. Enterrement demain. Sentiments distingués». Y no de una manera indiferente, me puse de pie y me dirigí al apartado de Literatura Latinoamericana. En un acto instantáneo, tenía en mis manos el libro de cuentos completos de ERM. Contemplé con admiración y mucha nostalgia la portada del libro. De pronto, recordé Jauja, mi casa y la biblioteca de padre, y en una confabulación extraordinaria recordé que hace seis años más menos leí El unicornio (primera edición) y País de Jauja; ese país que acogió en su período de vacaciones escolares al  entrañable mozalbete Ayala. Mozalbete con el que, en algún momento, me identifiqué de una manera grata, risueña, jubilosa, y que seguramente habrán experimentado lo mismo, salvando la interpretación y las experiencias personales de cada lector, los que se han dado el verdadero placer de leerle. Y recalco, los que sí le han leído.

Ya en una incorporación plena y consciente, y pasado algunos días, revisé cuanta información había sobre Claudio, El Unicornio, El Ángel de Ocongate, y el creador. Sobre todo, el creador. Esa existencia que hizo posible, hace seis años más menos, que me identificara de una manera autentica, genuina y visceral, si cabe el término, con Jauja, y visualizara e imaginara Europa, sin haber pisado ese continente. Necesitaba saber que acontecía con él, y en mi expedición por lograr información, de una manera tierna, encantadora, sublime, se me vino al recuerdo madre y la vez que me dio el libro de usted; sí, de usted porque como recuerda: “Ya estabas de vacaciones, en esos meses de lluvia pero  también de días claros, en que podrías hacer lo que te viniese en gana” (*). Estampas de Viaje, era el libro que me dio de usted, donde se encuentran A Viena, en invierno y verano, Visita a César Vallejo, Álbum de Praga, entre otros relatos, que los leí en su Jauja y en mi Jauja querida donde soñaba conocer París, Viena, y quizá iluso: “Algún día estaré allí como usted”, decía en voz interior. Y así fue. En mi estadía en Austria, llegué a Salzburgo a la mismísima Mozarts Geburtshaus,  y estando allí con unas gafas de sol ocultando mi felicidad, y recordándole con su barba y sus inseparables gafas, me dije, en tono calmo y bajo para no alterar el statu quo de nada: “Si me viera Claudio, seguro se pondría verde de la envidia”, y agregué: «Tú Claudio sigue nomás con tu piano y con tus libros, porque te falta mucho para ser como yo, ¡un hombre!» (*).

Viene al caso contarle que estuve en París en la casa de un amigo jaujino, que su admirable cortesía hizo que me sintiera como en casa, como en casa parisina, desde luego, porque él, ya es muy parisino tiene ese dejo de la “erre” muy marcado que a mí me hace mucha gracia y se ve simpático. Una noche que bebíamos una especie de brandi entre recuerdos y risotadas y el sonido de la “erre” cada vez más recurrente en nuestra tertulia, y sin ánimo de echarle a perder su hospitalidad y acento parisino, le dije que, con ese acento no podrás cantar esas mulizas que cantábamos en jauja después de una traída. Él me miró muy parisino y circunspecto, creí por un santiamén que mi estancia y su hospitalidad habían caducado en ese preciso momento; de pronto, se llevó sin titubeos, la copilla a la boca y se la echó pa’ dentro en otro santiamén, y preciso dejó caer la copa en el portavasos; en un gesto facial que daba la impresión que saboreaba la especie de brandi,  canturreó esa muliza que tanto nos gustaba, y yo le hacía de segunda voz. La intrusa “erre” parisina se había desvanecido, como ese amor de carnavales que él conoció, experimentó y sufrió, y le hizo tomar la decisión de llegar y ampararse à París.

Permítame contarle que al día siguiente visité la tumba de don Cesar Vallejo, no le escribí ninguna narración cómo usted lo hizo en su viaje y en su tiempo. Era abril y el vientecillo frio me pegaba muy duro en mi humanidad, pero ello no hizo que no cumpliera mi propósito, es decir, contarle a don Cesar, que había terminado mi segunda novela que la he llamado Octubre. Sí, desde el momento que empecé a escribir la he llamado Octubre y se ha mantenido inamovible. Parte de algunos hechos ciertos como: la pérdida, el dolor, el sufrimiento, la indiferencia, el deseo de justicia, el rechazo a todo lo establecido por los hombres, y tal vez, un deseo de libertad. Sé que tendrá muchas cosas que hacer, sin embargo, permítame nuevamente que le diga que, la idea de este texto la concebí en dos mil nueve cuando aún estaba en Perú. Tenía escrita 75 páginas, pero, no me terminaba de convencer esa dirección que estaba tomando, sentía que estos temas necesitaban otra perspectiva más personal, fuerte, que calara en el ser. Y de una forma que aún no me llego a explicar, como si algo invisible me condujera, empecé a interesarme por la filosofía y la literatura existencialista, que en otro estadío de mi vida, de alguna forma había prescindido. Déjeme decirle que, una enorme ventaja es tener a mano tanta literatura como la que hay en la Universidad de Granada, así que, me adentré en los existencialistas y leí libros, artículos, vi entrevistas, documentales y todo en cuanto se refería a Sartre, a Camus, a Heidegger, a Kierkegaard, a Nietzsche, a Dostoievski, a Sábato y otros más. Sí don Edgardo, Camus y Sartre, aquellos de los que usted y don Mario Vargas Llosa hablaban en la facultad de letras de la UNMSM, se recuerda, seguramente que sí; y también recordará que don Mario era muy estudioso y gran lector y hasta en una ocasión le “sopló” una o dos preguntas. No deseo desviarme del tema, pero continuaré diciéndole que, sentí que luego de conocerles, había encontrado por fin el camino que mis experiencias, mis temas, debían seguir. Las 75 páginas que tenía escritas las quemé (es una forma de decir, espero me entienda), las borré (se ajusta más a la actualidad) porque no tenían el sentido que ahora había hallado y con el cual me sentía muy satisfecho. Comencé a escribir en Milán, el 28 de febrero y terminé el 13 de junio en inicios de las oleadas de calor provenientes del África, porque aquí los cambios se deben a oleadas provenientes de aquí y de allá. Y el resultado, un texto de no más de 199 páginas, muy al estilo de Albert Camus quien se convirtió en un referente. Además, debo agregar y usted lo sabrá muy bien, que muy cerca de la tumba de don Cesar Vallejo, y su poema Espergesia que a mí me identifica, está el creador de Cartas a una señorita en París, le diré que hasta vi un cronopio que me hacía señas como para acompañarle en su viaje, pero desistí porque el frio golpeaba todavía más fuerte y porque las rodillas las tengo a la mala y sólo deseaba coger el metro de regreso a casa, a la casa del cantante parisino de mulizas, y beber una gran copa de esa especie de brandi que estoy convencido aliviaría mi estado malo.

Ya para concluir, no sé si usted se ha enterado, que ahora muchos le celebran, gritan su nombre a viva voz, el orgullo les embarga y sienten una reafirmación de su identidad y hasta se jactan de poseer todos sus libros y en primeras ediciones, lo que les lleva a afinar sus vastos conocimientos sobre usted y su creación. Le diré, que hace cuatro años exactamente escribí: ¿Y tú, conoces a Edgardo?, y como en esa ocasión, le brindo mis disculpas anticipadamente, pero tendré que negarle ante todos nuevamente, espero que me entienda, pero así debe ser. Sólo usted y yo sabremos que desde nuestra última comunicación del sábado nueve de noviembre de dos mil trece, su existencia, su creación, su imaginación, y mi librito El Unicornio, han hecho en mí, un hombre soñador, de fe y de trabajo constante en este camino maravilloso que es la escritura y que implica muchísimo leer; y también recordará que en mi primera novela, el último capítulo fue dedicado con la mayor admiración a usted. Y sepa usted tío Edgardo, y de sobra lo sabe qué, la literatura me ha dado una razón maravillosa de existir, me otorga libertad y me hace pensar que un hay un mundo posible y positivo. Y ya para terminar siempre llevo presente un relato suyo: Retorno a la patria, porque deseo volver a mi Jauja, a mi País de Jauja y estar al lado de mi familia, de mis amigos y mis costumbres, donde puedo avizorar esa tierra en que se alcanza toda la felicidad que podemos lograr.

Y como este post, lo he terminado de escribir en la bella Graná, como suelen pronunciar Granada por aquí y lo justifican en una economía oral, y compartiendo con mis compañeros españoles de la universidad, quienes lo han leído y como forma de agradecimiento hacia ellos por su tolerancia y afecto, y a este País, que no es el País de Jauja, a los que se den tiempo en echarle un vistazo a este post, en su dialecto les pregunto: ¿Y vosotros, habéis leído a Edgardo?

(*) Frases extraídas de:

RIVERA MARTÍNEZ, Edgardo (1996). País de Jauja, 548 p.; Lima: Peisa.

 

 

 

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LA HORA DE JAUJA

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Los jaujinos somos los continuadores de la raza guerrera y corajuda de los Xauxas. De una estirpe que llenó de esplendor y abundancia esta parte del país en la época prehispánica.

Tunanmarca - Xauxa

Darío A. Núñez Sovero

Un día de Marzo de 1976, en un encuentro académico realizado en Lima, coincidí con un cura español de nombre Quino Messeguer. Cuando me preguntó de mis raíces, le dije que era de un lugar clavado en el costado de los Andes llamado Jauja. Para mi sorpresa me dijo que Jauja era el lugar de América más famoso en Europa. La expresión colmó mi callado orgullo; íntimamente me sentí grande. He aprendido de mis mayores muchos gestos que elocuentemente hablan de sus raíces: un amigo (todavía vivo) de nombre Daniel Madrid Salazar y conocido en su etapa escolar como “corneta mayor” se presentaba en los auditorios a viva voz diciendo “soy Daniel Madrid Salazar de Ninacanya” aludiendo a su procedencia de la parte sur oriente de nuestra laguna de Paca. Otro amigo, ya extinto, el Ing. Teófilo Jorge Aliaga Osorio, donde iba refrescaba su sed pidiendo en cualquier parte del mundo “agua de Jauja” en alusión a la bebida Inca Cola. Nuestro fallecido artista Hugo Orellana Bonilla reclamaba siempre con pesar no haberse apellidado Yarihuamán porque, decía, le habría gustado tener un apellido ligado a la fuerza telúrica de su tierra.

Leo que en el extranjero, y en otras partes del país, colectividades de jaujinos exiliados por diferentes motivos se agrupan para trabajar en pro de su terruño y, finalmente, advierto que el gobierno ha expedido un Decreto Supremo para reivindicar a nuestro aeropuerto “Francisco Carlé”. Que se ha concedido con justicia a Edgardo Rivera Martínez el Premio Nacional de Cultura 2013, que la Marina de Guerra le da al R.P. José Chuquillanqui el Premio Almirante Grau 2013, que nuestro añejo “San José” es reconocido como Colegio Emblemático, que el Congreso de la República mediante Ley ha conferido a Jauja la condición de Primera Capital del Perú y, el día de hoy, el Banco Central de Reserva del Perú ha presentado la moneda en homenaje a la grandeza de los restos arqueológicos de Tunanmarca – Jauja, como un reconocimiento a la grandeza de nuestro pasado, entonces cómo no sentirme bien. Cómo no sentirme honrado y agradecido de haber nacido en esta tierra bendita de Jauja, o, en palabras de Carlos Hurtado Ames, provenir “De un pasado formidable, misterioso, cuya potencia todavía la podemos sentir los que tenemos el privilegio de haber nacido en esta tierra. Eso es lo que nos ha legado Tunanmarca”.

El dia de hoy, el Estado, la nación peruana y la comunidad internacional sabrán de una cultura excepcional como fue la cultura Xauxa. Ella ha ingresado al selecto grupo de quince atracciones nacionales reconocidas en la Colección Numismática “Riqueza y Orgullo del Perú” conformada por patrimonios invalorables del Perú:

1) Tumi de Oro (Lambayeque).
2) Sarcófagos de Karajía (Amazonas).
3) Estela de Raimondi (Ancash).
4) Chullpas de Sillustani (Puno).
5) Monasterio de Santa Catalina (Arequipa).
6) Machu Picchu (Cusco).
7) Gran Pajatén (San Martín).
8) Piedra de Saywite (Apurímac).
9) Fortaleza del Real Felipe (Callao).
10) Templo del Sol Vilcashuamán (Ayacucho).
11) Kuntur Wasi (Cajamarca).
12) Templo Inca Huaytará (Huancavelica).
13) Templo de Kotosh (Huánuco)
14) Mantos de Paracas (Ica)
15) Tunanmarca – Xauxa (Junín)

La hora de Jauja ha llegado. ¡Viva Xauxa!

 

 

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Homenaje a Edgardo Rivera Martínez

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Excelente iniciativa de la agrupación Xauxa Tiempo y Camino

Edgardo Rivera Martínez  

Darío Núñez Sovero

Hoy en la revista Somos de El Comercio (páginas 48/51), para satisfacción de la comunidad lectora, se publica un informe de la autoría de Enrique Sánchez Hernani a raíz del homenaje a Edgardo Rivera Martínez, en el que nuestro autor revela aspectos inéditos de cómo, en ciertos momentos, pudo superar creativamente algunas limitaciones que fue encontrando en el tiempo de dos años que le demoró concluir la novela País de Jauja: apagones en la época del terrorismo, mezquindad de la editorial que no quiso publicar su obra por considerarla muy extensa, lo que motivó que él, con recursos propios, lanzara la primera edición. También nos cuenta que País de Jauja sigue editándose con el auspicio de otras editoriales, este interesante informe recrea con énfasis el impacto emocional que vive Edgardo Rivera Martínez en el hecho de haber retornado al terruño de sus raíces.

Asimismo, cabe felicitar a la asociación Xauxa, Tiempo y Camino -patrocinadora de este homenaje-, que con mucho acierto le ha entregado a Jauja aspectos y referencias valiosas de la obra de nuestro autor, los mismos que aparecieron en la Casa de la Literatura Peruana este año.

Desde las interioridades mismas del homenaje que Edgardo Rivera Martínez recibiera de la referida asociación, la jaujina Laura Correa Solís también nos entrega un espléndido informe de lo que ocurrió en la cuatricentenaria  ciudad el 5 de Octubre reciente.

Redactada en un prosa de sencillez agradable y con un lenguaje de sorprendente franqueza, sin mucho aspaviento, Laura nos cuenta los inolvidables momentos que le tocó vivir en  dicho homenaje. Es que no podía ser de otra manera, la autora es hija de otra notable cultora de las letras: Ida Luz Solís, laureada con el Premio del Pen Internacional del Perú el año 2011. Y cómo dice el vulgo con singular sabiduría: de tal palo, tal astilla, Laura nos demuestra que es un astilla de verbo abierto y punzante a la vez que ameno.

He aquí el enlace:

Homenaje a Edgardo Rivera por Laura Correa

 

 

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JAUJA, UNA HISTORIA GRÁFICA DE SU FUNDACIÓN

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Jauja, Primera Capital del Perú

Invitación

Como motivo de conmemorarse un aniversario más de la Fundación Española de Jauja invitamos a Ud. y familia a la presentación de la Revista Cómic Jauja, una historia gráfica de su fundación, de Carlos Hurtado Ames y Marko Capcha Solís. La presentación se llevará a cabo el 21 de abril de los corrientes a las 7:00 p.m. en el local Sociedad Unión Artesanos de Jauja, sito en el jr. Junín 1008.

Luis Palomino Pastrana, alcalde de la Municipalidad Distrital de Sausa, y los autores, agradecen su asistencia a este acto cultural.

Jauja, abril del 2012.

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Revelaciones de un patrimonio en franco extravío histórico (II)

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Nora Beatriz Balvín Lazo
Historiadora de Arte
UNMSM

Lienzo: La Conversión de María Magdalena

Cuadro Nº 02
La conversión de María Magdalena

La pintura colonial del valle del Mantaro, en la sierra central del Perú, es aun desconocida por los especialistas. Por lo mismo, empezar a explorarla a partir de lo que aun queda de su patrimonio artístico, conllevaría un proceso bastante largo y difícil. Sin embargo, tuvimos la suerte de toparnos con una serie de doce lienzos que relatan la vida de María Magdalena, en la iglesia matriz de San Jerónimo de Tunán, en la provincia de Huancayo, departamento de Junín. Se desconoce su autoría y fecha de ejecución. Son de tamaño mediano, con un estado de conservación regular, celosamente resguardados y sin exhibición alguna por medidas de seguridad. Siendo muy optimistas, esta serie estaría formando parte de las poquísimas que todavía existirían, de todo el valle en mención.

El interés por la serie empezó hace algún tiempo, cuando casi de manera casual, revisé la revista El Serrano, publicación de Cerro de Pasco Corporation, que en dos de sus ediciones del año 1971, figuraba el artículo “Tesoros de la pintura virreinal en el valle del Mantaro I y II” del historiador Waldemar Espinoza Soriano. Las imágenes a colores de temática religiosa, fueron de gran ayuda, aunque caímos en cuenta que algunas no tenían la denominación que les correspondía, ocasionando a veces confusiones. Y de todas las pinturas que se publicaban –aunque no muchas-, nos centramos en la serie de la santa, porque aparecían varios lienzos de la misma, llamando nuestra atención el tratamiento formal e iconográfico que guardaba.

La serie de la santa fue una de las pocas que se registraron como parte del inventario artístico del valle que publicara Espinoza (1971); los mismos estuvieron colgados en la sacristía de la iglesia, y:

“Representan escenas de la vida de Cristo y de la Virgen […] ocho son íntegramente didácticos y religiosos, y los cuatro restantes además de religiosos, documentales. Los religiosos pedagógicos son: 1) “María Magdalena Penitente”; 2) “El Paralítico de la Piscina”; 3) “Cristo en el Gólgota”; 4) “El Santo Sepulcro”; 5) “La Ascensión del Señor a los Cielos”; 6) “La Leyenda del embarque de María Magdalena a Marsella”; 7) “La Leyenda de la llegada de María Magdalena a Marsella”; y uno más cuyo contenido no hemos logrado identificar.
Los cuadros religiosos documentales son: 1) “Jesús en Casa de Marta”; 2) “El Lavatorio en la Casa de Simeón el Fariseo”; 3)”La Virgen en su Jardín”; y otro cuyas escenas tampoco hemos podido reconocer”.
(Setiembre, pp. 13)

Seguidamente también nombra un cuadro “La Resurrección de Cristo” como parte de “los lienzos sobre María Magdalena” (Ibíd.).

En la edición de agosto, aparecen dos pinturas de la serie:

“La leyenda del Embarque de María Magdalena a Marsella”. Pintura confeccionada en el valle del Mantaro, en el siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán, y, “La Leyenda del Desembarco de María Magdalena en Marsella”. Tela pintada en el valle del Mantaro, en el siglo 18”. (pp. 15)

En la edición de setiembre, se visualizan ocho pinturas:

“María Magdalena Penitente”. Siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán, y, “El paralítico de la Piscina”. Siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán (pp.10); “Cristo en el Gólgota”. Siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán (pp.11); “La Ascensión del Señor”. Siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán (pp.12); “La Virgen en el Jardín”. Lienzo documental de la segunda mitad del siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán (pp.12-13); “Jesús en la casa de Marta”. Pintura documental del siglo 15. Iglesia de San Jerónimo de Tunán (p.13); “El Santo Sepulcro”. Siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán (pp.14); “El Lavatorio en Casa de Simeón el Fariseo”. Lienzo documental del siglo 18. Iglesia de San Jerónimo de Tunán”. (pp.15).

Asimismo, creemos pertinente hacer hincapié sobre la información que Espinoza recogió acerca de los cuadros:

“Los trece lienzos de la sacristía de San Jerónimo de Tunán, estuvieron hasta hace tres años arrumados y tirados en el rincón de un cuarto húmedo y sucio. Cierta gente ignorante los había dado por perdidos, debido a los huecos y desgarramientos de que habían sido víctimas. Pero gracias al padre Severiano Rojas, actual cura párroco, se ha salvado estas obras valiosísimas […] recogió las telas casi destrozadas, las colocó en marcos de madera y aplicando medios anticuados –según expresa él- pero muy efectivos, con el bulbo de la cebolla quitó la grasa y el hollín de las pinturas. Después los colgó en las paredes de la sacristía […]”. (Setiembre, pp. 13)

Indagando más acerca de estos lienzos, caímos en cuenta que el historiador de arte Héctor Schenone (II: 1992) argentino, describe brevemente las escenas de la serie otorgándole el siguiente orden:

“Jesús en casa de Marta y María, Resurrección de Lázaro, La Magdalena Arrepentida, En la Casa de Simón El Fariseo, A los pies de Cristo Crucificado, En el Entierro de Cristo, Cristo se le aparece después de la Resurrección, Ascensión de Cristo, La Magdalena en el Barco lanzado a la deriva, La Santa en el Puerto de Marsella, Hace Penitencia y es Elevada al Cielo, y, Muerte de la Magdalena”. (pp. 572-576).

Francisco Stastny, historiador del arte peruano, en su artículo “Pintura en el Perú Colonial” (1997) las menciona como: “…pinturas [de] la Vida de María Magdalena…” y publica una imagen en b/n bajo el numeral 99: Anónimo, María Magdalena en un jardín cerrado, hacia 1775. Iglesia de Chongos (Valle del Mantaro) (pp. [116]). Siendo esta última, idéntica a una que conforma la serie de Tunán.

Es importante señalar que el padre Julián Heras (1987) ubicó en el Archivo del Convento de San Francisco de Lima, un inventario de mediados del siglo XVIII, el cual publicó, señalándose que:

“[En la iglesia] de la Purísima Concepción del Valle de Jauxa […] Al lado de la Epistola del altar mayor […] Se sigue otro altar de María Magdalena, la que esta en un bulto grande de cuerpo entero colocada en un nicho, adornada de liensos de varios pasos de su portentosa vida, vestida de un rico manto asul de tela, su diadema de plata, y un crucifixo en la mano, con su velo de tisu asul”. (pp. 43, 44, 45)

Luego procedimos a corroborar la existencia actual de la serie, en las oficinas del Instituto Nacional de Cultura en la ciudad de Lima, en el año 2008 (hoy Ministerio de Cultura), no estando registradas aun hasta el día de hoy. Fue entonces necesario viajar a San Jerónimo de Tunán y visitar el recinto franciscano. Luego de los permisos respectivos, pudimos cerciorarnos que eran doce lienzos, y se les realizó el fichaje técnico y fotográfico a cada cuadro de la serie. También constatamos que tanto el cuadro La Resurrección de Cristo que Espinoza Soriano (1971) menciona, así como Cristo se le aparece después de la Resurrección, que Schenone registró en el segundo tomo de su magna obra (1992), no figuraban dentro de la serie. En cambio, encontramos uno que estos no mencionaron, al que luego denominamos Nacimiento de María Magdalena, la primera del grupo de lienzos.

Esta situación nos llevó a tener que revisar forzosamente fuentes primarias en el Archivo Regional de Junín (ARJ) ubicado en la ciudad de Huancayo y en el Archivo Arzobispal de Lima (AAL). En el primero se intentó ubicar en la sección de protocolos notariales del siglo XVIII algún alcance acerca de la existencia de alguna cofradía de esta santa, tanto en la iglesia de san Jerónimo de Tunán (franciscana), en la iglesia Purísima Concepción (franciscana) y en la Iglesia Santiago de Chongos (dominica), no encontrando resultados satisfactorios.

Asimismo es necesario informar que en la mayoría de las iglesias y parroquias del valle del Mantaro, incluso en el Arzobispado de Huancayo, las personas encargadas de sus archivos coloniales y republicanos, aseguran no contar con dicha información, ya sea por celo de su patrimonio, por desconocimiento o porque realmente no cuentan con dicho material. Tampoco ubicamos algún alcance sobre cofradías de la santa, en la sección de cofradías coloniales e inventarios en el Archivo Arzobispal de Lima (AAL). Por la documentación revisada, nos percatamos que su veneración no era muy popular en Lima y tampoco en el valle del Mantaro. Pero eso sí, la riqueza artística de las iglesias del mencionado valle, fue inconmensurable, a comparación con lo que tenemos que lamentar hoy.

También visitamos la iglesia matriz de la Inmaculada Concepción, ubicada en la Provincia de Concepción, -en cuya capital funcionó la antigua sede del Corregimiento de Jauja-, pero de aquel altar no queda nada, debido a que tuvo que enfrentar tres sucesos fatídicos: el incendio provocado por la soldadesca española en 1821, la destrucción de los chilenos en 1882 y el violento terremoto de 1947. Posiblemente dicha serie pictórica haya ido a parar a la iglesia de san Jerónimo de Tunán como medida de salvaguarda. Pero también sabemos que Stastny ubicó la serie en Chongos en cuya iglesia jamás existió altar de esta santa según la documentación revisada en el AAL. Sin embargo, y como ya señalamos líneas arriba, al no gozar de la veneración popular en la zona, es muy probable que dicha serie haya pertenecido a ese antiguo convento e iglesia de “La Purísima Concepción”, que de acuerdo al inventario que publicara el padre Heras, existieron lienzos que relataban la vida de la santa.

Podemos adelantar que la serie sobre la vida de María Magdalena de Tunán, no tiene antecedentes en ninguna escuela pictórica europea, latinoamericana ni peruana conocida; por el contrario, contiene características aparentemente locales, las que pertenecerían al siglo XVIII. En dicha centuria, un pintor anónimo logró interpretar la vida de la santa a partir de la lectura de los evangelios bíblicos de Juan, Lucas, Mateo y Marcos, los únicos que hacen referencia a la santa -sobretodo como discípula de Jesús-, y, de La Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine. Asimismo, se ha encontrado que toma elementos específicos de grabados europeos de diversa temática. Inspirándose también en algunos detalles pictóricos de la vida de la Virgen María, Santa Rosa de Lima y de Jesús, entre otros; no descartando cierta vinculación con pinturas ayacuchanas en claustros conventuales de la misma centuria, poco estudiada a la fecha.

Un tratamiento formal e iconográfico innovador, con una fuerte carga simbólica todavía en investigación, con particularidades diferentes a la desarrollada en el sur andino, lo cual nos estaría develando la posible existencia de talleres especializados en el valle del Mantaro colonial, dirigidos por los franciscanos y dominicos -las dos órdenes religiosas más arraigadas en la zona- y bajo el patrocino de una acaudalada nobleza curacal.


Bibliografía

De la Vorágine, Santiago (2001) La Leyenda Dorada. Tomo I. Traducción del latín de Fray José Manuel Masías. Madrid: Alianza Editorial. 10ª reimpresión.

De la Puente Luna, José (2007) Los Curacas hechiceros de Jauja. Batallas mágicas y legales en el Perú colonial. Lima: Fondo Editorial de la PUCP.

Espinoza Soriano, Waldemar (1971) “Tesoros de la pintura virreinal en el valle del Mantaro I y II”, en revista El Serrano, ediciones de agosto (págs. 10 al 15) y setiembre (págs. 10 al 15). La Oroya: Cerro de Pasco Corporation.

Heras, Julián O.F.M. (1987) “Iglesias franciscanas en el valle del Mantaro”, en Boletín de Lima, N° 53, Lima, págs. 41 al 67.

Sagrada Bíblia (1984) Versión directa de las lenguas originales por Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto O. P. Madrid.

Schenone, Héctor (1992) Iconografía de Arte Colonial. Los Santos. Tomo II. Buenos Aires: Fundación Tarea.

Stastny, Francisco (1997) “Pintura en el Perú Colonial”, en Barroco Iberoamericano. De los Andes a las Pampas, a cargo de Ramón Gutiérrez. Barcelona: Lunwerg, D.L., pp. 111-118.

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Revelaciones de un patrimonio en franco extravío histórico (I)*

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Plaza Jauja
Nora B. Balvín Lazo
Historiadora de Arte
UNMSM

Divulgar que en Jauja, no habrá mayor arte que la de su propia naturaleza y memoria, es también lograr visibilizar el rostro de sus emergencias; empezando por el planteo de un ejercicio cabal y pleno -desde el horizonte de la historia del arte-, a todas esas sensibilidades y voluntades abiertas, que apuestan por el rescate de un patrimonio artístico material, tan agazapada y escindida en el tiempo. Memoria absurdamente subestimada y maltratada por mentalidades dislocadas, gestiones autistas; y que hoy nos confronta, reclamando a gritos su clamorosa necesidad histórica, tan colmada de inobjetable identidad.

Su evidencia se hace patente, toda vez que se siga permitiendo que procederes erráticos e ilícitos, sigan perpetuando esta enquistada problemática, de gravísimas consecuencias en la historia cultural de Jauja. Precisamos entonces, de reflexiones concienzudas y articuladas, orientadas hacia un proyecto dimensionalmente eficiente e innovador, que tras vencer toda suerte de obstáculos, inicie un primer paso decisivo con la puesta en valor de un legado permanentemente arrasado, acechado e irónica dejadez.

Y priorizar, dentro de todo ese abanico de prioridades latentes que se presentan en esta provincia -en el terreno de las artes-, es lograr optimizar un control de todos esos tesoros culturales invaluables, que aún nos acompañan, siendo su patrimonio religioso el más vapuleado y depredado, en su todavía esquiva y neblinosa historia, la misma que por su preocupante actualidad y la incertidumbre de su continuidad, demanda aperturar el itinerario de su salvaguarda, a partir del levantamiento de una cuidadosa y exacta operación de registro e inventario, que recoja de manera ordenada y sistemática, toda la información técnica relativa a dichos bienes; operación de valoración, selección y codificación, que deberá madurar con la deseable e importante catalogación de las mismas, actividad de un alto rigor científico, que luego propiciará su correcta restauración y conservación patrimonial; viabilizándola de esta manera, como parte integrante del Patrimonio Cultural de la Nación (Ley Nº 28296)

Jauja toda, deberá lograr asimilar que el saqueo y la pérdida de cada uno de estos objetos artísticos, son como palabras, frases y párrafos sueltos y dispersos de lo que vendría a ser el gran libro de su historia, entendiéndose también que muchos de sus capítulos quizá no podamos leerlas jamás; y frente a esto, jaujinos/as tendrán que asumir la responsabilidad cultural que les compete, pensando en ese derecho reclamado por sus próximas generaciones.

* Publicado en el “JAUJA HABLA DONDE PUEDES OPINAR”. Foro virtual sobre historia, arte, turismo, medio ambiente, actualidad, sociales. Marzo del 2007.

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LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE JAUJINO (*)

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Dario Núñez junto a los hermanos Contreras Sosa

El autor de este post flanqueado por los desaparecidos hermanos escritores Alejandro y Juan Contreras Sosa, jaujinos a carta cabal (Plaza de Armas de Jauja, enero de 1984)

Por DARIO A. NÚÑEZ SOVERO

“No seas huantino” es una manera común de expresarse en ambientes del departamento de Ayacucho. “Pareces jaujino”, es otra expresión que es frecuente escuchar en medios locales de la provincia de Huancayo, especialmente.

Ambas expresiones y otras de marcado tinte regionalista, constituyen cotidianas maneras de expresar no sólo estados de ánimo, sino que también son recursos del arte de la interlocución para estigmatizar y vituperar a las personas, no sin antes poner cierta fuerza peyorativa a la enunciación.

Sucede que en nuestra Patria, donde la idea de nación es algo incipiente, según Julio Cotler, en contraposición los micronacionalismos son fuertes y se hallan muy arraigados en las gentes.

Existe una marcada vocación para exacerbarlos. Los internacionalistas, los indoamericanistas, y los nacionalistas, con facilidad caen en esto que casi constituye un modo de ser propio de nuestra idiosincrasia mestiza e híbrida. Por ello no es raro constatar la rivalidad que existe entre arequipeños y camanejos, entre trujillanos y chiclayanos, jaujinos y huancaínos y así podríamos ir mencionando numerosos ejemplos de cómo este casi enfermizo amor telúrico, deriva haciéndonos enfrentar entre propios hermanos a costa, muchas veces, de restar energías, que mucha falta hacen, para forjar el despegue de nuestro lares maternos.

Quería retrotraer en nuestro epígrafe a Oscar Wilde, autor de esa novela que raptó nuestro entonces interés juvenil: “La importancia de llamarse Ernesto”, para señalar, en suma, la importancia de llamarse jaujino, como por extensión, muy bien podría sentenciarse que es importante llamarse trujillano, huantino o ayacuchano porque, sin ánimo de desconocer otros gentilicios, todo pensante vive de sumo orgulloso del lugar que lo vio nacer.

Sin embargo, en el hecho concreto del jaujino, serlo va más allá de la simpleza que pudieran implicar estas reflexiones. Es llegar a adjetivos que nos califican en lo ético. ¡Quién no ha oído decirle a un jaujino rajatabla!. Para una jaujino nato y neto, esto constituye una orgullosa expresión que satisface plenamente; no se trata en ningún caso de una expresión oprobiante, antes de eso es casi juzgamiento al hecho de que ser jaujino es ser una persona que ama la rectitud de la conducta humana, que vive en sed permanente de justicia, amante y pretencioso de la gloria de su pasado, lo señorial de sus costumbres y su devoción por la belleza del paisaje de la provincia.

Ser jaujino, o si quieren, ser rajatabla, es ser una persona cuya particular y afinada ilustración la obliga a moverse dentro de una axiología severa, ubicándose siempre dentro del esquema del “deber ser”… No es pues algo gracioso el ser rajatabla, por lo mismo, es la antípoda: una manera de proyectarse a una sociedad donde las personas sepan actuar dentro de marcos definidos, restándole la espontaneidad y banalidad que caracteriza a los comportamiento de los grupos sociales de nuestros tiempos.

Ojalá los millones de peruanos, pudiéramos proclamarnos algún día como rajatablas, de seguro que muchos de aquellos esquemas culturales vacuos y soberbios (como de los que animosa y perversamente nos quieren vilipendiar), se superarían. Entonces la memoria de filósofop peruano Augusto Salazar Bondy tendría plena vigencia, pues su tesis de la cultura de la dominación volvería a estar en los cenáculos de la discusión y la tertulia.

(*) Este artículo fue publicado el sábado 25 de setiembre de 1982 en la página editorial del Diario Correo-Huancayo.

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