Un estallido marxista-leninista que pretendió, igual que Fidel Castro en Cuba, convertir el Perú al Socialismo
Pineda, Rentería y Flores, quienes participaron en el levantamiento en la cárcel de Jauja. FOTO: Diario La República, 1983.
Transcurría el año 1962 en Jauja, cuando un alférez de la Guardia Republicana, de escasos veinte y tantos años, director de la cárcel de la ciudad, intentó sublevarse junto a un grupo de trotskistas y estudiantes del San José de Jauja. Revolución que inmediatamente fue frenada y que terminó con la vida de algunos. Acerca de ello, a nivel local, César Núñez Arroyo en su obra “Huajaco” describe todos los azares de esta frustrada revolución; pero a nivel mundial, Mario Vargas Llosa escribió y mitificó esta revolución en su obra “Historia de Mayta”.
Al respecto, encontré esta entrevista a Mario Vargas Llosa, que le hiciera el Diario la República el 19 de noviembre de 1984, en el que detalla los pormenores de cómo se inspiró para escribir esta obra:
“…
-¿Cuándo y cómo nace la Historia de Mayta?
—Nació en París en 1962. Fue un día que al abrir Le Monde, a eso de las 3 de la larde, como lo hacia todos los días, me encontré con un pequeño suelto que se refería al Perú. Allí se hablaba de una frustrada insurrección armada en un pueblito de la sierra peruana, Jauja. Me hizo gran impresión la noticia, ya que nunca se me había pasado por la cabeza que en el Perú podría ocurrir una insurrección armada del tipo socialista. Recuerdo claramente que me quedó dando vueltas la cabeza: yo me preguntaba ¿quiénes podían haber participado en esa aventura? ¿Qué organizaciones estaban detrás de ella?
¿Por qué tanta curiosidad de su parte? ¿Era usted izquierdista?
—La verdad es que nunca pensé que algún día escribiría una novela a partir de ese hecho, pero hoy sé que ese suelto fue el punto de arranque de la ficción que ahora se publica. Mi curiosidad también estaba motivada porque lo mismo estaba comprometido con la causa de la revolución cubana y convencido de que la revolución era la única salida para los problemas de nuestros países. En ese entonces yo participaba ardientemente de la ilusión revolucionaria que había creado la revolución cubana, además tenía muchos contactos con revolucionarios latinoamericanos que iban y venían de Cuba. París ya comenzaba —lo sería mucho más después— a ser la encrucijada, el paso obligado, de estos revolucionarios que por razones del bloqueo, por seguridad, regresaban a sus países dando una vuelta por Europa.
—¿Llegó a conocer en París a alguno de los que participaron en el levantamiento de Jauja?
—No, directamente no. Pero un revolucionario peruano que pasó por París me dijo que en la cárcel había conocido a alguien que había estado en la aventura de Jauja y éste le había contado que toda esa historia comenzó en una fiesta en Surquillo. Allí un viejo militante trotskista había sido presentado a un joven subteniente, idealista e ingenuo, impulsivo, que le habló de una revolución socialista que él estaba preparando. Una insurrección al margen de cualquier organización política, por la libre. Así este hombre que había pasado por todos los grupúsculos de izquierda, en ese tiempo la izquierda no tenía partido, eran grupos muy pequeños, grupúsculos, quedó fascinado por el entusiasmo y pragmatismo de este joven. Así se estableció una amistad entre ambos. Y esta amistad desencadenó la operación de Jauja. Operación en la que el único que tenía más o menos una experiencia política era el militante trotskista.
—Y los demás, ¿no eran militantes?
–No. En absoluto. Era un grupo de colegiales. Todos de la Gran Unidad Escolar San José de Jauja, pero lo que a mí me fascina, porque los hechos no ocurrieron realmente como lo narro en el libro, es la idea de este hombre, un poco ya en el umbral de la jubilación política, fascinado por un muchacho impulsivo y que se convierta espiritualmente en un joven que se lanza a una aventura bastante descabellada y sin ninguna posibilidad de éxito. Me parecía que este hombre —Mayta— tenía en sí los mecanismos que fueron en realidad los que decidieron el comportamiento de numerosas personas —peruanos o de otros países latinoamericanos— durante esos años 60, ese tiempo en que la revolución cubana llegó a tener raíces tan fuertes en todo el continente.
…”
Cabe precisar que en los sesenta, Mario Vargas Llosa era un gran defensor de la Revolución Cubana, por ello, estuvo fascinado con la frustrada Revolución de Jauja y de ahí el interés por escribir “Historia de Mayta”. Vale la precisión por cuanto el literato peruano, actualmente es un férreo defensor del neoliberalismo.
De todos modos, encontré un post en el Gran Combo, en el que Silvio Rendón realiza una importante reseña histórica de la frustrada revolución de Jauja:
“…El subteniente de la Guardia Republicana Francisco Vallejo se pone en contacto con un grupo trotskista en Lima, el POR, y, entusiasmado él con la revolución cubana, les propone un levantamiento armado en Jauja. El oficial cuenta con un destacamento de 15 hombres bajo su mando, a cargo de la cárcel de la ciudad, y tiene dos lugartenientes, el dirigente campesino Humberto Mayta y el sindicalista limeño Jacinto Rentería. Sin embargo, entiende que requiere el apoyo de una organización política. A través de su contacto con Rentería busca animar al grupo trotskista a sumarse al levantamiento. Durante seis meses se realizan diversos viajes entre Jauja y Lima, encuentros entre el oficial y el sindicalista en que se animan mutuamente a realizar el levantamiento. “El plan era elemental y simple; consistía en lograr el respaldo de determinados dirigentes campesinos de la zona, alzarse en Jauja y constituirse en foco guerrillero en las inmediaciones de la Selva Alta”, cuenta Añi Castillo.
El oficial se pone en contacto con dirigentes campesinos de la zona y con un grupo de doce estudiantes secundarios, que tendrían la función de “acompañamiento agitativo (levantar polvareda, armar barullo, impresionar)”.
Rentería llega a Jauja un día antes de la fecha fijada para el comienzo de las acciones. A las 5am deberían reunirse todos en el punto prefijado.
Las acciones planteadas eran elementales: el oficial tomaba la cárcel y encarcelaba a los soldados. Con esas armas se dotaba a los combatientes. Se tomaban luego las otras dos comisarías de policía, se “expropiaban” los dos bancos y con armas y dinero se partía en retirada hacia las quebradas laderas orientales de los Andes, a instaurar el foco.
El desenlace fue también elemental: a la mañana siguiente no se presentaron sino dos de los dirigentes campesinos, diez habían asegurado su participación. Unos adujeron que tenían que ir a recoger su ganado, otros que habían tenido que viajar a un pueblo vecino por razones de trabajo, y en fin otros ni siquiera se molestaron en ofrecer explicación alguna. Dos maestros incluidos en el grupo habían desertado un día antes. Todo esto motivó que, en la madrugada del día que debía comenzar el alzamiento, no hubieran sino los 4 actores principales. Se esperó un tiempo; mientras se vacilaba si proceder adelante con las acciones o no, se hicieron presentes los estudiantes. Estos, llenos de inconsciencia y de coraje, decidieron en pocos minutos su participación armada, alentaron al grupo y terminaron todos por seguir adelante.
Las acciones comenzaron con tres horas de atraso pero el grupo “guerrillero” no tuvo mayor dificultad para asaltar la cárcel, las dos comisarías y uno de los bancos.
Finalmente, rumbo al Este, el grupo se retiró en un automóvil y una camioneta. El viaje motorizado duró más o menos seis horas hasta un pueblo donde el camino terminaba. En este lapso, de Jauja las autoridades avisaron a Huancayo y desde allí salió un destacamento de cien guardias de asalto en “jeeps” y camiones militares. Este destacamento llegó al mismo pueblo sólo dos horas más tarde que los insurrectos. Desde allí comenzó la persecución a pie.
El grupo de rebeldes se había dividido en dos: uno conformado mayormente por los estudiantes iba adelante, el segundo integrado por los dirigentes iba atrás, arreando dos burros que llevaban las armas sobrantes, el dinero y algunos pertrechos. El contacto con las fuerzas del orden se produjo al final del día y con las últimas luces, en momentos en que se coronaba una cumbre desde donde se inicia la zona más protegida de la Selva Alta, comenzó una muy desigual batalla.
El combate duró unas horas. Le costó la vida al Oficial Vallejo, cabeza del grupo, y al dirigente campesino Mayta. Los estudiantes se dispersaron, algunos cayeron presos horas después, en los alrededores, y el resto se fue entregando en Jauja mismo en los días subsiguientes. El dirigente sindical trotskista, Rentería, cayó también preso al final del tiroteo junto con el otro dirigente campesino y alguno de los estudiantes. Todos fueron encarcelados…”
Interesante ¿no? Desconocía los detalles de esta historia aunque siempre había escuchado pequeños relatos al respecto. Especialmente, de la legendaria visita del “Che Guevara” a Jauja, donde habría tenido una reunión con el jaujino Joaquín Salguero Pizarro -otro revolucionario de ese entonces-; no obstante, esto no ha sido confirmado, especialmente por el secretismo de estas reuniones en una etapa revolucionaria a nivel mundial y en el que la guerra fría llegaba a su máxima expresión. De todos modos, será motivo para leer “Historia de Mayta”. En la página 30 del libro de Mario Vargas Llosa, el Álferez Vallejos le refiere y pregunta a Mayta:
—En realidad, estoy y no estoy aquí —le guiñó un ojo
con burla—. Porque debería estar en Jauja. Vivo allá, soy el
jefe de la cárcel. No debería moverme, pero me doy mis
escapadas cuando se presenta la ocasión. ¿Conoces Jauja?
—Conozco otras partes de la sierra —dijo Mayta—.
Jauja, no.
—¡La primera capital del Perú! (…)
¡Jauja! ¡ Jauja! ¡Qué vergüenza que no la conozcas!
Todos los peruanos deberían ir a Jauja.
Dicho de Vallejos que la comparto. Puedes leer el prólogo y las primeras 37 páginas de “Historia de Mayta” aquí.