Otro destino

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En aquel momento

que estás encrucijado

pensando en los recuerdos,

pensando en los posibles.

Dos sombras paralelas

que se repelen mutuamente

avanzando por caminos

que no saben su final.

Ellas me jalonean

para seguirlas mansamente,

para buscar sus pasos

y saborear sus mieles.

Pero me quedo quieto,

me doy la media vuelta,

giro a otro destino

que quiero conocer.

Tatuajes y sombras (capítulo catorce)

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(viene del capítulo anterior)

Laura le pidió al guardia que detuviera el auto. El conductor le hizo caso y Laura se pasó para el asiento de atrás para que Flores pudiera ver su espalda. Como pudo comprobar, ella no tenía ninguno de los tatuajes que Silva le había mostrado.

El detective quedó sorprendido: aún no entiende por qué su amigo le ha mentido. “No sé qué puede motivar a tu amigo para culparme a mi, qué interés tiene”, se molestó ella haciendo ahínco en la fijación que Silva tiene en su caso.

De pronto, el aire del lugar cambió. Una onda de calor envolvió el ambiente y tanto el guardia como el detective sacaron a relucir sus armas. De frente hacia al auto, apareció el hombre tatuado caminando lento pero seguro. “Corran”, dijo Flores y huyó del lugar junto con Laura, mientras que el guardia se quedó quieto, dispuesto a enfrentar al que viene.

(continúa)

Durante el tercer año (capítulo final)

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(viene del capítulo anterior)

Si bien habían pasado dos meses desde que la relación se quebró, Luis fue muy enfático en recordarle uno a uno todos los malos ratos que pasaron en aquel tercer año. Mónica se dio cuenta, de forma muy dolorosa, cuánto cada uno de estos hechos había afectado el amor que sentían.

Luis se sinceró: “Yo no iba a venir, pero necesitaba hablar de todo aquello que no me gustó”. Mónica empezó otra vez a llorar como el día del rompimiento. “Lo siento pero tenía que decirlo… y espero que te vaya mejor sin mí”, fue lo último que dijo él antes de abandonar el parque.

Mónica secó sus lágrimas al darse cuenta que él ya se había ido. Finalmente empezó a reflexionar sobre sus errores. “Luis fue lo mejor de mi vida. Ahora se ha ido y otra vez tengo que volver a vivir”, señaló ella al alejarse lentamente de allí.

El rey Azul (capítulo catorce)

[Visto: 421 veces]

(viene del capítulo anterior)

El duelo era parejo. Como si fuera un espejo, los gemelos chocaron sus espadas una y otra vez, anulando sus respectivos ataques. Sin embargo, luego de media hora, el cansancio empezó a mermar a Eduardo: su disipada vida le está pasando una enorme factura.

Sus golpes de espada empezaron a volverse poco efectivos, lo cual aprovechó Azul para pasar decididamente a la ofensiva. Eduardo apenas pudo aguantar dos golpes: el primero le derribó su escudo, el segundo le hizo sangrar el hombro derecho.

“Ríndete, no quiero seguir hiriéndote”, dijo el príncipe viendo jadear más de la cuenta a su gemelo. “¡No me vengas con misericordias! ¡Ven a luchar!”, gritó Eduardo y se le fue encima, pero no pudo seguir más: Azul vio la defensa baja y clavó su espada por el estómago de su rival.

“Adiós hermano”, fue lo último que dijo el príncipe a Eduardo, quien se derrumbó muerto sobre el suelo. “El rey ha muerto, ¡que viva el rey!”, gritó Petreos y se acercó a Azul para felicitarlo. Los rebeldes también se acercaron a su líder.

(continuará)

Allí estés

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Me pregunto si eres el viento

que se lleva algo de mi aliento

cuando camino distraído

persiguiendo mi destino.

O serás acaso un pensamiento

que se cruza de repente

aturdiendo mi cerebro

en un segundo de suspenso.

Lo cierto es que no importa

cómo te manifiestes,

tan sólo me basta

con que allí estés.

Tatuajes y sombras (capítulo trece)

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(viene del capítulo anterior)

Luego de unos minutos Flores despertó de su inconsciencia. Se encuentra echado en el asiento posterior de un carro. Delante, Laura está sentada como copiloto mientras uno de sus guardias está conduciendo a velocidad media.

Ella se percata que el detective está despertando. “¿Por qué me buscas?”, le increpó la mujer con mucho fastidio. “Tú sabes bien que es por los tatuajes”, señaló Flores reponiéndose de a pocos del letargo. Laura se lo negó y el detective decidió sacar las fotos.

Con cuidado, le mostró las fotografías que tenía en su saco. Laura miró con detenimiento las imágenes pero las descartó de plano. “Son trucadas, yo no tengo esos tatuajes”, respondió con tal convicción que el detective le pidió revisar su piel. “Bien, se mira pero no se toca”, dijo ella con harto desparpajo.

(continúa)

Durante el tercer año (capítulo catorce)

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(viene del capítulo anterior)

“Quiero tu respuesta”, insistió Luis al ver que ella no respondía. Mónica comenzó a derramar algunas lágrimas pero repuso a medias su compostura y dijo sí. Seguido, ella trató de explicarle que si bien se había quedado dormida, no había sucedido nada.

Luis sacó un celular y fue a la sección de fotos. “Me cuesta mucho creértelo”, señaló él y le mostró las imágenes. Mónica se dio cuenta que se trata del celular de Sofía, quien había aprovechado su alcohólico estado para captarla en varias fotos.

Ella no pudo ocultar su estupor al ser captada de esa forma. Pero Luis ya no está para excusas. “Veo que ya encontraste alguien mejor. Esto se acabó”, fue lo último que dijo antes de irse dejando a Mónica con el corazón destrozado.

(continúa)

El rey Azul (capítulo trece)

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(viene del capítulo anterior)

La noche se le hizo eterna a Eduardo. Encerrado en una de las carpas del campamento, no puede intentar siquiera una fuga, porque está extremadamente vigilado por los centinelas que hacen guardia fuera.

Luego de algunas horas, el cansancio lo venció y se quedó dormido sobre el suelo. Para cuando despertó, ya era cerca al mediodía. Azul apareció en escena y el destronado rey le preguntó si acaso se había arrepentido. “No, sólo que no era justo que yo durmiera lo suficiente y tú no”, se excusó el rebelde y le amarró las manos con una soga.

Tomó la atadura y lo jaló fuera de la carpa hasta un claro en medio del denso bosque. Eduardo fue desatado y le entregaron una espada y un escudo. Las reglas de la lucha eran simples: el primero que hiriese mortalmente el otro será el ganador del duelo.

Azul tomó también su escudo y espada, y se preparó para esperar el primer golpe. Tras el saludo protocolar, los dos hombres se miraron con severa furia. Eduardo se abalanza sobre su oponente. El golpe de espadas rompe la calma del denso bosque.

(continúa)

Momento sencillo

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Que tibio se siente

este aguardar tranquilo

en la arena poco fina

de la playa silente.

Aunque he caminado

sin ningún problema

para llegar a este lugar

que me parece tan familiar.

No pretendo volver,

no pretendo dejarlo,

aún si la marea sube,

aún si el frío arrecia.

No tengo nada que esperar,

no trazo otro destino,

sólo vivo otro momento sencillo

que quiero recordar.

Tatuajes y sombras (capítulo doce)

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(viene del capítulo anterior)

Los dos guardias se acercaron hasta Flores. Le pidieron que los acompañara fuera del local pero, como el detective diera su negativa, ellos pretendieron sacarlo a la fuerza. No contaron con que Flores se avivaría y sacaría su pistola eléctrica para derrumbarlos.

Se arma un pequeño tumulto, el mismo que Laura aprovecha para escapar por la puerta de los camerinos. Algunos borrachos se acercan para golpearlo, pero lo peor está por venir: aparece el hombre tatuado causando estragos entre la gente que huye.

Flores siente que el ser sobrenatural lo está buscando, así que se acerca hacia los camerinos. Está ingresando cuando le rocían un líquido en la cara. Su rostro se le queda ardiendo y da alaridos de dolor por unos segundo. Luego, recibe un golpe en el estómago y otro en la cabeza, cayendo inconsciente al piso.

(continúa)