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(viene del capítulo anterior)
El duelo era parejo. Como si fuera un espejo, los gemelos chocaron sus espadas una y otra vez, anulando sus respectivos ataques. Sin embargo, luego de media hora, el cansancio empezó a mermar a Eduardo: su disipada vida le está pasando una enorme factura.
Sus golpes de espada empezaron a volverse poco efectivos, lo cual aprovechó Azul para pasar decididamente a la ofensiva. Eduardo apenas pudo aguantar dos golpes: el primero le derribó su escudo, el segundo le hizo sangrar el hombro derecho.
“Ríndete, no quiero seguir hiriéndote”, dijo el príncipe viendo jadear más de la cuenta a su gemelo. “¡No me vengas con misericordias! ¡Ven a luchar!”, gritó Eduardo y se le fue encima, pero no pudo seguir más: Azul vio la defensa baja y clavó su espada por el estómago de su rival.
“Adiós hermano”, fue lo último que dijo el príncipe a Eduardo, quien se derrumbó muerto sobre el suelo. “El rey ha muerto, ¡que viva el rey!”, gritó Petreos y se acercó a Azul para felicitarlo. Los rebeldes también se acercaron a su líder.
(continuará)