Y otra vez (capítulo seis)

[Visto: 417 veces]

(viene del capítulo anterior)

El pobre Gonzalo no sabe qué hacer. Cómo es posible que otro esté hablándole de la forma en que lo hace él. “No… tiene que haber una explicación”, exige despechado por lo que está viendo y decide caminar más rápido.

El ímpetu le gana y sus piernas empiezan a correr más deprisa, al darse cuenta que Lidia se despide de su amigo con un beso demasiado apasionado, y se dispone a subir en el bus que la lleva a su casa. Gonzalo se esfuerza al máximo por llegar cuando el bus arranca.

Lidia había conseguido un cómodo asiento y, cuando saca su cuaderno para leer unas anotaciones, escucha un ruidoso golpe que estremece a todos los pasajeros. Nadie entiende lo que ha pasado hasta que ella mira a la puerta de subida: Gonzalo se ha arrojado sobre la escalinata y, de a poco, se salvó de morir arrollado.

(continuará)

Final de pareja

[Visto: 329 veces]

Sólo son momentos exiguos

en que breves personas

intentan demostrar

la amplitud de sentimientos.

Dos personas incapaces

de lograr una normalidad,

de vivir una fantasía

en un confuso presente.

Ellos se ahogan ya,

con el llanto permanente

en el fastidio recurrente

y la discusión constante.

Ellos son cómplices

de una destrucción infinita,

anunciada de antemano,

que les niebla la vida.

¿Quién los salvará acaso

de esos terribles fantasmas,

tan altivos y visibles

pero que no quieren ver?

Quizá procuren un escape

de esos espectaculares,

que los devuelvan al mundo

que no quisieron dejar.

Quizá sea muy tarde,

para uno o para ambos,

es la realidad que los ha atrapado,

la soledad que los ha afligido.

Treinta días (capítulo siete)

[Visto: 389 veces]

(viene del capítulo anterior)

“No puedo creerlo”, fue lo primero que dijo José cuando escuchó el relato de su amigo. Si Alberto no había podido descifrar el comportamiento de su enamorada, su compañero menos. “Algo muy raro está sucediendo”, fue la única conclusión a la que José llegó.

“Es que no sé qué más pensar”, respondió Alberto, añadiendo que ya lleva más de quince días sin poder conversar con ella. “Eso nos deja diez días más de espera; seguro que hay una explicación”, contesto su amigo esperando que él recapacitara.

“No broder, tengo que saber qué pasa”, insistió Alberto, convencido que necesita apoyarla. “Entiendo tu fastidio, pero es mejor que esperes”, afirmó José intentando apaciguar sus ánimos. No lo consiguió: Alberto se levantó de la mesa y salió afuera a fumar un cigarrillo.

(continuará)

Noche lúgubre (capítulo siete)

[Visto: 385 veces]

(viene del capítulo anterior)

Ella se le queda mirando: es obvio que le parece atractivo. De pronto, se da cuenta que él se acerca hacia su mesa. Se ruboriza un poco pero, con total tranquilidad, él se sienta a su costado y la saluda.

“Hola, soy Carlos”, dijo el joven y le extendió su mano. “Soy Laura”, dijo ella y lo saludó del mismo modo. Comenzaron a hablar de cualquier cosa, tanto que las bromas y las risas fluyeron mientras los tragos iban y venían en esa noche tan oscura.”He notado que te gusta bailar… ¿bailamos?”, preguntó Carlos como si no estuviera urgido por nada.

Laura asintió y ambos  fueron a la pista de baile. Se les veía bastante animados con cada uno de los pasos que hacen, hasta que ella se sintió un tanto cansada. “Vamos a sentarnos”, le aconsejó Carlos al verla así. “Creo que es mejor si ya me voy”, respondió ella y acercándose a la mesa recogió su cartera.

(continuará)

Y otra vez (capítulo cinco)

[Visto: 380 veces]

(viene del capítulo anterior)

Lidia lo saluda por cortesía. Y eso le extraña a Gonzalo porque la semana pasada todo estuvo muy bien. Él le preguntó cómo se sentía, pero ella solo atinó a decir que no había dormido bien y que se sentía algo cansada.

“Bueno, te veo a la salida”, fue la escueta respuesta de Gonzalo y se despidieron. Al besarla en la mejilla notó otra vez esa infame frialdad. Cuando volvió al aula luego del recreo, se preguntó si sería buena idea insistir en el por qué de su actitud. Para cuando llegó la hora de salida, él se apresuró en salir primero del colegio.

No la vio en el portón y se puso hablar con el vigilante de la institución para saber si la había visto. “Sí, ya está en dirección al paradero”, fue la contestación del hombre. Gonzalo agradeció y se apresuró en llegar al paradero. Grande fue su sorpresa al verla caminar acompañada de otro muchacho.

(continuará)

Sin sonido

[Visto: 430 veces]

Hoy ya no temo

al silencio que invade

esta habitación marchita

que poco merece.

La verdad es que no podría

seguir escuchando por siempre

las mismas idiotas mentiras

que tú te creabas.

Pues sólo servían

para derrumbarme,

para destruirme al ánimo

y cruelmente ablandarme.

Hoy he roto mis tímpanos

y ya no puedo oírte,

serás tan sólo un sonido

que no puedo escuchar.

Treinta días (capítulo seis)

[Visto: 332 veces]

(viene del capítulo anterior)

Alberto miró el reloj en su brazo. “Son las siete de la noche”, dijo ya con cierto fastidio. Las horas parecían pasar lentamente hasta que llegó a ese momento. Para su suerte, no tuvo que esperar más. La puerta se abrió, dejando salir a los dos amigos.

Marisela se despidió y él se fue caminando en dirección a la avenida principal. Alberto aprovechó para acercarse hasta la casa. Ella lo vio venir y se quedó algo sorprendida, pero igual lo saludó. Alberto le preguntó que pasaba. “Pensé que venías mañana”, respondió Marisela algo resignada.

Ambos pasaron adentro y Alberto vio que en la mesita de la sala había unos vasos de refresco y algunas galletas. Alberto le volvió a preguntar por su amigo. “Es de mi trabajo. Le pedí un favor y me está ayudando a realizarlo”, contestó ella con cierto nerviosismo.

Él le dijo que quería ayudarla también. “No puedo explicártelo ahora, en unos días lo entenderás”, fue su respuesta. Como Alberto insistiera en saber, ella se enojó y le pidió que se fuera de su casa.

(continuará)

Noche lúgubre (capítulo seis)

[Visto: 344 veces]

(viene del capítulo anterior)

Carlos llegó al bar sin prisa, aunque más ansioso que de costumbre. Pensó que los vigilantes no lo dejarían entrar ese sábado pero ellos, que rápido olvidan o tal vez por el dinero que gasta, le permitieron pasar.

Miró de un lado a otro del bar. Era obvio que ella aún no había llegado, así que se pidió una botella de cerveza. Luego una segunda. Una tercera. Habría pedido una cuarta, de no ser porque su víctima apareció de pronto y se sentó en una de las mesas del bar.

Carlos se la quedó mirando, mientras ella espera que llegue su trago. La música está a todo dar y la joven mueve sus hombros al compás del melodioso sonido. Cierra sus ojos para concentrarse en oír. Oír, pero no con el sonido. Oír con su cuerpo, ser sensación de movimiento.

Ella se despabila mientras las notas musicales recorren cada fibra de su ser… y se siente renovada. Para cuando abre sus ojos, toma conciencia de su alrededor. Se sonroja al notar que todos se ríen un poco. Todos excepto uno, el chico de la barra que la mira con complacencia.

(continuará)

Y otra vez (capítulo cuatro)

[Visto: 343 veces]

(viene del capítulo anterior)

“¿Que no es la primera vez?”, preguntó uno de sus amigos aún sin creer lo que había oído. “Hace muchos años de esto, yo ni los conocía”, respondió Gonzalo como introducción a su desventurado relato. Él mira hacia la calle, que se le hace conocida.

Se mira así mismo, sólo que unos años más joven. Aún es un adolescente asistiendo al colegio. Y a pesar de que sólo quisiera estar pendiente de los estudios, hay alguien que le quita su atención. Una chica un año menor que él es quien lo tiene distraído buena parte de la mañana.

Y es que su pensamiento lo pone ansioso hasta que llega la hora del recreo. El timbre resuena por todo el colegio y Gonzalo se apresura en guardar el cuaderno en su mochila y salir hacia el patio lo más rápido que puede para poder verla. “Hola Lidia”, la saluda alegremente al tenerla cerca.

(continuará)

Mentira de conciencia

[Visto: 339 veces]

Qué tan crédulo fui,

aún no lo sé, pero

cuando una mentira encontré

supe que me perdí.

Que mi centro y mi motivo

no estaban contigo,

que todo aquello que decías

no era verdadero.

Cómo poder desentrañar

todas esas falsedades,

es caminar en ceguera

un sendero hacia el abismo.

Sólo había una forma

de poder alejarme,

herirte del mismo modo

en que tú me usaste.

No hubo lágrimas,

ni siquiera temores,

bastó una mentira de conciencia

y esto se acabó.