(viene del capítulo anterior)
“Estuvo tranquilo, sin problemas”, fue la escueta respuesta de Marisela luego de un pequeño silencio. A Alberto le pareció gracioso este detalle y rió un poco. Ella le pidió que no se burlara, a lo que él respondió con un “está bien, está bien” que no le impidió mostrar que se siente alegre.
Marisela fue curiosa y le preguntó lo mismo. “Pesadísimo, mi jefe no me dejó ni respirar”, fue su pronta respuesta y ambos rieron. Justo llegó la cena y se pusieron a comer con mucho gusto; por tanto, él decidió que podía esperar hasta que salieran del restaurante.
Una hora más tarde, ambos caminan en dirección hacia el paradero. Hablan sobre cualquier cosa, pero él no tiene forma de meter su tema a la conversación. “¿Te ocurre algo?”, dijo Marisela viendo su ansiedad. Alberto se llenó de valor y comenzó a besarla.
Ella aceptó al inicio pero paró de pronto. “Sabes que nos pueden ver”, se excusó Marisela al verlo sorprendido. “Y yo quiero que nos vean, lo nuestro no tiene nada de malo”, respondió Alberto con cierto fastidio. “Treinta días, por favor… treinta días y ya nadie podrá decir nada”, dijo Marisela acariciándole el rostro.
(continúa)