Archivo de la categoría: Relatos por Entregas (serie dos)

Relatos literarios escritos por fascículos

Antes de los 28 (capítulo ocho)

[Visto: 454 veces]

(viene del capítulo anterior)

Al verlo, Nico no sabía si ignorarlo o pretender llamar la atención bajando del bus. Sin embargo, Dante lo miraba muy tranquilo y sólo esperaba que pronunciara alguna palabra. El joven le preguntó qué hacía allí. “Dirigiéndote hasta tu destino”, afirmó Dante con una faz sin rastro de alegría ni de tristeza.

Como quiera que Dante no dijo nada más durante el viaje, Nico se quedó dormido inclinando la cabeza en la ventana. Fueron los viente minutos más largos de su vida, cuando sintió que unos dedos le golpean en el hombro. “Ya es hora de bajar”, señala Dante apresurándolo. Medio somnoliento, Nico se levanta del asiento y sigue al hombre vestido de negro.

Nico se da cuenta que han llegado a su calle favorita, aquella donde se encuentra el pequeño bar donde los tres amigos celebraron su cumpleaños veintisiete. A medida que avanza por la acera, las lágrimas escapan de sus ojos y discurren por las mejillas. Finalmente, sus pasos paran delante de la entrada del bar que, a pesar de ser viernes, está cerrada.

“Entremos a darle un vistazo”, dijo Dante y, dando un chasquido, movió las puertas.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo siete)

[Visto: 458 veces]

(viene del capítulo anterior)

Nico despertó en medio de la noche, cubierto por un sudor intenso. A su lado, su madre se alegra que por fin hay despertado mientras lo atiende debajo de las luces prendidas de su habitación. “Te dio fiebre y estuviste dormido por dos días”, le explicó ella la situación. Nico sintió que su cabeza le dolía un poco y pidió un poco de agua. “Entonces, mañana es… “, preguntó el joven y su madre respondió afirmativamente.

Más que pensar, Nico decidió que necesita actuar. Yendo al baño a secarse el sudor con una toalla, vuelve a la habitación a colocarse un polo limpio y una capucha gris encima. “¿A dónde te vas?”, le recrimina su madre por su intempestiva acción. “Tengo algo que hacer mamá”, dijo ante la puerta y giró la perilla para abrirla, y antes de salir, volvió a mirarla y le prometió: “Volveré pronto”.

Su madre rompió a llorar en la sala, mientras él ganó rápidamente la esquina y subió a un bus. Se había sentado en un asiento doble, al costado de la ventana. Dos minutos más tarde, alguien se sentó a su costado. “Creo que vamos al mismo sitio”, dijo la voz a su costado. Nico volvió a verlo y tragó saliva: Dante en persona lo había encontrado.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo seis)

[Visto: 456 veces]

(viene del capítulo anterior)

A pesar de ser un sueño, el dolor que siente Nico es intenso. Más aún porque las imágenes se desvanecen y no quiere dejar solo a su moribundo amigo. “Recuérdalo: esto ya pasó”, dijo la voz de José a su alrededor. En cierto modo confortado por esas palabras, Nico se preparó para lo que venía a continuación.

Se encontró frente a un lugar que le pareció familiar. Así era, es la casa de Sergio. Está tocando el timbre y luego su amigo le abre la puerta. Salen a caminar por allí y hablan sobre su próximo cumpleaños, que está muy cerca. “No sé dónde lo celebraremos, pero espero que sea muy chévere”, responde él contento y le dice que está más que invitado.

En ese momento, Nico miró hacia el caminante que venía por la vereda. Y esta vez tampoco le quedó dudas: era Dante quien se acercó a ellos y pasó por su costado. Nico se detuvo de pronto. “¿Pasa algo?”, preguntó Sergio. “No nada”, respondió el joven y le dijo que ya se iba a su casa.

Se despidieron y Nico avanzó hasta el otro lado de la calle. Ni bien terminó de pasar, se escucharon un par de balazos. Su primera reacción fue tirarse al suelo. Luego de unos minutos de sentirse ya seguro, miró hacia el otro lado de la calle: una persona yacía echada en la vereda. Al ver que era Sergio, corrió hasta su encuentro pero era tarde. Sus ojos ya no lo veían.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo cinco)

[Visto: 430 veces]

(viene del capítulo anterior)

Dentro del sueño, Nico abrió los ojos y miró hacia la calle. En la esquina, José lo esperaba: “Y, ¿qué te cuentas broder?”, dijo su amigo y entonces recordó que era aquel día del fatídico accidente. La conversación transcurrió de lo más trivial, hasta que José ya tuvo que irse a su casa.

El detalle fue que, antes que terminara la conversación, un hombre pasó por su lado. José espera el bus que lo lleve hasta su paradero, cuando un auto a excesiva velocidad sale de la pista por el lugar. José apenas si puede ver al auto, así que no reacciona y es atropellado de frente. El choque es durísimo y José sale volando por el aire.

Nico vió cómo su amigo caía de cabeza sobre el pavimento, muriendo en ese instante. Corrió hasta él y quiso reanimarlo, pero ya era tarde. Consumido por la tristeza, empezó a llorar mientras todos se acercaban a ayudarlo. Excepto Dante, el hombre extraño, quien observó de lejos y se retiró del lugar con su cara de indiferencia.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo cuatro)

[Visto: 448 veces]

(viene del capítulo anterior)

Ante la súbita aparición, Nico cayó de rodillas sobre la hierba. Se sentía cansado y jadeaba mucho para alguien que recién había salido de casa. “¿Quién eres tú?”, preguntó intentando volver a recuperar el aliento. “Soy yo, broder… José… por favor, tienes que ayudarnos”, respondió el espectro de modo emotivo.

Nico se sorprendió cuando utilizó el plural. “Sí, Sergio está conmigo y te necesitamos más que nunca”, afirmó José mientras se desvanecía. El joven preguntó por qué era tan importante su ayuda. “Dante es más que sólo un testigo”, señaló el espectro y desapareció de la escena como engullido por el paisaje.

Alertado por la aparición, Nico volvió para su casa. Sentía que, si el mensaje de José era correcto, debía recordar los detalles de esos aciagos días. Tomó algunas pildoras para dormir de la gaveta de su mamá y se las pasó bebiendo un vaso de agua. Luego de unos minutos se sintió somnoliento, y se dejó caer sobre su cama.

(continuará)

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Antes de los 28 (capítulo tres)

[Visto: 494 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aturdido por lo que había tenido lugar, Nico se refugió durante dos días en su cuarto. Las ventanas se mantuvieron cerradas y apenas si salió para ir al baño o, a media tarde, perderse unas horas por el parque hasta que regresaba con el mismo extraño mutismo con el que se encerraba.

Por eso, a sus padres les pareció extraño la actitud cambiante que experimentó su hijo al tercer día. Las llamadas incesantes a sus amigos concluyeron en una salida inopinada de Nico esa misma noche. No supieron a qué hora volvió, sólo que a la una de la tarde del día siguiente el olor a alcochol que emanaba de su habitación era insoportable.

“¿Qué te pasa hijo?”, le preguntó su padre al entrar y verlo levantarse con dificultad de la cama. Nico estuvo en silencio, pero su padre se mantuvo firme y de nuevo le preguntó lo mismo. “¡Ya basta papá, sólo quiero estar con mis amigos!”, se molestó el joven y salió raudo, no sólo del cuarto sino también de su casa.

Corrió hacia el parque, pero su resaca lo hizo trastabillar en medio de los árboles. No supo cuánto tiempo estuvo en el suelo pero, cuando se levantó, observó algo imposible: José, uno de sus dos amigos muertos, se presentó ante él.

(continúa)

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Antes de los 28 (capítulo dos)

[Visto: 505 veces]

(viene del capítulo anterior)

Nico no tenía muchas ganas de salir. Es más, su temor era morir en coincidencia con lo sucedido a sus amigos. Sin embargo, armándose de valor, se colocó una chompa encima del polo y salió hacia el parque. No caminó mucho para darse cuenta que un hombre alto lo observa al costado de un árbol.

“¿Por qué ese rostro se me hace conocido?”, se preguntó el joven al mirarlo con detenimiento. “Porque yo estuve allí: fui testigo de los dos accidentes”, respondió el desconocido antes que Nico pudiera decir algo. Él se sorprendió no sólo que le hayan leído la mente, sino que los recuerdos de esos aciagos días se volvieran, de pronto, tan nítidos.

“¿Qué es lo que quieres de mí?”, preguntó otra vez el joven, esta vez más temeroso. El desconocido rió un poco, luego guardó unos segundos de silencio, y luego le dijo que se llama Dante. “Durante siete días podrás hacer lo que quieras, y después tomarás una decisión”, dijo el extraño y, como para que no quedaran dudas de su poder, se desvaneció en el aire.

(continúa)

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Antes de los 28

[Visto: 507 veces]

Nico se sentía desamparado y desolado. En una semana cumpliría veintiocho, pero esto no le causaba ningún tipo de alegría. Todo lo contrario, a cada paso que daba, el peligro se le hacía más evidente. Cualquiera que no lo conociera, pensaría que se trata de alguna paranoia.

Al menos él así lo creía, pero lo sucedido los últimos meses con dos de sus mejores amigos no admitía lugar a sus dudas. Dos entierros de dos muchachos de su generación le habían bastado para quedar perplejo ante lo inexplicable. Más aún cuando, aquella solitaria mañana de invierno, recibió en su celular una llamada de un número desconocido.

“Nico, si quieres una explicación a sus muertes, yo te la puedo dar”, fue el lúgubre mensaje que oyó del otro lado. Algo asustado, Nico preguntó quién llamaba. “Eso no importa: sólo quiero que vayas al frente de tu casa”, respondió el extraño y colgó.

(continúa)

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La cueva del duende (capítulo final)

[Visto: 439 veces]

(viene del capítulo anterior)

La explosión fue vista por los escaladores, quienes sorprendidos vieron cómo grandes rocas empezaron a caer sobre ellos. Por fortuna, Rosa y los demás se colocaron debajo de una saliente, escapando de una muerte segura.

Luego que se disipó el humo, salieron a observar la situación de la zona: la entrada de la cueva quedó cerrada con la cantidad de rocas que cayó sobre su entrada. Rosa se arrodilló frente a la pared de piedras y comenzó a llorar la pérdida de Arturo.

Los otros escaladores también estaban tristes. Arturo había sido un líder para ellos y su sacrificio, aunque los enorgullecía, los privó no sólo de un excelente escalador: también de un gran amigo. A manera de homenaje, ellos dejaron sobre las rocas unas flores silvestres que encontraron cerca.

Viendo que caía la noche, iniciaron el descenso hacia el campamento. Esa noche, parte de la pared de rocas se desmoronó, dejando al descubierto una mano del duende: esa mano que movió lentamente sus dedos… pugnando por salir, otra vez, al exterior.

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La cueva del duende (capítulo once)

[Visto: 473 veces]

(viene del capítulo anterior)

Una vez en la salida, Arturo pidió a sus amigos, que habían vuelto del campamento con varias cosas, que le pasaran su mochila. “¿Hay algo allí para ayudar a Jorge?”, preguntó Rosa con aire esperanzado.

La expresión de su rostro cambió de golpe cuando se dio cuenta que lo que traía dentro de dicha mochila no era otra cosa que explosivos. “Lo siento, encerrarlo es la única forma de detenerlo”, dijo resignado el escalador.

Rosa quiso oponerse y le pidió que no hiciera eso. Los otros escaladores tuvieron que contenerla y llevársela de allí para que no impidiera la explosión. Arturo preparó la trampa con los explosivos y espero que Jorge llegara a la boca de la cueva.

“¿Qué haces aquí, amigo?”, preguntó el duende al tener cerca a Arturo. “No dejaré que salgas a atormentar a nadie más”, advirtió el escalador con actitud desafiante. La respuesta enfureció a Jorge, quien se abalanzó hacia la entrada. Arturo presionó el detonador en su mano y cerró los ojos.

(continúa)

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