Archivo de la categoría: Fragmentos literarios

Breves creaciones literarias del autor

El rey Azul (capítulo trece)

[Visto: 396 veces]

(viene del capítulo anterior)

La noche se le hizo eterna a Eduardo. Encerrado en una de las carpas del campamento, no puede intentar siquiera una fuga, porque está extremadamente vigilado por los centinelas que hacen guardia fuera.

Luego de algunas horas, el cansancio lo venció y se quedó dormido sobre el suelo. Para cuando despertó, ya era cerca al mediodía. Azul apareció en escena y el destronado rey le preguntó si acaso se había arrepentido. “No, sólo que no era justo que yo durmiera lo suficiente y tú no”, se excusó el rebelde y le amarró las manos con una soga.

Tomó la atadura y lo jaló fuera de la carpa hasta un claro en medio del denso bosque. Eduardo fue desatado y le entregaron una espada y un escudo. Las reglas de la lucha eran simples: el primero que hiriese mortalmente el otro será el ganador del duelo.

Azul tomó también su escudo y espada, y se preparó para esperar el primer golpe. Tras el saludo protocolar, los dos hombres se miraron con severa furia. Eduardo se abalanza sobre su oponente. El golpe de espadas rompe la calma del denso bosque.

(continúa)

El rey Azul (capítulo doce)

[Visto: 366 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Para contarte sobre Petreos, debo retroceder algunos días”, dijo Azul al abdicado rey. Las primeras conversaciones se dieron luego del primer acercamiento entre el líder tribal y Eduardo. Petreos no quedó muy convencido entonces y buscó asociarse a los rebeldes.

“Se le pidió una prueba de lealtad convincente y cumplió con ello”, señaló Azul refiriéndose a la emboscada donde terminó muerto el consejero real. Aquella vez, dentro de la carpa, Petreos selló su pacto con el príncipe gemelo, quien tuvo que golpearlo un poco para que aparezca como si hubiese sido maltratado como escarnio.

“Y ahora estás aquí, sin escapatoria”, sentenció Azul mientras Eduardo empieza a sentir una profunda decepción. Después el gemelo añadió: “Pero es justo que reclames el reino, así que he decidido que mañana luches conmigo en un duelo”. Eduardo se sorprendió con la declaración pero aceptó de inmediato: sabe que es su última opción de quitarle la vida a su rival.

(continúa)

El rey Azul (capítulo once)

[Visto: 412 veces]

(viene del capítulo anterior)

Eduardo y sus más leales soldados enfrentaron la carga de los dos ejércitos que, luego de algo más de dos horas de lucha, lograron romper su resistencia y conseguir su rendición. El rey fue tomado prisionero y conducido hasta la carpa principal de los rebeldes.

Petreos se encargó de conducirlo hasta la presencia de Azul, quien mostró su beneplácito al ver al capturado. “Mi señor, has conseguido la victoria”, dijo el viejo líder y se abrazó con el príncipe gemelo. “¡Traición, traición!”, gritó Eduardo contemplando con estupor la escena.

Azul se acercó ante el capturado rey y le dijo lo siguiente: “No hubo traición porque Petreos siempre fue leal a mi”. Mientras a Eduardo se le hacía difícil comprender esa idea, Azul recompensó a Petreos por su actuación en la batalla y le pidió que lo viera más tarde. Petreos se retiró de la carpa, quedando los dos hombres en la incómoda situación.

(continúa)

El rey Azul (capítulo diez)

[Visto: 394 veces]

(viene del capítulo anterior)

Las flechas lanzadas agarraron por sorpresas a varios de los soldados, diezmando a la avanzada y obligando a los sobrevivientes a guarecerse detrás de los árboles. “Petreos, ¡avanza!”, ordenó el rey Eduardo al ver el desastre en que se había convertido.

Pero Petreos no contestó. En su lugar, ordenó  sus caballeros avanzar formando una línea recta en dirección al bosque. La sonrisa del rey se desvaneció al ver cómo los refuerzos se quedan parados a una importante distancia y no hacen nada por ayudarlos.

La lluvia de flechas termina y Eduardo decide retroceder y huir con sus hombres. Llegan hasta la línea de Petreos, pero él no les deja pasar: sus soldados blanden sus espadas como si esperasen un ataque. “¿Por qué Petreos?”, dijo el rey sin entender la actitud de su aliado.

(continúa)

El rey Azul (capítulo nueve)

[Visto: 542 veces]

(viene del capítulo anterior)

Eduardo sale con toda pompa del castillo y empieza a revisar a la tropa, que ya lo está esperando desde hace una hora. Los soldados parecen mirarlo con harto recelo, hasta que Petreos se pone al frente y les ordena con dureza: “Hacia el frente, ¡avancen!”.

Las columnas del ejército salieron de la villa y comenzaron a asentarse sobre el terreno. Luego de unos minutos, alcanzaron el borde del bosque. El rey se sorprendió de que sólo un pequeño grupo de cincuenta rebeldes se encontrara para impedirle el paso. Eduardo le pide a la tropa que descanse y se acerca hacia Azul.

Los rebeldes observan con cuidado su actitud pero, a poco de ser alcanzados, dan media vuelta a sus caballos y cabalgan adentrándose en el bosque. Queriendo que no se le escape una victoria digna, el rey ordena a Petreos que lance  los soldados a perseguir a los rebeldes. Se dirige al líder de la columna central y da la orden que avancen sobre los rebeldes.

Los caballeros de la columna central cabalgan en dirección a los fugados, lo cual anima a Eduardo a liderarlos, mientras que Petreos se queda esperando en la retaguardia con las columnas diestra y zurda. Eduardo y sus soldados se adentran en el bosque con poco cuidado y no saben por dónde avanzar. En ese momento, varias flechas empiezan a cortar el aire: ha comenzado la emboscada.

(continúa)

El rey Azul (capítulo ocho)

[Visto: 552 veces]

(viene del capítulo anterior)

La noche le fue inexplicablemente tensa para el rey. Eduardo nunca antes imaginó que Azul llegaría al extremo de matar a un súbdito de su corte. Se paso la noche paseando por su aposento hasta que el cansancio lo venció y se quedó dormido. No tardó en venir un sueño a su cerebro. Se veía a sí mismo cabalgando por el prado muy rápidamente.

No podía decir con certeza si persigue o es perseguido, hasta que su caballo se encabrita. Pierde el equilibrio y cae al verde pasto que cubre el llano. Siente brotar de su cabeza la sangre que emana. Está presto a recuperarse cuando un hombre desconocido lo ataca con una espada. Intenta defenderse pero es golpeado con mucha fuerza.

El rey extiende su mano para alcanzar al desconocido, quien alza su espada y dice: “Un solo gemelo”. La espada cae sobre Eduardo, quien despierta sobresaltado de su sueño. El rey recobra el aliento mientras se da cuenta que aún sigue en su aposento. La mañana empieza a apoderarse del recinto.

Petreos entra presuroso en el lugar, disculpándose por entrar así de no ser por los gritos que el rey lanzó en el sueño. “Mi señor, ¿qué sucedió?”, fue lo primero que preguntó el líder del ejército. “Fue un grito de guerra: hoy escribiremos una nueva historia”, señaló Eduardo y le pidió a sus vasallos que lo alisten para la batalla.

(continúa)

Sigue leyendo

El rey Azul (capítulo siete)

[Visto: 520 veces]

(viene del capítulo anterior)

La determinación de Azul al ejecutar al consejero, infundió temor en Petreos. Montó en su caballo y miró cómo se desangra el desafortunado. Junto con los demás miembros de la comitiva, cabalgó raudamente de regreso al reino. Cabalgó con mucha tensión, como si los rebeldes estuvieran detrás de él.

“Abran las puertas”, gritó el líder al llegar hasta las puertas del castillo. Los soldados se apresuraron al escuchar su voz, y las abrieron. Sorprendido por lo que estaba ocurriendo, el rey Eduardo preguntó el por qué. Petreos se acercó hasta él y Eduardo pudo ver que algunas partes de la vestimenta que cubría sus piernas tienen manchas rojas.

“Mira las manchas y dime si esa es la sangre de tu consejero”, respondió Petreos haciendo obvia la respuesta. El rey vio que no había forma de someter a los rebeldes por las buenas y que la única opción era aniquilarlos. Eduardo le pidió que dirigiera al ejército desde la primera línea. “Tú y yo juntos, desde la primera línea”, señaló Petreos y Eduardo consintió con firmeza, con el objetivo de obtener venganza.

(continúa)

Sigue leyendo

El rey Azul (capítulo seis)

[Visto: 434 veces]

(viene del capítulo anterior)

“Venimos de parte del rey a proponer una tregua”, se adelantó Petreos para que no los dañaran, pero fue en vano. Otros guardias aparecieron en escena y los tomaron prisioneros. La comitiva fue llevada dentro del bosque hasta que los hicieron arrodillarse frente a una alta carpa. Los prisioneros esperaron con incertidumbre hasta que un hombre salió desde adentro.

Era Azul quien salió y se dirigió hacia ellos. El líder de los rebeldes les preguntó qué hacían en sus dominios. Otra vez Petreos se adelantó y repitió su proposición de tregua. Con un ademán de Azul, dos soldados llevaron a Petreos toscamente hasta dentro de la carpa. Durante cerca de media hora, los dos hombres estuvieron discutiendo la propuesta del rey Rojo.

Sintiendo que la demora era por demás exagerada, el consejero del rey se quejaba con sus captores. “¿No saben que acaso el rey puede arrasar con esta comarca?”, gritó encolerizado el prisionero viendo con enojo a los guardias. Ellos tan sólo atinaban a burlarse y reirse de él. En ese momento, la entrada de la carpa se abrió y salieron los dos hombres.

“He escuchado atentamente su propuesta y he tomado una decisión”, comenzó por decir Azul ante los cautivos. “¿Y qué es lo que has decidido?”, preguntó ya colérico el consejero. Irritado por su actitud, Azul desenvainó su espada y le cortó la garganta al fastidiado hombre, quien se derrumbó sobre el suelo, manchando de rojo la tierra bajo su cuerpo. “No aceptamos la tregua”, fue la escueta respuesta del rebelde. 

(continúa)

Sigue leyendo

El rey Azul (capítulo cinco)

[Visto: 439 veces]

(viene del capítulo anterior)

Aquella noche, los asistentes al banquete se desbordaron. El vino fue servido a mares y las doncellas aparecieron por doquier. Para cuando el rey despertó, ya era el mediodía y la resaca lo traía bien cansado. Mirando a su alrededor, salvo algunas excepciones, los soldados estaban totalmente borrachos.

“En este estado no puedo iniciar la batalla”, pensó para sí y llamó al consejero que le habló el otro día. Su consejero no tardó en llegar y Eduardo le pidió que armara la comitiva para que, en dos días, llevara la oferta de indulgencia para los rebeldes. “Mi señor, si me permite, quisiera ser yo quien lleve el mensaje”, se ofreció Petreos, quien es el más sobrio de los presentes.

Eduardo le da su consentimiento y junto con el consejero arman una comitiva de cinco hombres. Ellos montan sus caballos y se dirigen hacia el bosque. Luego de una cabalgata de más de cinco horas, la comitiva es detenida por dos vigilantes. Ellos les preguntan rudamente de dónde vienen.

(continúa)

Sigue leyendo

El rey Azul (capítulo cuatro)

[Visto: 440 veces]

(viene del capítulo anterior)

A la mañana siguiente, Eduardo duerme plácidamente en su alcoba, cuando los guardias tocan a su puerta con firmeza. El rey se levanta y abre la puerta del aposento. “Mi señor, los regimientos de las comarcas han venido a unirse”, dijo el mensajero dejando notar cierta alegría. “Háganlos pasar al salón principal. Bajaré en unos minutos”, respondió conun gesto severo.

Pero, apenas cerró las puertas, no pudo ocultar su entusiasmo: tener el apoyo de los pueblos de la comarca equivale a tener el número de soldados suficiente para derrotar a Azul. “Por fin, ya no tendré que preocuparme de los rebeldes”, se dijo el rey para sí, mientras ordena a sus criados para que lo ayuden a vestirse.

Los señores de las tres comarcas lo esperaron con cierta ansiedad durante más de media hora. Finalmente, Eduardo apareció en el salón principal, ataviado con ricos ropajes de seda y oro, y una gran sonrisa en el rostro. Los tres señores reverenciaron al rey, quien se mostró supremo y les pidió que se paren rápidamente.

Entonces Petreos, el mayor entre los tres, se dirigió hacia Eduardo con estas palabras: “Hemos decidido aliarnos contigo. Iremos a ganar esta guerra juntos”. Tras esta declaración, el rey agradeció el apoyo y pidió  que comieran juntos el banquete que se está preparando. Petreos y los otros dos se miraron unos a otros, y aceptaron gustosos.

(continúa)

Sigue leyendo