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Se levantó temprano, con tranquilidad se alistó y se puso su mejor terno, y salió a encontrarse con Áurea en el edificio del otro día. A poco de llegar, ella lo llamó a su celular y le pidió que se dirigiera hacia el café que estaba en la esquina.
Ella lo esperaba sentada en una mesa blanca sobre la que humeaba una tasa conteniendo un caliente café. “Y bien, ¿cuál es la oferta?”, le preguntó Jorge luego de saludarla. “Aquí tienes”, sonriendo, Áurea le entregó una carpeta con unos papeles dentro.
Jorge abrió la carpeta y su mirada esperanzada pronto trucó con una mueca de desconcierto. “Vamos, anímate, es por un día y, si lo haces bien, te ofreceré algo mejor”, dijo ella en tono convincente. “Está bien”, respondió Jorge un poco fastidiado.