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Enterado estaba de tu despedida,
la misma que no intentaba
ni por un segundo reclamar,
por más que el dolor causado
se anidara muy adentro.
Cansado ya de todo,
tan sólo quería digerirlo,
entenderlo y seguir tranquilo,
pero mi corazón no acepta,
se pone rebelde, se subleva.
Y mi corazón se crece
ante tu penosa partida,
a mil palpita
como caballo desbocado
que libre siempre quiere ser.
Y mi corazón se enciende,
se convierte en fuego
que me quema el pecho,
mientras poco a poco
en cenizas quedo.