Proyecciones macabras (capítulo nueve)

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(viene del capítulo anterior)

El funeral de Sotomayor fue sobrio y breve. Eduardo se quedó luego de terminado el entierro para despedirse personalmente de su mentor. “Hasta siempre, profe”, dijo con la voz entrecortada. Al voltear para salir, se topó cara a cara con Guillermo. Era evidente que ya no lo miraba con la misma simpatía de antes.

“Es lamentable que se haya ido”, expresó Guillermo con cierta soberbia. “Basta. No deberías ni siquiera estar aquí”, respondió colérico el otro, “porque tú lo asesinaste”. Su compañero se mostró sorprendido: “¿De qué estás hablando?”. “No lo niegues”, expresó muy molesto el otro, “te vi escondido detrás de unos árboles el día que murió”.

Guillermo sudaba frío: “Es cierto, estuve allí, pero no para matarlo, sino para advertirle”, señaló tajante.

– Además, ¿qué hacías tú allí?
– Lo mismo que tú: advertirle.
– ¿Cómo supiste que él estaría allí?
– No tengo por qué decírtelo.
– ¿Acaso has tenido pesadillas?

Eduardo no supo qué responder. “Ninguno de los dos lo asesinó”, concluyó Guillermo: “Tenemos las mismas visiones”…

(continúa)

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