Entre Emi y Rodri: una chica llamada Giuli (capítulo siete)

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(viene del capítulo anterior)

“Ya llegamos”, le dijo Rodrigo al llegar a la esquina, “te voy a pedir un taxi”. Paró uno y aceptó llevarla. “Vente conmigo”, le rogó ella antes de subir. Él estuvo a punto de decir que no pero algo lo detuvo. “Quizá esta sea la oportunidad de descubrirlo todo”, pensó para sí mientras se acomodaba en el asiento.

Afuera la marcha del vehículo tenía una velocidad normal. Adentro, la sensación era la del tiempo detenido por una misteriosa fuerza, la misma que lo conminaba a Rodrigo a abrazar a Emilia y a consolarla tocando suavemente un pequeño mechón de su cabello. Era tanto su apego que no se dio cuenta cuando el taxista paró.

“Señor, señor”, le pasó la voz el taxista antes que Rodrigo se diera cuenta que estaban ante la casa de Emilia. Pagó y los dos bajaron del auto. Ella lo llevaba agarrado de su mano y, una vez que abrió la puerta, lo iba a hacer ingresar. Mas él se contuvo. Emilia sintió el tirón de la negativa en su brazo y volteó la mirada para ver qué sucedía.

“Creo que no es buena idea ingresar”, casi le susurró él, “nos estamos viendo otro día”. Entonces, escuchó la frase que delataba una cierta conexión: “¿y si acaso es esta la oportunidad que lo descubras todo?”. Eso fue suficiente argumento para él. Empezó a besar a Emilia, primero con nerviosismo, luego con mayor tranquilidad. Entonces, su celular empezó a sonar…

(continúa)

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