Crimen en la calle Indiferencia (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Jorge se levanta, aunque con no poca dificultad. Se sostiene del lavadero y mira hacia el espejo del baño. La cara está ensangrentada. Abre el caño y comienza a limpiarse a mancha roja que quedó. Luego se dirige hacia el sillón e intenta descansar un rato, pero el dolor era algo persistente. Incluso se transformó con la rabia que le producía preguntar por su esposa, buscarla y no encontrarla.

“¿Dónde se ha metido?”, gritó en la sala vacía, indignado de que ella lo haya dejado en ese estado. De pronto, se acuerda de su primo, coge su celular y lo llama. “Primo, necesito tu ayuda… ¿Nos vemos en la comisaría?”, habla rápidamente y se dirige hacia la calle. El dolor ha dejado de molestarlo, se coloca el casco y prende la moto.

“Capitán Rodríguez”, dice uno de los oficiales al comisario en la delegación, “lo espera un pariente suyo, dice ser su primo”. Rodríguez hace el ademán que lo haga pasar. De inmediato se percató de la herida de Jorge. “¿Qué sucedió primo?”, preguntó el capitán. “La maldita de mi mujer”, se ofuscó el violento, “me sorprendió y me golpeó en la nuca”.

“¡Qué te dije!”, lo recriminó Rodríguez, “esa mujer no vale la pena, pero tú ¡terco!”. “Sólo quiero encontrarla para hacerla pagar”, sentenció Jorge. “¿Sabes si se llevó su celular?”, le consultó su primo, a lo que el esposo contestó afirmativamente. “Entonces, eso será fácil”, indicó el capitán, cerrando la puerta de su oficina…

(continúa)

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