Doble secuestro (penúltima parte)

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(viene de la parte seis)

Coco llora. Sigue sin poder entender quién o quienes están detrás de su secuestro: no tenía problemas con su familia, tampoco con sus amigos. “No lo entiendo”, sigue repitiéndose entre sollozos mientras en su pensamiento aparecen las caras de sus amigos caídos. Luego, de una espera prolongada, la puerta de la cocina se abre nuevamente. Un tercer enmascarado sale junto con Equis y Uno y se para frente al rehén.

“¿Y quién eres tú?”, pregunto el joven con tono furioso. “Llámame Simple, aunque eso no interesa”, dijo el desconocido. Con voz firme aunque calmada, fue raro que reconociera que había sido un error que Julio terminara muerto. “Lo importante es que cooperes, ahora que ya sabes las consecuencias”, dijo el desconocido. Acto seguido le dio el celular para que llamara a sus padres.

Como Coco se negara, Simple le apuntó a la sien y preguntó de nuevo: “¿Llamas?”. Coco estaba aterrado, marcó el número y les avisó a sus padres la tensa situación en que estaba. Alejando el aparato del joven, Simple explicó: “dentro de dos horas volveré a llamar y quiero que tengan el dinero”. Cortó y mandó a Uno a que trancara la puerta principal.

Una hora más tarde, el capitán Gómez y su equipo arribaban a la zona. La policía del lugar, con mucho sigilo, había penetrado en los alrededores. Una casa frente a la secuestrada era el punto de reunión de las autoridades responsables. Los datos también estaban a la orden, tal vez dos o tres sospechosos, y probablemente 5 rehenes. Los disparos de hace un rato fueron señalados y el extraño movimiento de un enmascarado hacia la puerta principal.

El contacto con los familiares de Coco no se había perdido pero no sabían cómo utilizar eso a su favor. Vinatea sugirió que les dijeran a los padres del joven que confirmaran el dinero, utilizarían ese tiempo para distraer a los plagiarios mientras comenzaba el operativo. “Hecho”, aprobó Gómez, “tú y Machado comandarán la entrada”. Mientras sus agentes se preparaban junto con los otros integrantes del escuadrón, el capitán pidió un rifle. “Esta locación es buena”, indicó Gómez posicionándose como francotirador.

Cada minuto que pasó hasta esa llamada el silencio imperó. Una vez que los hombres encargados de la interceptación dieron el visto que se realizaba la llamada, Gómez anunció: “Procedan”. Machado y Vinatea ganaron la puerta y verificaron que estaba trancada. Pidieron una carga explosiva. Se alejaron un poco y la detonaron. La onda expansiva destrozó algunos vidrios de la sala.

El fuego graneado empezó a abundar mientras los agentes entraban por la cochera. Subieron por la escalera y apuntaron al sospechoso. Éste se encontraba detrás de Coco y lo amenazaba con su pistola. “Aléjense”, gritó el sospechoso sin el pasamontañas. “Basta, Beto, ¡basta!”, gritó Coco atemorizado. Una bala del francotirador atravesó la sala…

(continúa)

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