Finalmente, tras seis infructuosos meses, había encontrado la oportunidad de robarlo: Eduardo había sido contratado como espía por una empresa multinacional para infiltrarse y obtener los documentos de un nuevo proyecto de un competidor pequeño. Y ahora estaba sentado justo frente al codiciado tesoro que, entre un montón de papeles, se mostraba desamparado.
Cogió las hojas, no sin reemplazarlas por una cantidad similar, y se dirigió al otro extremo del salón para fotocopiarlos. Acertó a pasar por allí Vanesa, la chica más guapa de la oficina, y le preguntó con su suave voz cómo andaba el desarrollo. “De maravillas”, fue lo único que atinó a decir el anonadado infiltrado, mientras trataba de controlar sus apurados latidos.
Apenas ella dio la vuelta, empezó a copiar los folios con cierta angustia. Terminada la tarea, avanzó hacia su sitio y se sorprendió de encontrar a Benítez trabajando en el escritorio donde tenía que volver a poner los papeles. “Disculpa”, se excusó Benítez, “pero es que mi máquina no funciona bien y decidí moverme a esta”. Eduardo, intentando parecer sereno ante su empleado, le dijo que si no le importaba ir a comprarse un café pues ya eran las once.
Benítez aceptó, se levantó y se dirigía hacia el expendedor. Eduardo aprovechó para devolver los documentos, pero se trabó cuando vio que el oficinista volvía de pronto. Cogió angustiadamente los papeles que requería sin verificarlas. “Me olvidaba del sencillo”, mencionó Benítez al alejarse de nuevo. Eduardo caminó hacia el ascensor, no sin antes despedirse de Vanesa pues aquel día había pedido permiso para salir temprano.
Ya en la calle, el espía revisó que los papeles no correspondían con lo que había fotocopiado. Iba de vuelta hacia el edificio, cuando topó con una hoja escrita a mano y reconoció la letra de Vanesa. “Me gustaría salir contigo”, encontró por todo mensaje. Él se enterneció con aquellas palabras; mas cuando retiró el papel de su vista, vio que ella estaba en la vereda, frente a frente. Sus ojos derramaban dos largas lágrimas: “¿Buscabas esto?”, tiró la joven las copias del proyecto al voltearse presurosa en dirección a la oficina.