Los pishtacos: ¿leyenda o realidad?

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El último 16 de setiembre se informó del cruel asesinato, en la localidad de Pillao (Huánuco), de Abel Matos Aranda, hombre que habría sido degollado y su grasa extraída. Aparentemente había sido víctima de una inescrupulosa banda, que fue denominada como “Los pishtacos”, en alusión al mito andino del degollador rubio y alto que mataba a incautos por caminos solitarios, y a la que se acusa de haber dado muerte a cerca de 60 personas en Huánuco y Pasco para comercializar su tejido graso.

Según el jede de la Dirincri, Eusebio Félix Murga, los criminales, a los que se identificó como Hilario Cudeña Simón, Élmer Castillejos Agüero, Serapio Veramendi Príncipe y Enedina Estela Claudio, engañaban a las personas, las decapitaban y usaban la grasa extraída para comercializarla en el extranjero por un valor de 15 mil dólares; indicando, además, que estos asesinos operaban desde hace treinta años en la zona. Prueba de ello sería el rústico laboratorio y los 17 litros de grasa encontrados.

Sin embargo, El Comercio -en su edición del útimo viernes- recogió la opinión del decano del Colegio Médico del Perú, Dr. Julio Castro, quien aseveró que, aunque es posible extraer la grasa humana y conservarla a 8°C, era altamente improbable que eso rindiera algún beneficio económico, por cuanto no hay compradores y porque la extracción artesanal de dicho tejido contiene impurezas que la hacen inservible. Así que algunos medios, como Enemigos Íntimos o Punto Final, ya especulan que esto sería un montaje para magnificar un ajuste de cuentas en el valle del Monzón, una convulsionada zona azotada por el narcotráfico y el terrorismo.

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