Tenía 88 años y un par de libros por delate, pero un problema intestinal nos lo alejó físicamente. El poeta uruguayo Mario Benedetti hallábase retirado de la vida pública en su casa de Montevideo, pero no por eso se jubiló de su eximia labor de escritor. Tuvo una vida llena de sobresaltos, como periodista, activista político (lo que le valió un exilio de diez años), pero es como escritor que logró inmensa fama. Junto con Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti formó parte de la Generación del 45, un grupo de intelectuales que le dió brillo a las letras de la república oriental.
Escritor, periodista, intelectual, político. Todas estas definiciones pueden aplicarse a Benedetti, pero sobre todas, poeta, ya que ensalzó para Latinoamérica y el mundo la belleza de los versos de nuestro generos idioma, rico en figuras y colres que describía con serena reflexión. En sus novelas, como La Tregua, deslizó esa misma serenidad para cuestionarnos por las cosas que hacemos y motivarnos, más bien, a “hacer que las cosas pasen”.
En tiempos como estos en que Dan Brown y J. K. Rowling son la norma, Benedetti nos recuerda, como en tantos otros escritores de esta parte del continente, que las obras literarias son el reflejo de las sociedades en que vivimos y que, por tanto, es compromiso del literato mostrar y, a la vez, ser motor de cambio en el camino de nuestros pueblos. Lo propuesto por el poeta, no pierde actualidad: la literatura siempre puede ser un gran espectáculo y siempre está basado en algún aspecto de lo vivido como grupo humano, literatura como entretenimiento sano y también como el espejo en el que nos reconocemos. Por sus ideas, por sus escritos, por sus poemas, Mario Benedetti estará vivo en el recuerdo imperecedero.
Adiós Benedetti, adiós poeta.