Bien jugado

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Empieza a caer la tarde y aumentan las tensiones: es el día del running, del trote intenso a lo largo de 2500 metros. Aprovechas los cinco minutos de descanso para tomar un poco de agua de la botella a medio llenar. Una vez hidratado, te diriges a aquel circuito largo y terroso, semejante a serpiente reptante que se muerde la cola. La señal está dada y todos comienzan a correr. En tus cálculos previos, muestreando peso y altura, supones que no es malo quedar quinto o cuarto.

Sin embargo, tu andar ligero te sorprende con buenos auspicios. Atrás queda incluso el roce violento con la tranca de parqueo y, antes del término de la primera vuelta, estás peleando codo a codo el primer lugar. “Cuatro cincuenta”, grita el controlador de la prueba, siguiendo el ritmo a ritmo, segundo a segundo, de los dos contrincantes. Es entonces que, avanzados unos metros, el gringo de cabellos rulos, devolviendo la “cortesía” del inicio, ataca en la bajadita.

El moreno ve que lo sobrepasa, pero no se deja y lo alcanza en un toque. Ambos pasan por encima la cinta demarcatoria de un lado del estacionamiento y entran al final del circuito. En la última curva, los jadeos se hacen frecuentes y los corazones laten en acompasado son. Es la recta definitiva y el gringo decide probar: se adelanta unos metros y ya acaricia la gloria. El moreno ni se inmuta. Para él, esto es sólo entrenamiento, nada tiene qué demostrar. Igual, saca su orgullo y acelera sin pensar mucho en el rival.

Los presentes, expectantes, se asombran ante el desenlace: el moreno al gringo ha pasado, y el adversario sin reacción ha terminado. “Diez doce”, dice a uno. “Diez dieciocho”, dice al otro. Las manos al cielo el moreno eleva; ha ganado y nadie lo discrepa. Exhausto pero feliz, camina un rato y luego se sienta en la tribuna, a coger la botella, a tomar un sorbo. Se lo bebe con calma, mientras los otros lo miran, admirados de su hazaña. Un suave golpe en el hombro saca al moreno de su estado absorto.

– “Bien jugado”, le comenta el gringo con absoluta desazón.

– “Igualmente”, le responde el otro sin cachita, consciente y pleno que la revancha va a llegar.

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