El desvío

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Es viernes por la noche y estás ansioso yendo a tu destino. Desde el miércoles estás que preguntas a tus amigos dónde es el plan, pero muchos te rehuyen argumentando excusas: “la gente está desanimada”, “no lo sé”, “estamos manyando”, “todavía no sale nada, quizá algo de último momento”. Como siempre, no estás muy convencido de las respuestas y las aceptas con indiferencia. “Total”, te animas, “si no me quieren cerca, igual puedo vacilarme con mi propio plan”. ¿Plan propio? Sabes bien que lo dices envalentonado mas ni ropa ficha tienes.

Aún pensando vas en esas cavilaciones, sientes el vibrador del cell que insistente se mueve en tu bolsillo. contestas y no lo puedes creer: es Fito, tu pata del alma, tu uña y carne, tu broder, invitándote a una fiesta en el point más paja de esta gran ciudad. Tú sabes: once pe eme, sobrio y con quince lukitas. No hace falta que lleves pareja porque F. ya se encargó de contratar a chicas A1, dispuestas a estimular tus sentidos hasta que amanezca. Sólo te pide que se encuentren a un par de cuadras, un paradero donde va a esperar a un par de su amigas, a quienes quiere presentarte.

“Quien sabe y la haces linda”, te ilusiona Fito. “Eso sip, yo te llamo”. Te llega esa condición, total, ya estás arrebatado de la realidad con su promesa, y llegas poco antes al paradero, entusiasmado que F. aparezca pronto. Once. Once y cuarto. Once y media: Fito debió estar en la esquina, y nada. Lo llamas a su fono mas no contesta. comienzas a fastidiarte y la maldita idea del desvío la respiras en el aire. Capaz se le hizo tarde y fue de frente a la disco, confiado en que sus amigas conocen el lugar. Caminas las dos cuadras, pagas tu ticket y entras al recinto.

El sitio está a reventar y la música suena con estridencia. Cuerpos perfectos se vacilan al son de una salsa dura. Sin embargo, todo es gente normal, rastro de Fito no hay. Das una, y otra, y una tercera vuelta alrededor de la pista de baile. Ofuscado, sales de allí y te diriges de nuevo al paradero. Lo miras bien: no amigos, no plan. Hasta la combi que paras quiere cobrarte de más. “No way”, replicas, “esto es lo que tengo”: para qué broncas, tu silenciosa retirada lo explica todo.

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