La cueva del duende (capítulo ocho)

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(viene del capítulo anterior)

Rosa y los otros dos escaladores se adentraron por el camino de la izquierda. Caminaron durante unos minutos, hasta que sus linternas les mostraron una macabra escena: dos de sus amigos yacían muertos.

En medio de un charco de sangre, los cuerpos de ambos hombres presentaban una serie de heridas y corte múltiples. Al examinarlos más de cerca, Rosa contuvo un grito al percatarse que sus corazones habían sido cruelmente arrancados.

Asustados, los escaladores le dijeron que era peligroso que estuvieran allí y era preferible buscar ayuda, pero Rosa se negó. Confiando en que Arturo seguía vivo, los conminó a seguir adelante. El túnel llegó a su final y encontraron una cueva mucho más amplia.

Los tres empezaron a llamar a Arturo. “Por allí”, señaló Rosa al divisar un fuego. Iluminados por las linternas, avanzaron corriendo hacia donde podría estar su amigo.

(continúa)

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