(Siempre que escuchamos algo sobre alguien, especialmente si se trata de un argumento de mala fama, nos preguntamos con insistencia si esto es cierto: buscamos fuentes de información que no confirmen o retruquen nuestra inquietud, y no reparamos en el veneno del prejuicio que contamina -poco a poco- nuestras almas. ¿Hay que confiar, entonces, en todo lo que nos dicen?)
(Unas cosas serán ciertas, otras tan sólo verdades a media, y aquellas puras mentiras: cualquier persona puede opinar sobre cualquier otra todo lo que quiera. Sin embargo, la única verdad de uno mismo es la que cada uno tiene en su corazón. Cada individuo es libre de compartir tal verdad como su libre disposición a callarla.)
(En lo que a mi respecta, considero que la verdad debe compartirse puesto que es la única manera de poder comprender al otro: la única manera de enfrentar el veneno del prejuicio.) (25.04.2007)