Treinta días (capítulo nueve)

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(viene el capítulo anterior)

“Ya no tengo nada qué perder”, fue la resignada conclusión a la que llegó Alberto luego de esa inesperada respuesta. Dejó pasar los tres días que le pidió Marisela, con la esperanza de que sería la única forma de acabar con las discusiones.

Vencido el plazo, ella lo llamó más que alegre. “Vamos a cenar a otro sitio”, fue lo que ella le dijo. Alberto le sugirió llevarla a un restaurante nuevo que recién había visto. Marisela aceptó y quedaron en encontrarse en la casa de la joven.

Tomaron un taxi hasta el restaurante nuevo. Marisela quedó deslumbrada al ver lo bonito que es el sitio. Entran y se sientan en una de las mesas. Alberto se dispone a pedir la orden cuando ella le pide un momento para entregarle un papel y decirle que lo lea.

“¿De qué se trata eso?”, pregunta Alberto con cierto asombro. “Es esta la razón de mi desgano y nuestros malos ratos que hoy se acaban”, señaló la joven y tomó la mano de su enamorado entre las suyas.

(continuará)

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