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Hoy ya no temo
al silencio que invade
esta habitación marchita
que poco merece.
La verdad es que no podría
seguir escuchando por siempre
las mismas idiotas mentiras
que tú te creabas.
Pues sólo servían
para derrumbarme,
para destruirme al ánimo
y cruelmente ablandarme.
Hoy he roto mis tímpanos
y ya no puedo oírte,
serás tan sólo un sonido
que no puedo escuchar.