Durante el tercer año (capítulo cuatro)

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(viene del capítulo anterior)

Apenas terminó la llamada, Luis se cambió rápidamente y salió de su casa. Ya se le había hecho costumbre caminar hasta allá porque era cercano a su casa. Pero esta vez el esfuerzo se le hizo enorme: parecía que las calles eran muy largas y el cansancio se le acumula a mil. Finalmente, luego de un rato, llegó y se pidió un café con un sánguche.

Quince minutos más tarde, Mónica llegó al local. Como nunca antes, su rostro refleja el gran enojo que le hiere por la supuesta no respuesta de su enamorado. Luis la ve y le pide que se siente. Al inicio ella no está dispuesta a ceder, pero él comienza a hablar con sutileza. “Por favor, vamos a conversar”, le dice Luis con delicadeza y ella suaviza su gesto y se sienta.

Él le explica que no fue su intención no responderle, que se había quedado muy dormido y que el fin de semana sería otra historia. “Te lo pido, perdóname, no volverá a suceder”, fue la forma en que Luis cerró la conversación: disculpándose por algo lo que no actuó mal. Mónica se le acercó y lo abrazó por el cuello. Él acepta su saludo con ternura; ella tiene en su mirada una sonrisa que no es alegría sino de manipulación.

(continúa)

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