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Presumo que no escuché
o que no supe oirte,
que esas palabras dedicadas
se fueron con el viento.
Esperaste mis respuestas
no minutos ni horas,
sino días y meses
que mi voz no se alzó.
Ya cansada por el tiempo,
por el amargo silencio,
decidiste retirarte
yendo por un rumbo nuevo.
Qué pena que recién desperté,
que con ansias te busque,
que reniegue de mi desidia,
para que vuelvas a mi vida.
“Ya no, es suficiente”,
respondes convencida,
te vas segura y altiva
y eso abre mi herida.